PALABRA DE DIOS 

 

 

 

PRIMERA LECTURA
Lamentaciones 3, 17-26

PRESENTACIÓN

Tanto por el contenido como por los elementos formales, estas  patéticas confidencias recuerdan las llamadas "confesiones" de  Jeremías y los salmos de lamentación individual, las plegarias más  sinceras y apremiantes que han brotado del corazón creyente de  Israel. Comienzan por la exposición del caso (vv 1-20). Es una especie  de voce mea ad Dominum clamavi (Sal 142). Los males que afligen y  abruman al orante están descritos en un crescendo aterrador: se halla  sumergido en el dolor y las tinieblas, estrujado física y moralmente;  Dios le es hostil, lo acecha como un oso, como un león en la  emboscada; pero siente sobre todo la crueldad del silencio de Dios:  «Por más que grito y pido socorro, se hace sordo a mi súplica» (v 8),  que ocasiona la burla de todo el pueblo.

En un segundo momento, cuando se siente más ahogado por la  tiniebla, el autor de esta lamentación, creyente auténtico, no de fe  endeble y vacilante, abre su corazón a la confianza en Dios. Este  movimiento que conduce de la angustiada tristeza a la serena  confianza atraviesa las partes autobiográficas del libro de Jeremías y  de todo el salterio. El autor de estos versículos, que no es un simple  espectador de la tragedia, sino que vive sumergido en ella, sabe que la  historia de la salvación está inseparablemente ligada al  hesed-rahamim, que es bondad benéfica y amor entrañable de Dios. 

Por eso con profundidad teológica y con gran eficacia literaria afirma:  «La misericordia de Yahvé no termina, y no se acaba su compasión,  antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad!»  (22-23).

El hombre aparece aquí como un ser que espera, que confía. Su  esperanza se apoya exclusivamente en Yahvé, meta, garantía y  síntesis de toda esperanza. Es una esperanza que encuentra sentido  en el amor fiel de Dios. La confianza del paciente representa el triunfo  de la fe sobre los determinismos de la carne. Con sus propias fuerzas,  el hombre puede llegar a ser un héroe trágico, pero no un caballero de  la fe.

F. RAURELL

 

LAMENTACIONES 3, 17-26

Me han arrancado la paz
y ya no me acuerdo de la dicha.
Pienso que se me acabaron ya las fuerzas
y la esperanza en el Señor.

Fíjate, Señor, en mi pesar,
en esta amarga hiel que me envenena.
Apenas pienso en ello,
me invade el abatimiento.
Pero, apenas me acuerdo de ti,
me lleno de esperanza.

La misericordia del Señor nunca termina
y nunca se acaba su compasión;
al contrario, cada mañana se renuevan.
¡Qué grande es el Señor!

Yo me digo:
“El Señor es la parte que me ha tocado en herencia”
y en el Señor pongo mi esperanza.
El Señor es bueno con aquellos que en él esperan,
con aquellos que lo buscan.

Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor

 

Palabra de Dios

 

SALMO RESPONSORIAL
Salmo 129

PRESENTACIÓN

El salmo 129 es universalmente conocido como el "De profundis". Es el salmo que lleva consigo el recuerdo de los seres queridos difuntos, de las almas que esperan su total liberación con su entrada en la gloria.

Así lo ha rezado durante siglos la piedad cristiana, alimentando la esperanza y la confianza en el Señor que sabe perdonar y salvar.

En su origen, naturalmente, no se pensó en este aspecto ni en esta aplicación. Su autor, desconocido para nosotros, pero seguramente del período postexílico, sintió la necesidad de expresar sus sentimientos de fe y confianza ante una realidad universal, la del pecado y la tristeza. Y el pueblo de Israel lo hizo suyo cantándolo en sus peregrinaciones hacia Jerusalén.

En efecto, este salmo entrañable es uno de los "salmos graduales" o de las subidas. "Es el más cantado de la colección perfecta de los salmos graduales" (A. Chouraqui). Y debió ser uno de los más expresivos ya que para entrar en el templo de Dios, se requería un alma limpia y libre, desbordante de alegría, sin el peso del pecado.

Algunos Padres de la Iglesia (San Hilario, Juan Crisóstomo, Teodoreto) pensaban que era una oración para pedir a Dios el fin de la cautividad de Babilonia. Pero hemos de pensar que este salmo no parece el de un desterrado, ni el de un enfermo, ni siquiera el de un prisionero: es el de un hombre pecador que sufre la realidad del pecado. Se siente hundido, apartado de Dios, inquieto por mil remordimientos. Por esto mismo es uno de los salmos más universales, el que toda la humanidad podría firmar y comprender perfectamente.

