"LUZ Y PALABRA DEL PADRE"
Nuestros
obispos han publicado documentos en los que se
reflexiona, desde la fe cristiana, sobre la situación
actual de España y la tarea de los cristianos en este
momento y sobre las leyes de la enseñanza, la familia, y su
lugar en la educación, y sobre la formación religiosa.
Y
es que vivimos en unos momentos muy revueltos. Dios está
dejando de ser referencia última de conducta, llegando en
muchos, tanto en el terreno personal como en el social, a la
amoralidad cuando no a la inmoralidad.
Mandamientos
de la ley de Dios como el "No tendrás más que un solo
Dios", se cambia por la fabricación de ídolos, ideas,
cosas y personas a las que apegamos el corazón y les damos
la vida; del "honrarás a tu padre y a tu madre"
se pasa a intentar destrozar el matrimonio y la familia,
entendido el matrimonio como la unión del hombre y la mujer
y la familia como el padre, la madre y los hijos,
cambiándolos por un "todo tipo de unión vale";
del "no matarás", a ensañarse con las víctimas;
del "no mentirás" a no saber nunca por donde va
la verdad; del "no levantarás falsos testimonios"
al "calumnia que algo queda". Y los demás
mandamientos también andan heridos: los negocios sucios
están a la orden del día y de la vivencia de la sexualidad
como algo creador y expresión del amor, ha pasado, en
muchos, a meras satisfacciones de instintos.
Ya
ni nosotros mismos sabemos qué decir.
Demasiados
ruidos, demasiadas prisas, demasiados bombardeos de la
propaganda; palabras de unos, palabras de otros..., ¿quién
dice la verdad? ¿dónde está la verdad?
Tenemos
que subir, con Jesús, al monte a orar. Hay
que buscar el silencio y reflexionar sobre los derroteros
que toma nuestro mundo y dónde estamos nosotros. En el
silencio y la oración, como en el Tabor, Jesús se nos va a
presentar como luz resplandeciente: "el aspecto de su
rostro cambió, sus vestidos brillaban de blanco".
Los
charlatanes de turno no son la luz para seguir el camino que
Dios quiere que andemos. Sólo Jesús es el Camino, la
Verdad y la Vida; los otros caminos no nos sacan de las
tinieblas y de la oscuridad, por mucho que nos pongan luces
muy atractivas.
En
el monte, en el ambiente de oración, se sintió la
presencia del Padre en la nube y se escuchó su voz:
"Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle".
Irse
al monte a orar, es decir, salirse de la vorágine en la que
se vive. allí el aire es fresco y puro, no está
contaminado y las vistas son maravillosas y los sonidos
puros.
Pero
no hay que caer en la tentación de quedarse: "¡Qué
bien se está aquí! Haremos tres tiendas..." No
podemos dejar de anunciar al mundo que Alguien que es
Luz, puede iluminar todas las tinieblas; que Dios
sigue ahí, a nuestro lado, aunque a veces intentemos
echarlo; que nos dice que escuchemos a Jesús, el Hijo
amado.
Necesitamos
subir al monte a orar para encontrarnos con Cristo en su
gloria y con el Padre que ratifica la palabra del Hijo; y,
así, bajar del monte llenos de la Luz y la Palabra, para
seguir ofreciéndolas a todos, escuchen o no escuchen.
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