LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
INTRODUCCIÓN
9. La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad
de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso
que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia. Así se
explica la esmerada atención que ha prestado siempre al
Misterio eucarístico, una atención que se manifiesta
autorizadamente en la acción de los Concilios y de los Sumos
Pontífices. ¿Cómo no admirar la exposición doctrinal de los
Decretos sobre la Santísima Eucaristía y sobre el Sacrosanto
Sacrificio de la Misa promulgados por el Concilio de Trento?
Aquellas páginas han guiado en los siglos sucesivos tanto la
teología como la catequesis, y aún hoy son punto de referencia
dogmática para la continua renovación y crecimiento del Pueblo
de Dios en la fe y en el amor a la Eucaristía. En tiempos más
cercanos a nosotros, se han de mencionar tres Encíclicas: la Mirae
Caritatis de León XIII (28 de mayo de 1902),(5)
Mediator Dei de Pío XII (20 de noviembre de 1947)(6)y
la Mysterium Fidei de Pablo VI (3 de septiembre de 1965).(7)
El Concilio Vaticano II, aunque no publicó un documento
específico sobre el Misterio eucarístico, ha ilustrado también
sus diversos aspectos a lo largo del conjunto de sus documentos,
y especialmente en la Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen
gentium y en la Constitución sobre la Sagrada liturgia Sacrosanctum
Concilium.
Yo mismo, en los primeros años de mi ministerio apostólico en la
Cátedra de Pedro, con la Carta apostólica Dominicae Cenae (24
de febrero de 1980),(8)
he tratado algunos aspectos del Misterio eucarístico y su
incidencia en la vida de quienes son sus ministros. Hoy reanudo
el hilo de aquellas consideraciones con el corazón aún más lleno
de emoción y gratitud, como haciendo eco a la palabra del
Salmista: « ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre » (Sal 116,
12-13).