J. Vernet

SALMO 129

R.) Desde lo hondo a ti grito, Señor.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

 Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón
y así infundes respeto. R/.
 
Mi alma espera en el Señor,
 espera en su palabra;
mi alma aguarda el Señor,
más que el centinela la aurora. R/.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R/.

Y él redimirá a Israel de todos sus delitos. R/.

 

 

SEGUNDA LECTURA
Rom 6,3-9

PRESENTACIÓN

La carta a los Romanos reflexiona sobre lo que la Buena Noticia de la salvación de Jesucristo nos ha conseguido. El fragmento que comentamos hoy es uno de los textos más conocidos de la carta, y muestra lo que el bautismo significa para el cristiano. 

El inicio del fragmento se comprende mejor si se piensa en el bautismo por inmersión: el signo de sumergirse en el agua y salir de ella expresa muy bien lo que sucede a través de este rito: el hombre se une a Cristo sepultado en la muerte y resucitado de entre los muertos.

Eso tiene una primera consecuencia: esta unión con Jesucristo comporta un cambio en el modo de vivir. El que se ha unido conscientemente con Jesucristo, ciertamente querrá vivir del modo más parecido a él, sin pecado.

Y tiene una segunda consecuencia: la unión con Jesucristo comportará vivir con él más allá de la muerte. El cristiano cree que Jesús ha resucitado y vive para siempre; y por eso cree también que el que se ha sumergido con él en la muerte vivirá también con él por siempre.

J. LLIGADAS

 

ROMANOS 6. 3-9

Hermanos:

¿Sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?

Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado.

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.

 

ACLAMACIÓN
Juan 11, 25a.26

Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor;
el que cree en mí no morirá jamás.

 

EVANGELIO
Juan 14, 1-6

PRESENTACIÓN

En la casa de mi Padre hay muchas estancias. El evangelio de hoy tiene en cuenta una imagen común entre los  judíos de aquel tiempo y que describía el cielo como un lugar de  muchas estancias pero le da un nuevo sentido al relacionar estas  estancias con la casa del Padre. Así, los discípulos todos de Jesús  tienen abierto el acceso a la casa del Padre gracias a la obra de su  Hijo (cf. 4,34; 5,19-40; 17,4). El lugar preparado no es tanto un espacio  como una existencia con Jesús en el Padre.

Después de la invitación a creer en Dios y en Jesús a la vez, se nos  presenta el doble horizonte de nuestra fe: la situación actual de  comunión con Jesús y con el Padre (involucrados en el servicio de  Jesús: 13,8; 14,3; cf. lJn 1,3) y la situación futura con Jesús  (involucrados en su resurrección) en la casa de su Padre. Ahora bien,  a fin de tomar parte en la comunión divina es necesario tomar el  camino correcto. La imagen bíblica del camino señala el norte de una  existencia o de una opción fundamentada en Dios: Seguid el camino  que os señala el Señor vuestro Dios: así seréis felices y tendréis larga  vida en el país que poseeréis (Dt 5,33).

La pregunta-malentendido de Tomás sirve para recordar que si  creemos que Jesús es la Verdad y la Vida, seguro que hallaremos el  camino que conduce al Padre, a quien Jesús vuelve y con quien ya  está. La fe en Jesús nos permite gustar ya ahora y aquí, la comunión  con él y con el Padre, y nos prepara a la vez para el momento en que  esta comunión será plena y definitiva. Quien quiere tomar el camino  que conduce a la casa del Padre ha de seguir a Jesús. El salmo 43,3  ha dicho que sólo la luz y la verdad llevan al lugar donde Dios reside.  Jesús es la luz (6,12; 9,5) y la verdad (8,32; 18,37-38) que nos guía.

En definitiva, Jesús es el camino hoy y siempre, porque es la verdad  y la vida ya que los que creen en él como el Hombre (19,5) que revela  al Padre, reciben el don de la vida para siempre (3,16). Los creyentes  ya ahora recibimos este don, porque ya lo gustamos por la fe, sobre  todo en la Eucaristía, y lo recibiremos, en plenitud y para siempre al  final de los tiempos, cuando ya estemos acostumbrados a base de  tanto pregustarlo. El evangelista, no obstante, deja bien claro que la  iniciativa es siempre de Jesús: Jesús da siempre el primer y el último  paso (13,8; 14,3).

 JAUME FONTBONA

JUAN 14, 1-6

EN aquel tiempo, dijo a Jesús a sus discípulos:

No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí.

En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros.

Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».

Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».

 Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»

Palabra deL Señor