REFLEXIONES  
 

 

REFLEXIÓN - 1

DE BUENO, PARECE TONTO 

La sociedad en que vivimos es una sociedad competitiva, "agresiva", se dice. Sólo los primeros cuentan, los demás son "relleno". Un ejemplo de esto lo tenemos en el mundo del deporte, de los negocios, de la política.

Cuánta importancia se da al éxito, al medrar, al subir puestos, a tener buenos contactos e influencias. No se da tanta importancia a los métodos empleados para conseguirlo.

Cuántos padres están obsesionados por los estudios de los hijos, no porque tengan mayor cultura, o mejor "amueblada" la cabeza, sino para que tengan un buen trabajo, ganen mucho dinero y sean importantes.

Hay padres cristianos que dicen a sus hijos: Si te pegan, pega tú más fuerte. No estés nunca por debajo de los demás.

Una frase que se suele decir con bastante desprecio: Es tan bueno, que parece tonto.

Y es que, ante los demás, ante la sociedad, no se valora la sencillez, la humildad, la sinceridad, el servicio a los demás, el ponerse en el último puesto. Tal vez se valora la labor de los misioneros, pero son, se dice, gente rara.

Sin embargo, todos vemos los desastres que provocan en las familias, pueblos y naciones, el ansia de poder, de mandar, de estar sobre los demás.

De esta soberbia, de este afán por dominar a los otros, surgen las guerras, violencias, terrorismos y muertes; surge el abuso de poder y el desprecio y persecución a los opositores; la soberbia, el orgullo y el egoísmo están en la raíz de este mundo dividido en ricos y pobres, fuertes y débiles, amos y siervos, opresores y oprimidos, entre los que utilizan a los demás en provecho propio y los que son engañados y manipulados.

Algunos piensan que el mundo de los hombres es como el de los animales, en el que impera la ley del más fuerte.

Los cristianos afirmamos que, si hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y Dios es Amor, sólo a través del amor se puede llegar a la verdadera felicidad. Y amar es darse, amar es poner todo lo que uno es y tiene al servicio de los demás; es, como decía el evangelio, ponerse en el último puesto, ya nos pondrá el Señor los primeros en el Reino; es no vivir buscando privilegios, influencias y "enchufes", sino acoger a los pobres, a los débiles, a los que cuentan poco para los hombres, pero mucho para Dios.

Si Dios se ha hecho hombre en Jesús de Nazareth y éste no se aprovechó de su categoría de Dios, sino que se anonadó, pasando como uno de tantos, y entregó su vida en la cruz por nuestra salvación, este es el camino que Dios quiere y, a través de él, seremos verdaderamente felices en la tierra, esa felicidad que nace desde dentro al estar liberados de muchas ataduras, y, sobretodo, seremos eternamente felices en el cielo.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

INVITAR A LOS POBRES

Jesús vivió un estilo de vida diferente. Quien quiere seguirlo con sinceridad, se siente  invitado a vivir de manera nueva y revolucionaria, en contradicción con el modo «normal»  de comportarse que observamos a nuestro alrededor.

¿Cómo no sentirse desconcertado e interpelado cuando se escuchan estas palabras  enormemente claras y sencillas? «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus  amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos, porque corresponderán  invitándote y quedarás pagado... Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados,  cojos y ciegos. Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los  justos».

Se nos invita a actuar desde una actitud de gratuidad y de comunión con el pobre,  opuesta totalmente a la lógica de quien busca acumular, aprovecharse y excluir a los demás  de la propia riqueza.

Se nos llama a compartir nuestros bienes gratis, sin seguir la lógica de quien busca  siempre cobrar las deudas, aun a costa de humillar a ese pobre «que siempre está en  deuda frente al sistema que lo exprime» (H. Echegaray).

Jesús piensa en unas relaciones humanas basadas en un nuevo espíritu de libertad,  gratuidad y amor. Un espíritu que está en contradicción con la práctica y el comportamiento  normal del sistema.

Unas relaciones propias de una humanidad nueva, germen de una comunidad diferente a  esta sociedad que siembra la muerte y desprecia al pobre.

De esta manera, los creyentes debemos sentirnos llamados a prolongar la actuación de  Jesús, aunque sea en gestos muy modestos y humildes.

Esta es nuestra misión evangelizadora. Dinamizar la historia desde ese espíritu  revolucionario de Jesús. Contradecir la lógica de la codicia y la acumulación egoísta.  Romper con nuestro comportamiento esa escala de valores que nos está deshumanizando  a todos.

Quizás, no lograremos cambios espectaculares y, menos, de manera inmediata. Pero,  con nuestra actuación solidaria, gratuita y fraterna, criticaremos el comportamiento social  actual como algo caduco y llamado a desaparecer, y anunciaremos así el hombre nuevo  que nacerá un día en la plenitud del Reino.

El que sigue de cerca a Jesús sabe que su actuación resulta absurda, incómoda e  intolerable para la «lógica» de la mayoría. Pero sabe también que con su actuar está  apuntando a la salvación definitiva, cuando, por fin, el hombre podrá ser humano.

JOSÉ ANTONIO PAGOLA

 

 

REFLEXIÓN - 3

EL AFÁN DE HONORES

Junto a los ídolos del dinero y del poder hay un tercer ídolo, no menos importante, que  es el afán de honores, cuya expresión más plástica nos la ofrece la imagen del banquete,  con su presidencia, sus lugares de honor, sus últimos puestos, sus discursos rimbombantes  y sus criados. Esta diversidad se advierte también a veces en las eucaristías cristianas.  Justamente en el evangelio de hoy, Lucas ofrece una teología de la asamblea cristiana, la  cual, por ser expresión del amor a Dios y a los hermanos, ha de ser fraternidad de iguales.

La asamblea cristiana está abierta a todos, pero con preferencia por los «pobres,  lisiados, cojos y ciegos». El último puesto es el mejor, y el peor es el primero. Mejor dicho:  sólo se puede presidir desde la humildad y la justicia, desde la igualdad y la caridad.  Naturalmente, la riqueza impide la disponibilidad, mientras que la pobreza la favorece.

Para entrar en el reino hay que renunciar a los honores, hay que ser desinteresado,  generoso, gratuito... Lo contrario de lo que hace el fariseo, el cual, sediento siempre de  honores, busca un lugar destacado en las sinagogas y en los banquetes y gusta de ser  saludado en las plazas públicas.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Por qué nos gustan tanto los honores? 

¿Se da a menudo entre nosotros la acepción de personas? 

CASIANO FLORISTAN