"TODO UN PROGRAMA"
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CUARENTA DÍAS EN EL DESIERTO
El
evangelio del primer domingo de Cuaresma es siempre el de
las tentaciones de Jesús en el desierto. Cada año, según
el ciclo que corresponda, de un evangelista diferente; este
año (ciclo C) en la versión de san Lucas. Este evangelio
es muy adecuado para el inicio del tiempo de Cuaresma: así
como Jesús, antes de empezar su predicación, su misión de
llevar la buena noticia del amor de Dios por todo el mundo,
pasó cuarenta días en el desierto, también nosotros
pasamos cuarenta días de preparación de la Pascua. De
hecho, el desierto es un espacio simbólico: un lugar
adecuado para alejarse de la vida habitual; un espacio de
silencio, de reflexión, de encuentro con Dios; también un
lugar de prueba, de corrección, para vencer las tentaciones
y decir que si a Dios. También la Cuaresma tiene que ser
para nosotros un tiempo y un espacio de desierto para
revisar nuestra vida a la luz del evangelio.
Hoy será útil repasar alguno de los contenidos de la
celebración del Miércoles de Ceniza. De hecho, para la
mayoría de los fieles la Cuaresma empieza hoy, porque el miércoles
no pudieron asistir a la celebración, al ser un día
laborable. En algunas parroquias donde no hay misa los días
laborales, hoy también se hará el signo de la imposición
de la ceniza. Conviene, pues, repasar el significado de este
camino de conversión; con los signos y símbolos propios
que expresan austeridad, penitencia, lucha contra el mal...
Como dice la oración colecta de hoy: “Al celebrar un año
más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso,
avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo
en su plenitud”.
* VENCER LAS TENTACIONES
Durante
su estancia en el desierto, Jesús tuvo que enfrentarse a
las tentaciones, símbolo de la lucha contra el mal y contra
todo lo que nos aleja de Dios. Las tentaciones son pruebas
en las que se puede discernir la profundidad y la solidez de
la fe. En las
dificultades de la vida y la hostilidad del ambiente se
pueden vivir tentaciones que ponen a prueba la intensidad de
la fe; el creyente puede tener éxito en la prueba (salir
fortalecido) o puede sucumbir. Todos nos podemos sentir
identificados con la tres tentaciones del evangelio. La
tentación de convertir las piedras en pan, como si lo
material fuera lo principal en nuestra vida. La tentación
de adorar al diablo, o los valores que no son lo último
(el dinero, el placer, el propio yo), olvidando que Dios es
el único Absoluto a quien debemos adorar. La tentación de
tirarse desde el alero del templo, pidiendo a Dios el
milagro y así vanagloriarse ante los demás...
En nuestra vida también encontramos muchas tentaciones: egoísmo,
búsqueda de nosotros mismos; idolatría más o menos
disimulada, adorando lo que no se debe adorar; materialismo,
fijando nuestra mirada en las cosas de aquí y no en los
valores espirituales... Son tentaciones como las que
dificultaban a Israel su camino por el desierto, seducido
por dioses falsos. Como las que tuvo que vencer después el
mismo Jesús, por ejemplo cuando lo querían hacer rey y lo
evitó. La Cuaresma es nuestro esfuerzo para vencer las
tentaciones, como Jesús, para luchar contra el mal y contra
lo que nos aleja de Dios. Como reza el prefacio propio de
hoy: “(Cristo, Señor nuestro), al abstenerse durante
cuarenta días de tomar alimento.., y al rechazar les
tentaciones del enemigo nos enseñó a sofocar la fuerza del
pecado; de este modo, celebrando con sinceridad el misterio
de esta Pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no se
acaba”.
* FORTALECER LA
FE
El
objetivo de todo podría ser perfectamente el de purificar y
fortalecer nuestra fe, que a veces está algo floja o se
deja llevar por el ambiente social desfavorable.
Precisamente la ia
lectura,
del libro del Deuteronomio, es la profesión de fe y de
gratitud que los israelitas, aún hoy, aprenden de memoria
porque la repiten frecuentemente: “Mi padre fue un arameo
errante...”. Este padre es Abrahán, y en él Dios empezó
su alianza con el pueblo de Israel. Este pueblo supo
agradecer a Dios y conservar la memoria de sus
intervenciones salvadoras. Ojalá nosotros lo hiciéramos
igual. Como la 2a
lectura,
de san Pablo a los romanos, en verdad muy bonita, que nos
recuerda que tenemos la fe muy cerca de nosotros: la tenemos
en los labios y en el corazón. “Si tus labios profesan
que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo
resucitó de entre los muertos, te salvarás”, porque,
como dicen las Escrituras, “nadie que cree en él quedará
defraudado.
En definitiva, pues, renovar nuestra vida y fortalecer
nuestra fe; hacer un tiempo de desierto para reencontramos
con el Señor y luchar contra todo lo que nos aleja de él;
hacer un camino de conversión interior, del que tenemos que
salir renovados, fortalecidos, mejorados, de cara a la
Pascua.
XAVIER
AYMERICH
(católicaweb)
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