PRESENTACIÓN
Como
en otras ocasiones, Jesús sube a Jerusalén a la fiesta de
las Tiendas. "Mediada la fiesta, subió Jesús al
Templo y se puso a enseñar" (7, 14)
Dentro
de este clima se incluye el relato de la adúltera, tal vez
tardíamente.
Está
enseñando rodeado de discípulos y oyentes; el lugar es muy
frecuentado. Los escribas y los fariseos ven la oportunidad
de poner a Jesús al descubierto ante el pueblo y
desacreditarle.
Un
pecado grave: el adulterio, condenado con la lapidación, y
una mujer "sorprendida en flagrante adulterio"
¿No
lo condena? desprecia la ley de Moisés sobre la que se
fundamenta todo; ¿condena? se arroga un derecho que en ese
momento sólo pueden hacerlo los romanos; ¿no perdona?
dónde quedan las palabras que tantas veces ha dicho sobra
la bondad, la misericordia, y el perdón...
Hay
que dar un escarmiento a ese "maestro" que acoge a
pecadores y come con ellos; que no entiende que la mejor
manera de curar es sajar, cortar la parte enferma.
Y
ahí esta, haciendo signos en el suelo. ¿Qué escribiría?
No lo sabemos; sabemos las reacciones.
"La
ley de Moisés dice..." ¿Y quién está libre de
pecado para empezar a tirar piedras al otro? No quieren
entender que ha venido también para ellos, y para la
adúltera.
No
condena al pecador, pero no quita gravedad al pecado.
"Tampoco
yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más".
LECTURA
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 8,
1-11
El
que esté sin pecado, que le tire la primera
piedra
En aquel tiempo,
Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al
amanecer se presentó de nuevo en el templo, y
todo el pueblo acudía a él, y, sentándose,
les enseñaba.
Los escribas y los
fariseos le traen una mujer sorprendida en
adulterio, y, colocándola en medio, le
dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. La ley de
Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú,
¿qué dices?"
Le preguntaban esto
para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose,
escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en
preguntarle, se incorporó y les dijo:
"El que esté sin pecado, que le tire la
primera piedra."
E inclinándose
otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo,
se fueron escabullendo uno a uno, empezando
por los más viejos.
Y quedó sólo Jesús,
con la mujer, en medio, que seguía allí
delante. Jesús se incorporó y le preguntó:
"Mujer, ¿dónde están tus acusadores?;
¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó:
"Ninguno, Señor."
Jesús dijo:
"Tampoco yo te condeno. Anda, y en
adelante no peques más."
Palabra
del Señor
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