REFLEXIONES  

24 - Marzo

TERCER DOMINGO
DE CUARESMA (C)

 
"... fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró "

 

 

REFLEXIÓN - 1

                 " REGENERAR NUESTRAS RAÍCES "

Cuántas veces habremos dicho o nos habrán dicho frases como: "Dios te ha castigado", "Se lo ha merecido por ser tan malo"...

Y es que, con frecuencia, nos permitimos erigirnos en jueces de la conducta de los demás.

Vamos por la vida con alforjas: en la bolsa de delante llevamos los defectos de los demás y en la bolsa de la espalda los nuestros. Por eso creemos que no tenemos defectos y los demás están llenos de ellos. No piensan igual los demás, que los están viendo.

Unos galileos se habían amotinado en el Templo de Jerusalén y el procurador romano, Pilato, había mandado la guardia de la Torre Antonia, cercana al Templo, y acabó con ellos mezclando su sangre con la de los sacrificios. También había tenido lugar un accidente: una torre, la de Siloé, se había derrumbado y murieron 18 personas bajo los escombros.

Algunos llegaron a pensar que eran más pecadores que los demás, porque habían muerto de forma tan trágica.

Jesús dice que no tiene nada que ver lo de los galileos ni el accidente de la torre con el castigo por los pecados. El pecado es algo personal y cada uno dará cuenta de sus pecados ante Dios.

Un Dios que no es un castigador; un Dios que es amor y perdón y que tiene paciencia y espera a que el pecador se arrepienta y vuelva a Él.

Por eso, para explicarles la paciencia de Dios, les habló de la higuera que no daba fruto. Ya llevaba mucho tiempo, tres años, y la tentación era arrancarla y poner otro árbol que diera fruto. "Vamos a quitar de en medio al pecador y poner en su lugar un santo; todo irá mejor".

Pero el viñador, que representa a Dios, dice al dueño de la higuera que espere un año más; va a cuidarla con un esmero especial. Si después no da fruto...

No busquemos por ahí a los pecadores para quitarlos de en medio, como a higueras sin fruto. Miremos dentro de nosotros mismos y nos encontraremos enseguida con uno.

Necesitamos convertirnos, acercarnos al sacramento del perdón, recibir los cuidados del Señor y regenerar nuestras raíces. Siempre es posible dar frutos.

La Cuaresma es una llamada especial a revivir, a reconciliarnos con el Señor y los hermanos. Aprovechémosla.

 

REFLEXIÓN - 2

" NUESTRO DIOS, ¿CÓMO ES?"

Convertirse, volver a Dios, exige saber quien es Dios

Son tantos los “dioses” que pueblan nuestro universo... Se nos ofrece felicidad y salvación por todas partes... y a veces tenemos la tentación de poner nuestra esperanza, no “en la transformación de nuestra humilde condición” de la que nos hablaba el apóstol Pablo en la lectura del domingo pasado, sino en estos productos, o esta casa, o estas vacaciones, o... Convertirse pasa por descubrir al Dios revelado por Jesucristo. Que, como veíamos el domingo pasado, es el Dios de Moisés y de Elías. Esto es, el Dios de los padres, el Dios de los profetas.

Los cristianos de Corintio pensaban que ya lo habían conseguido todo porque pertenecían a la Iglesia y Pablo les recuerda que eso no es suficiente. “No quiero que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos atravesaron el mar y.... pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios...”

En el Evangelio también Jesús intenta romper los mal entendidos sobre el modo de ser y de actuar de Dios. “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores porque acabaron así?...”

La clave de la conversión que el evangelio nos exige la encontramos hoy en la primera lectura. en la revelación de Dios a Moisés.

Misterio, asombro y misión

El Dios que se revela en la zarza que arde sin consumirse, misterio que produce asombro y atrae, pide respeto y adoración; a Él podemos “acercarnos” y“mirar”, al que debemos “escuchar” y que hace nacer la necesidad de anunciarlo a los otros. Algo que resulta difícil de comunicar. No es una doctrina que se aprende y repite. No es una ley que se obedece es ¡Una experiencia!. Una experiencia difícil de transmitir.

Este Dios no tiene rostro, pero se deja ver en el asombro, y su visión le produce temor: “Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios”. Este Dios no tiene nombre, pero tiene ser. “Yo soy el que soy”, el Dios que le habla del sufrimiento de sus hermanos, de los opresores, de la liberación y le envía a cumplir una misión.

Nuestro Dios, aquel a quien debemos convertirnos esta cuaresma, ¿cómo es?, ¿cómo se llama?, ¿dónde lo encuentro?, ¿qué sentimientos produce en mi? y, sobre todo, ¿me habla del sufrimiento de mis hermanos?, ¿me envía a ellos con un mensaje liberador?.

Como a la higuera, aún nos dejan un tiempo

Podría darse que sintamos que nuestra realidad no es aquella de Moisés, y la del pueblo no es la misma que la de los hebreos en Egipto. Podría darse que no hayamos sentido a Dios hablarnos del sufrimiento de sus hijos en tantos países del tercer mundo o en los inmigrantes ilegales, o en las guerras o el terrorismo. Si no sentimos a Dios en el sufrimiento de los seres, puede ser que debamos buscar urgentemente el camino que nos conduzca a algún desierto para encontrarnos con el “Misterio”, con el “que Es”, a pesar de ser mujeres o varones que frecuentamos la iglesia. Como a la higuera del Evangelio, continúan ofreciéndonos la oportunidad de los frutos de conversión.

Clara García, Dominica de la Anunciata

(mercabá)