LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
INTRODUCCIÓN
8. Cuando pienso en la Eucaristía, mirando mi vida de sacerdote,
de Obispo y de Sucesor de Pedro, me resulta espontáneo recordar
tantos momentos y lugares en los que he tenido la gracia de
celebrarla. Recuerdo la iglesia parroquial de Niegowic donde
desempeñé mi primer encargo pastoral, la colegiata de San
Florián en Cracovia, la catedral del Wawel, la basílica de San
Pedro y muchas basílicas e iglesias de Roma y del mundo entero.
He podido celebrar la Santa Misa en capillas situadas en
senderos de montaña, a orillas de los lagos, en las riberas del
mar; la he celebrado sobre altares construidos en estadios, en
las plazas de las ciudades... Estos escenarios tan variados de
mis celebraciones eucarísticas me hacen experimentar
intensamente su carácter universal y, por así decir,
cósmico.¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el
pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se
celebra, en cierto sentido, sobre
el altar del mundo.
Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda la
creación. El Hijo de Dios se ha hecho hombre, para reconducir
todo lo creado, en un supremo acto de alabanza, a Aquél que lo
hizo de la nada. De este modo, Él, el sumo y eterno Sacerdote,
entrando en el santuario eterno mediante la sangre de su Cruz,
devuelve al Creador y Padre toda la creación redimida. Lo hace a
través del ministerio sacerdotal de la Iglesia y para gloria de
la Santísima Trinidad. Verdaderamente, éste es el mysterium
fidei que
se realiza en la Eucaristía: el mundo nacido de las manos de
Dios creador retorna a Él redimido por Cristo.