
EL BANQUETE DEL
SEÑOR
Miguel Payá -
Página franciscanos
Capítulo VII
EL DIÁLOGO
Dios nos ha hablado por medio del Hijo
2. LOS RITOS INICIALES
e) Gloria
Las Normas del Misal actual nos lo presentan
como «un antiquísimo y venerable himno con que la Iglesia,
congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al
Cordero y le presenta sus súplicas». En efecto, nos
encontramos con el himno más antiguo entre los que usa la
liturgia actual. Se compuso, no para la Eucaristía, sino
para la oración de la mañana de las fiestas; pero ya hacia
el siglo VI se introdujo en la celebración eucarística.
Presenta una estructura dividida en tres
partes: comienza con el canto de los ángeles la noche de
Navidad (cf. Lc 2,14); después se dirige al Padre con una
serie de expresiones de alabanza y gratitud, y ensalzando
sus nombres y atributos; en la tercera parte, la alabanza se
dirige a Cristo con todo entusiasmo, desembocando en una
pequeña letanía de súplica («Tú que quitas el pecado del
mundo») y en varias aclamaciones («Sólo tú eres Santo, sólo
tú Señor, sólo tú Altísimo»). Y acaba con una invocación
trinitaria.
Como es un himno alegre y festivo, sólo se
utiliza los Domingos, excepto los de Adviento y Cuaresma, y
en las solemnidades y fiestas.
f) Oración colecta
Los ritos iniciales acaban con esta oración
que lleva el calificativo curioso de «colecta», es decir,
«reunión, aportación». Y es que nos encontramos con la
primera de las «oraciones presidenciales», que son las que
hace el sacerdote en nombre de los fieles y en virtud de la
misión que la Iglesia le ha conferido. Por eso tiene una
estructura dialogal: primero, el sacerdote invita al pueblo
a orar; y, todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato
en silencio para hacerse conscientes de estar en la
presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas;
después, el sacerdote, como recogiendo las súplicas de
todos, pronuncia esta oración de pie con los brazos
levantados y extendidos; y, finalmente, todos se unen a ella
y dan su asentimiento con el «Amén».
La estructura de la oración que dice el
sacerdote es típica: a la invocación del nombre de Dios, le
sigue una ampliación que expresa la peculiaridad de la
fiesta o algún aspecto de la iniciativa salvadora de Dios;
después se pasa a una súplica, para concluir con una
alabanza a la Trinidad centrada en la mediación de Cristo y
la unidad del Espíritu Santo.