PRESENTACIÓN
Adán,
pecado y muerte, Cristo, gracia y salvación. Entre
estos polos se desarrolla este fragmento de la palabra
de Dios de la carta de san Pablo a los romanos.
Un
pecado de origen: "por un sólo hombre entró el
pecado en el mundo" y, como consecuencia, la muerte
eterna.
Creado
a imagen y semejanza de Dios, Adán, el hombre, usa su
capacidad de tomar decisiones y se separa de Dios, se
hace su rival, quiere ser como Él, dueño de su
destino. Esta ruptura con quien es la fuente de la vida,
lleva a la sequía de la muerte.
Pero
a San Pablo no le interesa entretenerse en el tema del
pecado y de la muerte; ha sido llamado para proclamar el
Evangelio de la gracia y la vida, que nos trae
Jesucristo.
Jesucristo
ha venido a unir lo que se había roto, a traernos
gratuitamente el don de la amnistía, que es indulto y
vida para todos.
La
desobediencia de Adán dejó en todos la marca de
familia: el pecado de origen. Cristo, obediente hasta la
muerte, se ofreció, por nosotros pecadores, como
víctima propiciatoria en el altar de la cruz y, así,
poder mirar a Dios cara a cara, recuperando la
filiación divina: hijos de Dios y herederos de su
reino.
ROMANOS
5,
12-19
Si
creció el pecado, más abundante fue la
gracia
Hermanos:
Lo mismo que por un hombre entró el
pecado en el mundo, y por el pecado la
muerte, y así la muerte pasó a todos
los hombres, por que todos pecaron.
[Porque,
aunque antes de la Ley había pecado en
el mundo, el pecado no se imputaba
porque no había Ley. A pesar de eso, la
muerte reinó desde Adán hasta Moisés,
incluso sobre los que no habían pecado
con una transgresión como la de Adán,
que era figura del que había de venir.
Sin embargo, no hay proporción entre el
delito y el don: si por la transgresión
de uno murieron todos, mucho más, la
gracia otorgada por Dios, el don de la
gracia que correspondía a un solo
hombre, Jesucristo, sobró para la
multitud. Y tampoco hay proporción
entre la gracia que Dios concede y las
consecuencias del pecado de uno: el
proceso, a partir de un solo delito,
acabó en sentencia condenatoria,
mientras la gracia, a partir de una
multitud de delitos, acaba en sentencia
absolutoria.]
Por
el delito de un solo hombre comenzó el
reinado de la muerte, por culpa de uno
solo. Cuanto más ahora, por un solo
hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán
todos los que han recibido un derroche
de gracia y el don de la justificación.
En resumen: si el delito de uno trajo la
condena a todos, también la justicia de
uno traerá la justificación y la vida.
Si por la desobediencia de uno todos se
convertieron en pecadores, así por la
obediencia de uno todos se convertirán
en justos.
Palabra
de Dios
|
|