
EL BANQUETE DEL
SEÑOR
Miguel Payá -
Página franciscanos
Capítulo VII
EL DIÁLOGO
Dios nos ha hablado por medio del Hijo
2. LOS RITOS INICIALES
c) Acto penitencial
Después del saludo, el sacerdote invita al
acto penitencial, que realiza toda la comunidad con una
fórmula de confesión general, y acaba con la absolución del
celebrante.
Este rito es absolutamente nuevo en el Misal
actual. Antes lo hacía solo el celebrante, como una
confesión de su propia indignidad. Ahora ha dejado de ser
una plegaria privada para convertirse en una acción con la
que el celebrante juntamente con los fieles se reconocen
pecadores delante de Dios y del prójimo, e imploran el
perdón. De este modo, manifiestan su deseo de purificarse
para poder oír la palabra de Dios y recibir el Cuerpo y la
Sangre del Señor dignamente. El mismo Jesús recordaba que,
antes de llevar los dones al altar, era necesario
reconciliarse con el hermano, y, por tanto, con Dios (cf. Mt
5,23). No será la última vez que, a lo largo de la
celebración, confesamos nuestra realidad de pecadores,
indignos del amor de Dios, con palabras o con signos.
d) Señor, ten piedad
Bien formando parte del acto penitencial, o
inmediatamente después de él, nos encontramos con una
pequeña letanía que tiene una personalidad propia: es el
primer saludo de los fieles a Jesús, a quien aclaman con los
títulos principales de «Señor» y «Cristo» y a quien le piden
su misericordia. La importancia de esta aclamación queda
resaltada por estas normas del Misal: «Regularmente habrán
de hacerlo todos, es decir, tomarán parte en él el pueblo y
los cantores». Y, además, «si no se canta... al menos se
recita».
Esta letanía es una reliquia preciosa de la
antigua liturgia oriental. Ya la peregrina española Egeria
nos cuenta cómo, hacia el año 390, en Jerusalén, el diácono
comenzaba esta letanía, que continuaban los niños repitiendo
continuamente: «Kyrie eleison», «Señor, ten
piedad». Hacia el siglo V la letanía se introdujo en la
liturgia latina, pero conservándola en su lengua original
griega, y así ha pervivido hasta la reforma litúrgica
actual. Ahora la hemos traducido a las distintas lenguas que
hablamos, pero podemos seguir repitiéndola, al menos en
algunas celebraciones más solemnes, con las mismas palabras
con que han cantado a Cristo tantas generaciones cristianas:
«Kyrie eleison, Christe, eleison».