"YO
NO SOY TONTO"
Ser pobre o ser rico;
tener hambre o tener una despensa bien provista; el
sufrimiento, la tristeza o la alegría de la fiesta, aun
de la juerga y la francachela; el ser bien visto,
alabado, felicitado, a cualquier precio, o el ser
perseguido a causa del Señor.
La primera respuesta,
aun de muchos cristianos, sería: es de tontos no querer
la riqueza, tener la despensa bien provista, la fiesta y
la alegría, las alabanzas y el buen nombre.
Y muchos, que no
quieren ser "tontos", se afanan por conseguir las
riquezas; el dinero y las cosas materiales que
proporciona, se ha convertido en una obsesión; hay
algunos que ya no miran cómo lo consiguen: vendiéndose,
estafando, con corruptelas, aprovechándose de su puesto
y de los que tienen por debajo... Tengo dinero, soy
feliz.
Y muchos, que no
quieren ser "tontos", viven tirando lo que otros
necesitan. Mesas bien repletas, recetas de grandes
cocineros..., siempre con problemas de peso y de
cintura. No importa que a su puerta estén los pobres
"Lázaros". Comamos y bebamos que mañana moriremos.
Y muchos, que no
quieren ser "tontos", aunque no haya motivos para la
alegría, hay que fingirla: se confunde la alegría con la
risotada y la vida hecha un carnaval.
Y los que, para no ser
"tontos", se venden, venden sus conciencias por una
alabanza, por un puesto, buscando privilegios y
reverencias. No importa, si hay que cambiar de chaqueta,
se cambia; lo importante es estar arriba.
¿Y quién no estamos de
una manera u otra en esta dinámica?
A veces se piensa: Si
son dichosos los pobres, los que tienen hambre, los que
lloran, los perseguidos a causa del Señor, ¿para qué
preocuparnos de ellos?; que se preocupe Dios.
Y Dios se preocupa:
ellos serán los primeros en su reino en el "más allá".
Y en el "más acá",
también se preocupa, a través de la mediación humana,
que es la que suele fallar, echando después las culpas a
Dios.
Si Dios ha hecho una
opción preferencial por los pobres, los que pasan
hambre, los que lloran, los perseguidos a causa de
Jesucristo, ¿por qué los que nos decimos cristianos
estamos tan apegados a las cosas materiales, que nos
esclavizan, especialmente el dinero?, ¿por qué ese
rechazo del dolor, del sufrimiento, de todo lo que
cuesta esfuerzo?, ¿por qué permitimos, sin rebelarnos,
un mundo de pocos inmensamente ricos y muchos
inmensamente pobres, un mundo de injusticias, guerras y
violencias y los sufrimientos que conllevan?, ¿por qué
en lugar de denunciar evangélicamente, con hechos y
palabras, el pecado de la sociedad, nos sentamos en las
poltronas y lo consentimos todo?
Tal vez es que tenemos
miedo a complicarnos la vida; no acabamos de creer en
las bienaventuranzas.
Pidamos en la
Eucaristía que el Señor nos dé su fuerza para ser
auténticos testigos.