REFLEXIONES  

 

 

REFLEXIÓN - 1

EL TEMPLO DE DIOS

Como hemos dicho, hoy coincide nuestra reunión dominical con la fiesta de la consagración de la catedral de Roma, la basílica de San Juan de Letrán (de hecho y en contra de lo que piensan muchos, la catedral de Roma no es San Pedro del Vaticano sino San Juan de Letrán). Es una fiesta que nos invita a valorar nuestras iglesias -más antiguas y más modernas, más grandes o más pequeñas- pero que, sobre todo, nos invita a valorar que "el templo de Dios" no son los edificios sino Jesucristo y los hombres.

-El templo de Dios es JC y el hombre.

Porque es realmente sorprendente que las lecturas que hoy hemos escuchado no nos hablan tanto de los edificios, de los templos materiales, como de los hombres. De los hombres que son -para los cristianos- el auténtico templo de Dios, es decir, el lugar de la presencia de Dios. En primer lugar, el Hijo del Hombre, Jesucristo; pero también cada cristiano, cada hombre.

En las antiguas religiones el templo era con frecuencia el lugar sagrado donde Dios o los dioses se hacían presentes. En el cristianismo ya no es así. Dios se manifestó, se hizo presente en el hombre Jesús de Nazaret, su Hijo. Por esto, en el evangelio, hemos escuchado cómo Jesús se atreve a decir que él es el "santuario", el "templo" de Dios. Es decir, donde Dios se manifiesta, actúa y habla. Y por esto san Pablo nos ha dicho que también todos nosotros somos templo de Dios, construido sobre el cimiento de JC (sobre la fe en JC): "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él: porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros".

-Consecuencias para nosotros.

De estas afirmaciones de la palabra de Dios podríamos sacar dos conclusiones: la primera referente a JC; la segunda referente a nosotros.

DECIR QUE JC ES EL TEMPLO DE DIOS significa creer que en él se manifestó Dios. El Dios que -como dice el evangelio de Juan- nadie vio jamás, nos fue revelado por JC. Y esto significa que todos los que nos llamamos cristianos no podemos hacernos nuestro "dios" a imagen y semejanza nuestra, según nuestros criterios y modos de actuar, sino según lo que nos dice JC. Podríamos decir que cristiano no es tanto aquel hombre o mujer "que va a la iglesia" o "que va a misa" sino aquel que vive, cada día, en todas partes, como discípulo de JC, intentando vivir -a pesar del pecado que todos tenemos- como nos enseñó JC. Porque solamente El es el camino de vida, el camino de verdad. Solamente en El conocemos al Dios verdadero, no el "dios" que nos hacemos nosotros.

LA SEGUNDA CONCLUSIÓN SE REFIERE A CADA HOMBRE. A cada uno de nosotros y a cada uno de los hombres. Todos estamos llamados a ser "templo de Dios". Mejor dicho, para Dios, lo somos todos. De lo que se deduce que todo hombre merece respeto, estimación, valoración. "Si alguno destruye el templo de Dios -nos ha dicho san Pablo, repitámoslo-, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros".

Lo cual significa que cada hombre y cada mujer es sagrado. No puede ser convertido por nosotros en alguien a quien consideramos como esclavo o servidor nuestro, en alguien a quien no sabemos perdonar, comprender, ayudar. Ningún hombre puede ser considerado solamente como un instrumento, un productor o un objeto de placer para nosotros. Cada hombre y cada mujer, sea barrendero o artista de cine, sea gobernante o un obrero sin trabajo, sea viejo o niño, sea un ejecutivo triunfante o un minusválido, sea una mujer llena de belleza o una mujer fea, sea un policía o un terrorista, todos siempre a pesar de todo son "sagrados", son templo de Dios. Merecedores de todo amor, de todo respeto, de toda comprensión.

-Nuestras iglesias.

Sin embargo, antes de terminar, permitidme que diga algo sobre nuestras iglesias, estos edificios en que nos reunimos para orar, para celebrar la fe en JC. Ya hemos dicho que no son lo más importante -que lo más importante es JC y cada hombre, pero también son importantes nuestras iglesias. Y la fiesta de hoy nos lo recuerda.

