REFLEXIONES  
 

 

REFLEXIÓN - 1

" ME HA UNGIDO, ME HA ENVIADO"

Nuestros obispos publicaron un importante documento, reflexionando sobre la situación actual a todos los niveles, social, político y religioso y sobre la presencia de los cristianos en la transformación de la sociedad.

Hay quienes quisieran, y hacen todos los esfuerzos para conseguirlo, que la Iglesia estuviera callada ante los problemas de la sociedad y los caminos por los que se orienta; otros piensan que la Iglesia debe encerrarse en sus iglesias y hablar únicamente a sus fieles practicantes, más aún, que no existiesen iglesias y los cristianos viviesen su fe en la clandestinidad; también están los que abogan por que la religión sea algo personal e íntimo, como un residuo de culturas primitivas.

"El mundo de la libertad es un mundo sin Dios y donde el hombre debe tomar su lugar", dicen algunos. No se dan cuenta que si dejamos al hombre en el lugar de Dios, nos convertimos en esclavos. Y es que la tentación del hombre siempre ha sido querer ser como Dios para dominarlo todo. Por eso los grandes se endiosan, oprimen y esclavizan a sus semejantes.

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar la libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor"

Todo bautizado ha sido ungido, como Jesús, para llevar a cabo su misma misión.

Ser cristiano no es tanto practicar una religión cuanto seguir a una persona, Jesucristo, que es el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nuestra salvación. ¿A quién por encima de Él debemos escuchar y seguir?

El cristiano sabe que sólo en Jesucristo tendremos la verdadera libertad, que él nos ilumina con su ejemplo y con su palabra, el camino de la vida para que no vayamos tropezando como ciegos; sabemos que orientando nuestras vidas desde el Evangelio, el mundo será mejor, más justo y más fraterno.

Y este mensaje de vida y de esperanza no nos lo podemos quedar sólo para nosotros, hemos de anunciarlo a los cuatro vientos, "desde la azotea", como decía Jesús. Hemos de denunciar todo aquello y a todos aquellos que quieren mantenernos en la esclavitud, que quieren manipularnos para sus intereses comerciales, sociales o políticos.

No es fácil ir contracorriente, no es fácil decir palabras y tener comportamientos que denuncien los de quienes, buscando únicamente sus intereses o los de su grupo, anulan la verdadera libertad.

En estas horas no podemos callarnos, encerrarnos, anularnos.

Hay que defender, denunciando si es necesario, los valores del Evangelio.

No temamos, el Señor está con nosotros. También a Jesús, después de sus palabras en la sinagoga, lo quisieron tirar por el barranco, pero no pudieron.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

"NO SOLO UN ASUNTO PRIVADO "

Para dar la Buena Noticia a los pobres...

Está muy extendida entre nosotros la tendencia a comprender y vivir la fe como un asunto puramente privado. Bastantes piensan que la presencia comprometida de la Iglesia en la vida pública es algo totalmente ajeno a la acción evangelizadora querida por Jesús.

La Iglesia tendría una misión exclusivamente religiosa, de orden sobrenatural, ajena a los problemas políticos y económicos, y debería limitarse a ayudar a sus fieles en su santificación individual.

Pero luego se observa una postura curiosa. Se bendice y aprueba la intervención eclesial cuando viene a legitimar o fortalecer las propias posiciones, y se la condena como una degradación de su misión o una intrusión ilegítima cuando critica las propias opciones. Este doble criterio a la hora de valorar la intervención de la Iglesia, ¿no está indicando una fidelidad mayor a la propia opción socio-política que a la búsqueda sincera de las auténticas exigencias de la fe?

Es indudable que la Iglesia puede en algún caso no respetar debidamente la autonomía propia de lo político y económico. Pero lo que resulta sospechosa es esa reacción casi visceral ante cualquier posicionamiento de la Iglesia que trate de concretar las exigencias sociales de la fe, sin coincidir con nuestra propia posición.

Lo paradójico es que, con frecuencia, se le pide a la Iglesia que «se dedique a lo suyo». Pero, resulta que «lo suyo», es actuar animada por el mismo Espíritu de Jesús quien se veía «enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos... y a dar libertad a los oprimidos».

No se quiere entender que la Iglesia, si quiere seguir a Jesús, debe buscar la salvación integral del hombre, que abarca a las personas concretas, los pueblos, las estructuras y las instituciones creadas por el hombre y para el hombre.

La Iglesia es entre nosotros una institución de gran incidencia pública, un «poder fáctico», como dicen algunos. El problema de la Iglesia es cómo convertirse en servicio evangelizador, inspirador de una sociedad más humana y fraterna, cómo poner su influencia social al servicio de los más desheredados de la sociedad.

La salvación cristiana no puede reducirse a lo económico ni a lo político o cultural, pero la Iglesia «no admite circunscribir su misión sólo al terreno religioso, desentendiéndose de los problemas temporales del hombre». Es un deber suyo «ayudar a que nazca la liberación... y hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización» (Pablo Vl).

