PRESENTACIÓN
El
texto de la carta a los hebreos es una exaltación de
los grandes hombres de fe a lo largo de la historia de
la salvación. Caminaron por las sendas de Dios,
poniendo en él su confianza.
Los
cristianos, por el bautismo, participamos, en virtud de
la muerte y resurrección de Cristo, en una vida nueva,
Esta vida nueva la orientamos desde la fe, la esperanza
y el amor.
En
este camino, no exento de dificultades, tenemos la ayuda
y el ejemplo de los hermanos, sobretodo cuando asoma la
tentación del abandono. Hay que ser valientes. Recuerda
el autor de la carta a los hebreos que se han pasado
momentos difíciles de persecución y ha habido que
soportar un "duro y doloroso combate" (10,
32). No hay que perder ahora la esperanza en la
recompensa. Aguantar un poco más; el que ha de venir,
vendrá sin tardanza.
El
justo vive por la fe y por la fe son recordados los
antiguos.
Por
la fe, ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente
que Caín.
Por
la fe, Henoc, fue trasladado a Dios.
Por
la fe, Noé, advertido por Dios, construyó un arca.
Por
la fe, Abraham salió de su casa, dejó su tierra, su
parentela y siguió el rastro de Dios.
Por
la fe, Sara, ya agotada, de Isaac, tuvo hijos numerosos
como las estrellas del cielo.
Y
en la cumbre de la fe de Abraham, coger el asno, la
leña, el cuchillo y el fuego y subir con Isaac al monte
Moria. Se fió de que Dios podría devolverle a la vida
a su único hijo, garante de la promesa de una
descendencia.
Seguirá
el autor de la carta a los hebreos con otros ejemplos de
hombres de fe: Isaac, Jacob, Moisés, Gedeón, Barac,
Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas...
Todos
ellos murieron en la fe, "sin haber conseguido el
objeto de las promesas".
Dios
no se avergüenza de ellos; con orgullo, él mismo se
llama Dios suyo y les tiene preparada una morada.
Eran
"hombres de los que no eran digno el mundo"
(v38).
HEBREOS 11,
1-2. 8-19
Esperaba
la ciudad cuyo arquitecto y constructor
iba a ser Dios
Hermanos:
La fe es seguridad de lo que se espera, y
prueba de lo que no se ve.
Por
su fe, son recordados los antiguos.
Por
fe, obedeció Abrahán a la llamada y
salió hacia la tierra que iba a recibir
en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por
fe, vivió como extranjero en la tierra
prometida, habitando en tiendas -y lo
mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma
promesa-, mientras esperaba la ciudad de
sólidos cimientos cuyo arquitecto y
constructor iba a ser Dios.
Por
fe, también Sara, cuando ya le había
pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar
un linaje, porque juzgó digno de fe al
que se lo prometía.
Y
así, de uno solo y, en este aspecto, ya
extinguido, nacieron hijos numerosos- como
las estrellas del cielo y como la arena
incontable de las playas.
Con
fe murieron todos éstos, sin haber
recibido lo prometido; pero viéndolo y
saludándolo de lejos, confesando que eran
huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es
claro que los que así hablan están
buscando una patria; pues, si añoraban la
patria de donde habían salido, estaban a
tiempo para volver.
Pero
ellos ansiaban una patria mejor, la del
cielo.
Por
eso Dios no tiene reparo en llamarse su
Dios: porque les tenía preparada una
ciudad.
Por
fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a
Isaac; y era su hijo único lo que
ofrecía, el destinatario de la promesa,
del cual le había dicho Dios: "Isaac
continuará tu descendencia."
Pero
Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta
para hacer resucitar muertos.
Y
así, recobró a Isaac como figura del
futuro.
Palabra
de Dios
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