Son importantes porque son signo de la Iglesia, de la comunidad cristiana. Y porque las necesitamos como lugar de reunión, de celebración. Tenemos el ejemplo de siglos anteriores, del pueblo cristiano que hace siglos dedicó un gran esfuerzo a la construcción de iglesias en las que se expresaba la fe. No porque fueran iglesias ricas, sino iglesias bellas, muchas de ellas obras de arte popular.

Quizá no sea ahora el momento de construir grandes iglesias. Pero sí las necesarias. Y, sobre todo, de sentirnos todos los cristianos responsables de la conservación y mejora de nuestras iglesias. Porque, de algún modo, son nuestra casa, la casa de nuestra comunidad cristiana. De la que todos debemos sentirnos responsables.

JOAQUIM GOMIS
 

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

 EL MODO DE ADORAR A DIOS

Sobre el monte Celio, en Roma, se alzaba el palacio imperial de Letrán, que regaló Constantino al Papa san Silvestre. En este lugar se edificó más tarde la Basílica del Salvador, cuya dedicación celebramos hoy. Para entender el verdadero sentido de esta fiesta, así como de todas las fiestas que celebramos en el aniversario de la dedicación de cualquier iglesia, conviene revisar un poco nuestras ideas y nuestro vocabulario respecto al templo cristiano.

Porque vulgarmente llamamos iglesia al edificio material que alberga a los cristianos reunidos para dar culto a Dios, siendo así que, en sentido bíblico, la verdadera iglesia en la que habita el Espíritu Santo es la comunidad cristiana. Decimos que la iglesia es casa de Dios y que, por lo tanto, merece sumo respeto, siendo así que Dios está con nosotros allí donde dos o más nos reunimos en su nombre. Y su presencia en el mundo no está necesariamente vinculada a ningún lugar concreto.

¿Os acordáis de aquel diálogo entre Jesús y la Samaritana?:

"Nuestros padres adoraron en este monte (el monte Garizim) y vosotros decís que en Jerusalén es donde se debe adorar." Pero Jesús respondió: "Creéme, mujer, que llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre... Llega la hora -ya estamos en ella- en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad." (/Jn/04/20-23).

Así pues, lo importante no es ya el lugar, sino el modo de adorar a Dios.

Y lo verdaderamente santo no es el templo, sino el pueblo de Dios. Este es el que merece nuestro respeto. Porque él es el verdadero templo de Dios edificado con piedras vivas. Cualquier intento de localizar a Dios en un determinado lugar, no sólo es un retroceso al Antiguo Testamento, para recaer en la concepción judía del templo, e incluso en la visión pagana de lo sagrado, sino que además se corre inevitablemente el riesgo de parcelar nuestra vida para dedicar a Dios únicamente una hora a la semana.

Primero, decimos, es la obligación y después la devoción; y claro está que el negocio, si es verdad que "el negocio es el negocio", no tiene que ver nada con la devoción, si suponemos que la devoción es la misa. De esta suerte, representamos dos papeles contradictorios: el uno pertenece a la esfera de lo sagrado y el otro a la esfera de lo profano. ¡Bonita manera ésta de hacer completamente ineficaz nuestra vida cristiana!

Esta misma concepción de lo sagrado como un tiempo y un lugar determinado, se manifiesta en el afán de construir hermosos templos que después se quedan vacíos, mientras somos poco sensibles a los problemas que plantea el digno acomodo de tantas familias.

¿No puede pasarnos también a nosotros que, como otros fariseos del siglo XX, hagamos nuestras ofrendas al Templo y nos olvidemos de los más elementales deberes de caridad para con el prójimo?

Desde que el Señor vino al mundo, el verdadero templo, el que El destruyó y reconstruyó en tres días, es su propio cuerpo. En él, como dice San Pablo, habita la plenitud de la divinidad. Después de su Ascensión a los cielos, el templo de Dios en el mundo es el cuerpo místico de Cristo, es decir, la Iglesia, y todo eso que nosotros llamamos vulgarmente iglesias no son otra cosa que las casas del pueblo de Dios.

