EL
MANANTIAL DE LA VIDA
Dicen
quienes la han padecido, que peor que el hambre es la
sed. Así me lo contaba una persona muy mayor que vivía
sola y se cayó, mientras se duchaba, en una media
bañera y se pasó más de dos días encajada en ella
sin poder salir.
Pero
quien no tiene sed, quien no tiene que ir lejos a buscr
el agua, quien la ve correr y perderse, no la valora.
La
samaritana va a su pozo de siempre, al que les había
dejado el padre Jacob. No era nada nuevo, lo hacía
todos los días; era la monotonía, todos los días
igual: llevar el cántaro, sacar el agua con el cubo,
echarlo al recipiente y volver a casa. Nunca había nada
nuevo.
Es
lo que nos suele pasar a todos: vivir en la rutina; los
días, uno tras otro y todos iguales.
Pero
aquel día hubo una novedad: Jesús le esperaba al lado
del pozo. En ese momento era un sediento que le pide de
beber: "Dame". Tal vez muchas veces nos ha
esperado Jesús en los necesitados: de agua, de pan, de
compañía, de solidaridad... "Dame".
Si
la samaritana acoge a Jesús y le da de beber, van a
brotar en ella manantiales de agua viva que le lleven a
la vida eterna, aunque ella, de momento, no quiera más
agua que la suficiente para no tener que ir cada día al
pozo. Cuando acogemos a Jesús, nuestra vida experimenta
un crecimiento de sentido. Llenos de él, no necesitamos
ir a otros pozos, cuyas aguas no quitan la sed de vida
eterna que tenemos. Personas y cosas nunca son
comparables a Cristo, fuente de agua viva.
¿Porqué
Jesús espera al lado del pozo a la samaritana? No sólo
pertenece a un pueblo tenido por hereje, es mujer y su
vida no es muy edificante. Precisamente por eso.
"No he venido a buscar a los que se creen justos,
sino a los pecadores". Desde la experiencia de la
debilidad, de la caída y del pecado, necesitamos la
mano amiga que nos saque de nuestra situación y nos
devuelva la esperanza y la alegría.
Es
lo que le ha pasado a la samaritana: una vez que se ha
encontrado con Jesús, el Mesías, deja el cántaro, ya
no necesita ese agua, y corre al pueblo a comunicar lo
que le ha sucedido y a invitar a todos a acercarse
a Jesús: "Venid a ver a un hombre que me ha
dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el
Mesías?".
En
este episodio, Jesús nos marca el camino que hemos de
seguir en la vivencia de nuestra fe.
*
Él es siempre el que nos espera.
*
Nosotros nos acercamos.
*
Aceptar lo que él nos ofrece es aceptarle a él mismo:
su misterio de Dios hecho hombre, su vida, su palabra su
ejemplo, su muerte y resurrección por nuestra
salvación.
*
Y cuando lo acogemos así, nuestra vida se llena de una
plenitud que no la pueden dar otras personas o cosas.^*
Aunque seamos pecadores, ese manantial de agua viva, que
es él, nos limpia y purifica.
*
Finalmente, lo que hemos recibido, lo que creemos,
debemos comunicarlo para que otros también puedan
acercarse a Jesús y llenarse de vida.
En
la Eucaristía, Jesucristo se nos da como fuente que
calma nuestra sed, como pan que sacia nuestro hambre.