LAS
TENTACIONES
La
vida humana y cristiana, reflejada en este tiempo de
cuaresma, se presenta como un tiempo de constante
conversión y cambio.
Este
primer domingo, la Palabra de Dios nos habla de la
"tentación". La experiencia de sentirnos
"tentados" o inducidos al mal es una
experiencia cotidiana. El superarla exige un proceso de
conversión.
El
Evangelio de hoy nos presenta a Jesús tentado por el
Diablo en el desierto.
El
desierto había sido para el pueblo, el lugar de la
prueba. Allí quiso también ser probado Jesús, para
salir victorioso y mostrarnos dos cosas:
·
que la tentación es inevitable en nuestra vida y
·
que debemos vencer –y esto es posible-, al tentador.
San
Marcos, no detalla las distintas tentaciones, como san
Mateo y san Lucas. Es que todas las tentaciones de
Jesús durante su vida en realidad fueron una sola:
"vivir una vida cómoda huyendo el camino de la
cruz"
Pero
el Señor, se mantuvo firme como Cordero de Dios y
Servidor sufriente.
El
"desierto", es más que un lugar geográfico.
El desierto es "ésta" nuestra vida
transitoria, durante la cual contamos con las promesas
de Dios, pero también debemos pasar por duras pruebas.
Dios
llevó a su pueblo elegido primero por "el
desierto", para hacerlo entrar después en la
Tierra prometida. El desierto fue el lugar de las
pruebas purificadoras. En él nació el Pueblo de Dios.
Allí Dios le dio a su pueblo los mandamientos, y selló
su alianza con él.
Pero
en ese camino de desierto, el pueblo desobedecía
constantemente los mandamientos de Dios.
En
Jesús, en cambio, el desierto es el lugar donde puede
permanecer unido a su Padre. En la soledad, Jesús está
a solas con Dios Padre.
El
camino de Jesús por el desierto de este mundo, terminó
en la victoria sobre el malo y sobre el mal. Jesús no
cayó ante las tentaciones de Satanás. El Señor se
mostró como el "más fuerte".
Y
esta lucha contra el enemigo de Dios, Satanás, Jesús
la debe comenzar "enseguida", después de
salir del agua bautismal. No es un simple detalle
gramatical que el texto diga: "lo llevó al
desierto".
¿A
quién el Espíritu llevó?. A Jesús.
Este
relato de san Marcos, -el relato de la tentación de
Jesús- forma parte del relato de su Bautismo.
No
había que perder tiempo para llevar a Satanás a la
derrota. El mismo Espíritu Santo, que había descendido
sobre el Señor al ser bautizado, inmediatamente lo
empujó a enfrentarse con Satanás.
También
a nosotros, el Bautismo "no" nos dispone para
una vida tranquila y cómoda, sino más bien para una
constante lucha contra el espíritu del mal.
Satanás
significa "el que confunde", el "padre de
la mentira" y personifica todo lo que hay de malo y
opuesto a Dios.
Cuando
Dios nos visita, cuando nos da consuelos, es fácil ser
diligentes, es fácil servirlo. Cuando Dios parece estar
ausente y nos envía trabajos, es cuando verdaderamente
se ve si "lo amamos". Sólo cuando llueven
tristezas y pesares sobre el alma, se ve la constancia
de los que sirven a Dios.
En
esos momentos, aparece frecuentemente la
"tentación".
Cuántas
veces hemos pensado que "otras personas",
alejadas de Dios, parecen ser más mimadas
por
la suerte. Ahí, aparece la "tentación".
En
ese momento, tenemos que unirnos más al Señor, confiar
en él, sentirnos más que nunca sus hijos predilectos,
porque esas tentaciones, que aparecen como desaliento,
como cansancio de que Dios no nos atienda..., son las
señales de que el demonio "no nos posee". Y
como "no nos posee", entonces va tras de
nosotros con la tentación. Si nos poseyera, no nos
atacaría.
Lo
típico de la tentación es que "aparece como una
propuesta buena", de allí la dificultad de
discernir y elegir. Debemos descartar la imagen ingenua
de que el demonio en persona nos incite a hacer algo
malo. En tal caso ni siquiera es una tentación, y no
hay esfuerzo alguno en darse cuenta que es algo malo. Lo
problemático de las "tentaciones" es su misma
apariencia de camino de felicidad, de voluntad de
Dios...
Y
Dios..., consiente la tentación y la consiente, para su
gloria y para nuestro bien, para que nos acerquemos más
aún a Él.
El
demonio, ataca, a los "amigos de Dios", y
ataca más aún a aquellos "amigos de Dios",
que pueden arrastrar con su caída a otros. Por eso las
mayores tentaciones las reciben quienes tienen en sus
manos cuidar los "valores" y la "fe"
en nuestro mundo de hoy.
Por
eso al comenzar esta cuaresma, la Iglesia nos invita a
retomar nuestra conversión. Esa conversión, que es un
proceso en el cual analizamos nuestra realidad personal
y comunitaria y producimos las correcciones necesarias.
Es
el tiempo de preguntarnos, qué quiere Dios para el
mundo de hoy, para nuestra sociedad, para nuestra
familia para nuestra vida personal.
Es
un tiempo de oración, de unión más profunda con el
Señor, para poder descubrir en nuestra vida lo que
tenemos dentro nuestro y que "no es de Dios".
Vamos
a pedirle hoy al Señor, que nos ayude a descubrir, lo
que no es suyo y rechazarlo.
Cristo
"duerme" en nuestra barca, pero está. El
demonio es un enemigo, pero vencido. Si le resistimos y
hacemos frente, no puede nada con nosotros.
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