Claro está que los templos merecen nuestro respeto, pero ese respeto lo tributamos al pueblo de Dios y, en definitiva, al Dios vivo que está en medio de él. Este es el pueblo que el Señor visitó y adquirió para sí con el precio de su sangre. (...)

Al celebrar la dedicación de una iglesia, lo que celebramos en realidad es el principio de la fe de un pueblo, el advenimiento de Cristo como salvación de este pueblo. Pues Cristo habita por la fe en el corazón de los creyentes. Después, estos fieles unidos en un solo Señor y en un solo bautismo, se reunirán en santa asamblea. Y es entonces cuando se necesitan los templos materiales. Y es entonces cuando la comunidad edifica su casa.

Para conocer una familia es una buena ayuda conocer su domicilio.

Así también, para conocer la comunidad cristiana resulta interesante ver la casa en donde se reúne. Días como éste, en el que celebramos la fundación de un templo, se prestan especialmente a reflexión para descubrir lo que somos, considerando las casas en donde nos reunimos: ¿Somos adoradores en espíritu y en verdad?

EUCARISTÍA

 

 

REFLEXIÓN - 3

EL TEMPLO CRISTIANO

Hablemos del templo cristiano siguiendo la orientación de las lecturas de hoy.

1. Del Templo mana el agua de la vida: la visión de Ezequiel es preciosa. Descubre en el templo un manantial, que se convierte en riachuelo, río y mar. Ese agua lo vivifica todo. Siembra la vida por donde pasa y destruye la muerte. Hasta el mar de aguas salobres se transforma en mar donde es posible la vida de multitud de peces, donde es posible la pesca milagrosa. Es una imagen que nos indica que en el templo cristiano está la fuente de la vida. Que es como el pozo en el que la Samaritana encuentra un agua que salta hasta la vida eterna, un agua viva. Ir al templo es beber de la Fuente, es encontrarse con la realidad primera, con el seno del que nacen todas las formas de vida.

2. El verdadero templo es el Cuerpo de Jesús El espacio donde habita en plenitud la divinidad es un cuerpo humano, que vivió en la tierra durante 33 años y que ahora está glorificado para siempre: ¡es el Cuerpo de Jesús! Del costado derecho de ese templo mana el Agua de la Vida: torrentes de agua viva que todo lo llenan de vida. Por eso, quien es ese templo, dijo "Yo soy la Vida".... "Quien tenga sed que venga a Mi y beba"... "El agua que yo le daré".. Sí, el Cuerpo de Jesús es el Templo por antonomasia, no construido de piedras, sino engendrada por obra del Espíritu Santo y de María virgen. Comulgar el cuerpo de Cristo es entrar en el templo, no solo como un visitante, sino como una piedra viva, como una piedra viviente incorporada al Templo. Quien forma parte del Templo da vida y vida abundante, con Jesús.

3. Los cristianos somos piedras vivas del Templo de Dios. La comunidad cristiana es el ámbito de la presencia del Verdadero Templo que es Jesús. "Donde dos o tres estáis reunidos, allí estoy yo en medio de vosotros". "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, sin mi no podéis hacer nada". Tenemos vocación de templo en el Cuerpo de Cristo. Tenemos, por eso también, vocación de con-templa-tivos. Toda realidad se convierte para nosotros en presencia del Espíritu del Señor que llena la tierra. Todo rostro humano lleva la impronta del verdadero templo.

Esto nos orienta en la línea del mensaje de la carta a los Hebreos. Los cristianos queremos construir la nueva Jerusalén, con su templo que es el Cuerpo del Señor. Nos resulta insuficiente, radicalmente insuficiente, la vieja Jerusalén, con su viejo templo que siempre puede ser destruido.

Es verdad que la estructura religiosa del Templo tiene grandes valores. Es verdad que podemos y debemos cultivar esa experiencia humana que tiene como escenario simbólico el Templo, la Iglesia. Pero no debemos quedarnos ahí. El templo es un símbolo que nos remite a una realidad que abarca toda la tierra. Porque la Gloria de Dios llena el Universo. Porque ya ahora, en este tiempo -como dijo Jesús a la Samaritana- no se adora a Dios en este o en aquel monte, sino "en espíritu y verdad"