
“JESUCRISTO PADECIÓ BAJO EL PODER DE
PONCIO PILATO,
FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO”
Párrafo 2
JESÚS MURIÓ CRUCIFICADO
II. La muerte redentora de Cristo en el designio divino
de salvación
"Jesús
entregado según el preciso designio de Dios"
599 La muerte violenta de Jesús
no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de
circunstancias. Pertenece al misterio del designio de
Dios, como lo explica san Pedro a los judíos de
Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: "Fue
entregado según el determinado designio y previo
conocimiento de Dios" (Hch 2, 23). Este lenguaje
bíblico no significa que los que han "entregado a Jesús"
(Hch 3, 13) fuesen solamente ejecutores pasivos
de un drama escrito de antemano por Dios.
600 Para Dios todos los momentos
del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto
establece su designio eterno de "predestinación"
incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su
gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta
ciudad contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido,
Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los
pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte
que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu
sabiduría, habías predestinado" (Hch 4, 27-28).
Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cf.
Mt 26, 54; Jn 18, 36; 19, 11) para
realizar su designio de salvación (cf. Hch 3,
17-18).
"Muerto por
nuestros pecados según las Escrituras"
601 Este designio divino de
salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is
53, 11;cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes
en la Escritura como un misterio de redención universal,
es decir, de rescate que libera a los hombres de la
esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn
8, 34-36). San Pablo profesa en una confesión de fe que
dice haber "recibido" (1 Co 15, 3) que "Cristo ha
muerto por nuestros pecados según las Escrituras"
(ibíd.: cf. también Hch 3, 18; 7, 52; 13,
29; 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, en
particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is
53, 7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el
sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo
doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su
Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a
los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego
a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45). |