JESÚS Y MARÍA
Hay que tener en cuenta la denominación exacta de la
festividad del día 2 de febrero: "La Presentación del
Señor". Se trata fundamentalmente, por lo tanto, de la
celebración de un misterio de Cristo, en el que los
personajes (María, Simeón y Ana) participan cada uno a
su modo. María tiene una función muy próxima a Jesús
(que hay que conectar con la Pasión) y los otros
obtienen un papel iluminador del misterio muy
colateralmente.
Por ello, el memorial festivo nos ofrecerá la imagen
conjunta del Hijo y de la Madre. La exhortación
apostólica de Pablo-VI "Marialis-Cultus" recuerda que se
trata de "la celebración de un misterio de la salvación
realizado por Cristo, al que la Virgen estuvo
íntimamente unida como Madre del Siervo doliente de
Yahvé, como ejecutora de su misión referida al antiguo
Israel y como modelo del pueblo de Dios, constantemente
probado en la fe y en la esperanza por el sufrimiento y
la persecución". Siguiendo esta orientación, la homilía
debería centrarse en el Siervo (1a lectura) que viene a
renovar todas las cosas, a purificar, a hacer una nueva
alianza... El Hijo de Dios, hecho niño, acatando la ley
y la pobreza, es el que viene a juzgar, es el esperado,
es el portador de una crisis (pedirá un sí o un no)...
La carta a los Hebreos destaca perfectamente la misión
del Siervo de Dios:
Cristo, tomando nuestra carne y sangre, anula el
poder de la muerte, libera a los esclavos, tiende la
mano a los hijos de Abrahán, se convierte en hermano
(abajamiento que le permite la compasión y ser pontífice
fiel a Dios y expiación de los pecados)... Es expresivo
el último versículo: "Como él ha pasado por la prueba
del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por
ella". El evangelio, especialmente mediante el "Nunc
dimittis", remite a los cánticos del Siervo, es
plasmación de la primera lectura (por sentido
acomodaticio) y conecta perfectamente con las ideas de
Hebreos. En efecto, Jesús es el Salvador, la luz de las
naciones y la gloria de Israel; la salvación se llevará
a cabo por el sufrimiento, Jesús será discutido (motivo
de crisis) y ante El será necesaria una actitud clara de
la persona.
Esta fiesta puede ayudar, pues, a descubrir que el
misterio pascual está presente, en estado germinal si se
quiere, en cada acto de la vida del Salvador. El
misterio de la Encarnación no es sólo el Nacimiento,
sino el devenir hombre constantemente y, por lo tanto,
caminar hacia la muerte.
Junto a Jesús está la figura de María. Se le anuncian
unos dolores que deberá soportar al pie de la cruz. Pero
ahora ya, aguanta paciente y activamente las estrecheces
de los pobres, la incertidumbre del destino del hijo, la
oscuridad de la fe...
María será la co-redentora. No olvidemos presentar a
la Virgen como la Madre del Siervo doliente, valoremos
su misión, su vida... Retengamos de ella las lecciones
necesarias para la fortaleza que mantiene en la fe y
para vivir identificados con el Siervo de Dios.
SIMEON/ANA: También resultan atrayentes Simeón y Ana.
El primero aparece como justo, piadoso, dòcil al
Espíritu, lleno de esperanza, ilusionado por el porvenir
salvador, en contacto vital con el Consolador, sensible
a las mociones divinas, clarividente por la fe... Es el
hombre que capta el misterio del Siervo, es el que
encuentra la paz, el que sabe que Dios es la plenitud
humana, el que canta la gratuidad de la revelación...
Aparece, en último término, dotado de simpática madurez
cristiana. Ana se presta por otra parte, a mostrar el
sentido misionero del encuentro con Jesús y a hablar de
la ascética de la vida creyente (era persona de ayunos y
de oración). María y estos dos personajes iluminan
perfectamente el misterio de
Cristo, Mesías, y se convierten en modelos de la
espiritualidad basada en la esperanza de los pobres.
Resumiendo podríamos decir que se trata de presentar
la fiesta de la Presentación en el contexto del
sufrimiento salvador, intentando arrancar una respuesta
decisoria o una clarificación de actitud, iluminada por
el dolor salvífico de la Madre y por la apertura de dos
creyentes maduros.