
INDICACIONES GENERALES
1.
Que un domingo se celebre la fiesta (¡y se diga la misa!) de
la dedicación de S. Juan de Letrán, una iglesia de Roma,
resulta difícil de comprender a la gente. ¡Si se tratase de
S. Pedro del Vaticano...! Las "razones" del calendario
litúrgico no son las "razones" de la gente. Hacer
disquisiciones históricas tampoco resulta muy esclarecedor.
Vale más, por tanto, dejarse de justificaciones y limitarse
a decir que los textos de esta fiesta de tradición antigua
ofrecen una buena oportunidad para reflexionar sobre el
sentido profundo de la Iglesia.
2.
Las lecturas nos ofrecen estos temas: a) Jesús, el verdadero
templo; b) nosotros, el templo edificado sobre el cimiento:
Jesucristo; c) no convertir en mercado la casa del Padre; d)
el agua viva que mana del templo de Dios. Nos invitan, por
tanto, a pasar del templo de piedra al templo que somos los
creyentes y a Jesucristo, santuario personal en que Dios se
hace presente y activo en medio de los hombres.
ALGUNAS NOTAS CONCRETAS
1.
Destruid este templo. Cada religión tiene sus lugares
sagrados, donde la presencia de Dios se hace más tangible y
el contacto con él es más asequible. Para el cristiano no es
cuestión de lugares materiales; el gran santuario es
Jesucristo: él es la presencia de Dios; a través de él
entramos en contacto con el Padre ("ni en este monte ni en
Jerusalén daréis culto al Padre": Jn 4, 21).
2.
Y en tres días lo levantaré. Pero Jesús resucitó. Dejó de
ser visible y tangible; está con el Padre y participa de la
"invisibilidad" de Dios. No tenemos acceso directo a El;
necesitamos, por tanto, otras "mediaciones".
3.
Nadie puede poner otro cimiento. Jesucristo no es un dato
archivado, que pertenece a la historia: continúa siendo el
cimiento que hace sentir su influjo en toda la construcción
y en cada una de sus piedras; es el punto de referencia
obligado: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". El tema
Dios está íntimamente ligado a él: "nadie va al Padre sino
por mí" (Jn 14, 6); no conocemos otro Dios que "el Dios y
Padre de Nuestro Señor Jesucristo"; no podemos pensar en
Dios o referirnos a él de modo abstracto y filosófico: "A
Dios nadie jamás le vio"; solamente "el Unigénito es quien
lo ha revelado" (Jn 1, 18). Por eso el cristiano escruta
siempre los testimonios de Jesús (los evangelios y los demás
testimonios del Nuevo Testamento) para edificar en ellos su
vida.
4. El
Templo de Dios es santo; ese templo sois vosotros. El
cristianismo no es una religión de "cosas sagradas" sino de
"personas santas". Dios no se manifiesta en unos objetos
inanimados (una piedra, un animal, una planta, una imagen,
una construcción..). Dios se manifiesta en el hombre Jesús
de Nazaret y en los creyentes que constituimos la Iglesia:
edificio construido por Dios sobre el cimiento que es
Jesucristo, ensanchamiento del "cuerpo de Cristo" que anima
y penetra el mismo Espíritu de Dios que conduce a Jesús a lo
largo de su vida y que, una vez resucitado, él nos envía
"como primicia", como una nueva creación: "exhaló su aliento
sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20,
22). El tema del santuario se extiende de Jesús a nosotros,
los creyentes.
5.
No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. "Si alguno
destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque
el templo de Dios es santo". No se trata simplemente del
rumor de monedas en torno a nuestros templos materiales. La
Iglesia -cada comunidad de Iglesia, la gran comunidad de la
Católica-, ¿es de veras el templo de Dios, el cuerpo de
Cristo, el lugar donde los hombres pueden reconocer a
Jesucristo y, por él, hallar al Padre? La palabra
"profanación" la asociamos aún con demasiada frecuencia a
las cosas sagradas (un templo, una imagen, un altar, unos
vasos, las especies eucarísticas.. ). Pablo la aplica a los
cristianos y a las comunidades de Iglesia. Y recuérdese Mt
25.
6.
Mire cada uno cómo construye. Profanamos el templo de Dios
cuando, sobre el cimiento que es Jesucristo, ponemos
materiales que no encajan y que desvirtúan la atención hacia
aspectos, valores, intereses que no son los de la vida de
Jesús de Nazaret. Cada comunidad está llamada a examinarse
sobre sus materiales preferidos, su estructura, el rostro y
la imagen que ofrece. Cada cristiano y cada comunidad
cristiana es una "mediación" necesaria para ir a Jesús y al
Padre. De ahí su grandeza y también su responsabilidad.
7.
Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo.. ¿Y
nuestras iglesias de piedra? El nombre cristiano es iglesia
(asamblea, reunión, congregación). La Iglesia está
constituida por los que nos reunimos en nombre y alrededor
de Cristo resucitado. Pero somos de carne y hueso y
necesitamos (¡nosotros, no Dios!) edificios materiales. La
palabra iglesia ha pasado también a significar estos lugares
donde nos reunimos los cristianos para celebrar la
eucaristía. pero, ¡cuidado!: el edificio no es propiamente
"la casa de Dios" sino "la casa de la iglesia", de la
comunidad cristiana. Jesucristo está presente y Dios se nos
hace accesible no en un lugar concreto, sino en nuestra
reunión de creyentes, de Iglesia (Mt 18, 20). Por eso abrir
nuestros templos al clamor de los pobres, convertirlos en
lugar de acogimiento, de colecta de dinero, no sólo no es
ninguna "profanación" sino que está en la línea del
evangelio. Porque la comunidad cristiana (y, por tanto, sus
locales) no está en función de sí misma, sino de Jesucristo
y de los hombres, sobre todo "de ésto mis humildes hermanos"
(Mt 25, 40). Nuestros edificios de piedra serán tanto más
"casa de Dios" cuanto más sean "casa de los hombres".
JOSEP M. TOTOSAUS