JOSE ANTONIO PAGOLA

 

 

REFLEXIÓN - 3

"UNA BUENA NOTICIA"

Actualmente, con los medios de comunicación que tenemos -periódicos y revistas, radio, y la televisión sobre todo-, cualquiera que realice una obra más o menos importante es conocido en seguida, y lo entrevistan y le ofrecen la oportunidad de explicar qué es lo que ha hecho, y por qué, y le dan publicidad... tanto si se trata de un libro, de una película, de una serie televisiva o de un edificio monumental... Y, a veces, acabamos bastante hartos de algunos de estos personajes porque salen en todas partes.

- La poca relevancia de los evangelistas

Hace siglos, las cosas no eran precisamente así. Era muy difícil conseguir una gran popularidad. Pocos autores o artistas eran conocidos, y si lo eran, lo eran en un ámbito más bien reducido. Y, en el caso de los autores literarios, si además escribían sobre algo de poca importancia social, imaginaros: no los conocía nadie. Esto es lo que pasaba con los autores de los evangelios: que no los conocía casi nadie, porque escribían sobre un hombre que había muerto en un rincón del mundo y que lo único que tenía era unos cuantos seguidores. Que ciertamente estaban dispersos por todas partes, pero eran pocos y tenían poca importancia social.

Por eso sabemos tan pocas cosas de los cuatro evangelistas: ni dónde habían nacido, ni dónde escribieron, ni nos explican en ningún sitio cómo lo hicieron, de dónde sacaron la información. Entonces no existían los diarios ni la televisión, y quizás aunque hubieran existido, nadie se habría interesado demasiado por lo que escribían, ¡los cristianos tenían tan poca influencia en aquellos primeros tiempos!

Pero... resulta que hoy, casi veinte siglos después de que aquellos cuatro seguidores de Jesús escribieran sus historias, en todo el mundo millones de hombres y mujeres se han reunido igual que nosotros estamos aquí reunidos, y han leído, como nosotros lo hemos hecho, un fragmento de lo que nos narraron aquellos evangelistas casi desconocidos. Concretamente, un trozo del evangelio de Lucas, que es el que seguiremos a lo largo de todo este año.

- Los motivos de Lucas para escribir el evangelio

Y hoy, precisamente, leemos el único fragmento de todos los evangelios en que un evangelista explica cómo ha realizado su redacción, y por qué la ha llevado a cabo. Como si le hicieran una entrevista en el periódico o en la televisión. Nos decía Lucas -lo recordáis- que ha partido de "las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra". Y explica que ha intentado informarse bien y "he resuelto escribirlos por orden, para que conozcáis la solidez de las enseñanzas que habéis recibido".

Realmente merece la pena recordar estas palabras de Lucas. Él no conoció a Jesús. Pero después de hacerse cristiano, estuvo atento a lo que explicaban los apóstoles y discípulos que lo habían conocido, y decidió ofrecer a la comunidad este servicio: una narración seguida de las cosas que él consideraba más importantes y estimulantes de todo lo que Jesús dijo e hizo, para reafirmar y consolidar la fe de aquellos que los leyeran. Debía ser poca, la gente de las comunidades para las que escribió su evangelio. Pero gracias a él y a sus ganas de ofrecer este servicio, y gracias a los otros evangelistas, millones de cristianos de todos los tiempos, podemos disponer de este punto de referencia decisivo para nuestra fe: el Evangelio, la Buena Noticia de la salvación.

- Los evangelios, presencia de Jesús y de su Buena Noticia

Gracias a Lucas, hoy Jesús se ha hecho presente entre nosotros. Gracias a Lucas, Jesús nos ha proclamado: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres", y esto ha reafirmado una vez más nuestra fe y nuestra esperanza. Gracias a Lucas y a los otros evangelistas, domingo tras domingo la Palabra del Señor Jesús nos reúne y nos empuja y nos transforma.

Ciertamente, los evangelios no fueron ningún best-seller en su tiempo, ni los evangelistas se hicieron ricos cobrando derechos de autor. Los evangelios y los evangelistas fueron lo mismo que es toda la fe cristiana: una semilla pequeña, desconocida, irrelevante en medio del mundo... pero una semilla que llevaba dentro el amor de Dios, la vida de Dios, la fuerza de Dios que es capaz de transformar los corazones. Por eso nosotros continuamos leyendo y venerando estas palabras: porque en ellas hemos encontrado el amor de Dios que nos da vida y nos transforma.

Demos gracias. Y hagamos que la palabra del Evangelio esté cada vez más presente en nuestra vida, escuchándola con más atención aquí en la iglesia y encontrando más momentos personales para leerla en casa. Para que Jesús esté más cerca.

EQUIPO-MD