EL
DIOS FIEL
-La
Alianza rota y sus consecuencias.
No
siempre el hombre ha respondido con fidelidad a Dios.
La
historia de Israel, como seguramente también la
nuestra, es una historia de idas y vueltas, de pecado y
de conversión. Hoy hemos escuchado en la primera
lectura un resumen de esta historia, referente al tiempo
del destierro a Babilonia. La infidelidad de Israel,
desde los jefes y sacerdotes hasta el pueblo, fue en
verdad grande. Aquella Alianza que tan solemnemente habían
firmado y prometido cumplir con Moisés a la salida de
Egipto, y que recordamos el domingo pasado, estaba ya
olvidada. Israel abandonó a su Dios y se hizo otros
dioses más cómodos. No hizo caso de los avisos que se
le enviaron: por ejemplo, del profeta Jeremías, que en
este tiempo de desastre intentó convencer al pueblo de
su insensatez.
Y
vino lo que tenía que venir: el destierro a Babilonia.
Los ejércitos invasores destruyeron el Templo,
incendiaron la ciudad, saquearon todo lo que pudieron y
llevaron al destierro a los habitantes. El autor de esta
crónica interpreta todo como consecuencia del pecado:
ha sido el mismo pueblo el que al alejarse de la Alianza
con Dios se ha precipitado en la ruina en todos los
sentidos.
Fue
una experiencia muy amarga. No es extraño que en el
salmo que hemos cantado encontremos acentos de tristeza:
"Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a
llorar".
-Pero
triunfa el amor y el perdón de Dios
Pero
en la misma lectura hemos escuchado la otra cara de la
historia. A los sesenta años del destierro, Dios movió
el corazón del rey Ciro y éste permitió a los
israelitas volver a Jerusalén para reedificar su nación
y su Templo. No se consumó la destrucción del pueblo
elegido de Dios, ni de su religión. Dios superaba, una
vez más, con su amor y su perdón, la realidad del
pecado.
Es
una historia que no nos resulta extraña. ¿No es algo
que nos pasa a la humanidad, a la Iglesia, a cada uno de
nosotros: una historia de destierros y regresos, de
pecado y de perdón? En la noche de la Vigilia Pascual
recordaremos en las lecturas los momentos cruciales de
la historia de Israel, porque también para nosotros, la
comunidad cristiana, nos resulta como un espejo su
experiencia.
El
amor de Dios supera siempre nuestro mal. Esto es también
lo que hemos escuchado decir a san Pablo: "Dios,
rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó,
estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho
vivir con Cristo... Así muestra en todos los tiempos la
inmensa riqueza de su gracia y de su bondad para con
nosotros".
-Reedificar
nuestras ruinas
En
Cuaresma somos invitados de modo especial a confiar en
esta misericordia de Dios y a reconciliarnos con El.
Como Israel, se nos presenta el camino para volver del
destierro, del pecado, y a renovar en nuestras vidas la
Alianza con Dios.
La
vuelta para los judíos fue un reto para la reedificación
de sus casas, de su ciudad, de su templo, de los valores
que habían perdido por toda una generación de exilio
en medio de una sociedad pagana.
También
para nosotros Cuaresma/Pascua es un reto de reedificación.
Cada uno sabrá qué tiene que reedificar. Es una
historia personal de pecado y conversión, una historia
comunitaria de renovación de fidelidades, una historia
social de valores que hemos dejado perder y que la
Pascua nos urge a que recuperemos. La consigna que el
Papa ha dado a toda la Iglesia, la "Nueva
Evangelización", tiene también resonancia para
cada uno de nosotros: se trata de reorientar hacia el
evangelio de Cristo, o sea, hacia la Alianza Nueva con
Dios, los criterios de nuestra vida.
-Mirar
a la Cruz de Cristo
A
los israelitas en el camino del desierto, en otra época
de su historia, hemos escuchado que se les puso delante
la imagen de una serpiente, como medicina de sus males.
No sabemos cuál era el sentido de esta serpiente.
Pero
lo que sí sabemos es que Cristo en la Cruz es para
nosotros cátedra de sabiduría, lección magistral para
nuestra vida, medicina y remedio para nuestros males. Ahí,
en la Cruz de Cristo, es donde entendemos qué significa
el amor de Dios y qué respuesta espera de nosotros. Y
también de ahí proviene la Luz, que es Cristo, que
quiere iluminar nuestra existencia. En la Vigilia
Pascual encenderemos la luz del Cirio Pascual que es
imagen de Cristo, y nosotros mismos, con cirios más
pequeños, iremos recibiendo participación de esa luz.
Es todo un símbolo de lo que la Pascua quiere producir
en nosotros: que reedifiquemos nuestra vida, que nos
dejemos iluminar por Cristo, que renovemos nuestra
Alianza, y que vivamos pascualmente, como hijos de la
luz. En medio de un mundo en muchos aspectos
desorientado, los cristianos reorientamos nuestra vida
según la Alianza de Dios en Cristo Jesús.
J.
ALDAZABAL (+) |