REFLEXIONES  
 

 

REFLEXIÓN - 1

" LA CEGUERA DE LA CIENCIA "

Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?

Muchos de nosotros hemos sido educados en un clima de optimismo y fe ciega en la eficacia de la ciencia. A lo largo de los años, ha ido penetrando en nosotros la convicción de que la ciencia nos irá rescatando poco a poco de la ignorancia, y la tecnología nos irá liberando de las necesidades y miserias que nos impiden alcanzar hoy la felicidad.

La ciencia sería la gran esperanza para el hombre. Por el contrario, la religión no es sino un estorbo para el progreso humano, un obstáculo para el desarrollo de la humanidad. Sin duda, la religión habría cumplido un papel importante y útil en la época precientífica, cuando aquel hombre primitivo e ignorante necesitaba sentirse protegido por los dioses frente a las fuerzas desconocidas del cosmos.

Pero, en la medida en que la ciencia nos vaya liberando de la ignorancia y de la miseria, la religión irá desapareciendo al quedar privada de verdadera utilidad. Así sienten bastantes.

Sin embargo, ya no se respira hoy en los ambientes científicos el optimismo de comienzos de siglo. Cada vez se ve con más claridad que el progreso científico no debe confundirse con el desarrollo y crecimiento del hombre. La ciencia nos puede ofrecer soluciones técnicas para los diversos problemas, pero no podemos esperar de ella la solución del hombre como problema.

La razón es bastante clara. La ciencia es ciega. Carece de dirección. El progreso científico depende de la orientación que le imprima el mismo hombre que la guía. De hecho, el progreso ha desarrollado el produccionismo, el consumismo artificial, la desigualdad cada vez mayor entre los privilegiados y los marginados.

¿No necesita este progreso científico una dirección desde la fe en un Dios salvador del hombre? ¿No está pidiendo todo este desarrollo una orientación moral y religiosa que lo encauce hacia la construcción de una humanidad más justa, más fraterna y más libre? Según el ejemplo gráfico de Jesús, cuando un ciego guía a otro ciego, corren el riesgo de caer los dos en el hoyo. Nosotros hemos caído ya en la espiral del crecimiento por el crecimiento, el desarrollo por el desarrollo, sin saber exactamente hacia dónde vamos. Quizás la fe, lejos de desaparecer se haga más necesaria que nunca para guiar a una humanidad necesitada de luz y sentido.

JOSE ANTONIO PAGOLA

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

"NO TE DEJES VENCER POR EL MAL"

La advertencia de Jesús es fácil de entender. "No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto. No se cosechan higos en las zarzas, ni se vendimian racimos en los espinos".

En una sociedad dañada por tantas injusticias y abusos, donde crecen las «zarzas» de los intereses y las mutuas rivalidades, y donde brotan tantos «espinos» de odios, discordia y agresividad, son necesarias personas sanas que den otra clase de frutos. ¿Qué podemos hacer cada uno para sanar un poco la convivencia social tan dañada entre nosotros? Tal vez hemos de empezar por no hacerle a nadie la vida más difícil de lo que ya es. Esforzarnos por vivir de tal manera que, al menos junto a nosotros, la vida sea más humana y llevadera. No envenenar el ambiente con nuestro pesimismo, nuestra amargura y agresividad. Crear en nuestro entorno unas relaciones diferentes hechas de confianza, bondad y cordialidad.

Son necesarias también personas que sepan acoger. Cuando escuchamos y acogemos a alguien, lo estamos liberando de la soledad y le estamos infundiendo nuevas fuerzas para vivir. Por muy difícil y dolorosa que sea la situación en que se encuentra, si la persona descubre que no está sola y tiene a alguien a quien acudir, nacerá de nuevo en ella la esperanza. Qué gran tarea puede ser hoy ofrecer refugio, acogida y respiro a tantas personas maltratadas por la vida.

Hemos de desarrollar también mucho más la capacidad de comprensión. Que las personas sepan que, hagan lo que hagan y por muy graves que sean sus errores, en mí encontrarán siempre a alguien que las comprenderá. Tal vez hemos de empezar por no despreciar a nadie ni siquiera interiormente.

No condenar ni juzgar precipitadamente y sin compasión alguna. La mayoría de nuestros juicios y condenas de las personas sólo muestran nuestra poca calidad humana. Es también importante poner fuerza interior en el que sufre. Nuestro problema no es tener problemas, sino no tener fuerza para enfrentarnos a ellos. Junto a nosotros hay personas que sufren inseguridad, soledad, fracaso, enfermedad, incomprensión... No necesitan sólo recetas para resolver su crisis. Necesitan a alguien que comparta su sufrimiento y ponga en sus vidas la fuerza interior que las sostenga.

El perdón puede ser otra fuente de esperanza en nuestra sociedad. Las personas que no guardan rencor ni alimentan de manera insana el odio o la venganza, sino que saben perdonar desde dentro, siembran esperanza en el mundo. Junto a esas personas siempre crecerá la vida.

No se trata de cerrar los ojos al mal y a la injusticia del ser humano. Se trata sencillamente de escuchar la consigna de san Pablo: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien". La manera más sana de luchar contra el mal en una sociedad tan dañada en algunos valores humanos es hacer el bien «sin devolver a nadie mal por mal...; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres» (Rm 12, 17-18).

JOSE ANTONIO PAGOLA

 

 

REFLEXIÓN - 3

"LO QUE REBOSA DEL CORAZÓN, LO HABLA LA BOCA"

EL DISCÍPULO EJEMPLAR 

1. Para especificar las actitudes que deben tener los discípulos, Jesús afirma cuatro  cosas: un ciego no es un buen guía; un discípulo no es más que su maestro; la viga en el  ojo propio es mayor que la mota en el ojo ajeno; y todo árbol debe ser podado para que dé  fruto abundante 

2. El verdadero discípulo cristiano se reconoce por su misericordia y por sus obras. Para  guiar a otros hace falta lucidez; para dejarse guiar es preciso tener confianza. Sin  autocrítica no es posible ejercer la crítica.

3. Lo que importa es la palabra que sale del corazón, lo que va de dentro afuera: así es el  amor. Es secundario lo que procede del mero cumplimiento: así es la ley. Pero, en definitiva,  lo que importa es hacer, dar fruto.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Por qué juzgamos mucho más duramente a los demás que a nosotros mismos?

¿Con qué criterios decimos que se producen frutos? 

CASIANO FLORISTAN