REFLEXIONES  

 


 

REFLEXIÓN - 1

ACOGER LA LUZ

En tiempos de Jesús no existía la O.N.C.E., ni el cupón para mantenerla. No había escuelas para aprender el "braille", ni los avances tecnológicos en el campo de la visión.

El ciego de nacimiento era una persona totalmente desvalida. Estaba en el mundo, pero sin ver el mundo, expuesto a tropiezos y caídas, a sufrir las vejaciones de los niños, a depender para todo de los demás. Es verdad que el ciego tiene un sexto sentido, pero no es lo mismo que ver. La mendicidad era su destino.

Aquel ciego con el que se encuentra Jesús va a servir para dar a sus discípulos una buena enseñanza, que también la aprenderá el ciego.

No está ciego porque él o sus padres cometieron algún pecado y ese fue el castigo, según una creencia común, sino para que en él se manifiesten las obras de Dios.

Y las obras de Dios son que él ha enviado a su Hijo al mundo para que sea luz del mundo, para que ya no vayamos como ciegos por la vida, para que veamos y sepamos cuál es el camino que nos lleva hasta la casa del Padre; para que sepamos cuál debe ser el comportamiento que debemos tener en nuestras relaciones con Dios y con los demás.

Quien acoge a Cristo, acoge la luz y debe caminar como hijo de la luz, como nos decía San Pablo en la segunda lectura: "Toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz".

Nuestro mundo es un entretejido de luz y tinieblas; nuestro entorno es un entretejido de luz y tinieblas; nosotros, cada uno, somos un entretejido de luz y tinieblas.

¿Cómo puedo distinguir la luz de las tinieblas? Dependerá de cómo orientamos nuestra vida y, por lo tanto, nuestros comportamientos.

Si la vida la orientamos hacia nosotros mismos, buscando únicamente nuestros intereses, nuestras seguridades, nuestras comodidades, como los padres del ciego del Evangelio, qué poco brilla en nosotros la luz de Cristo.

Las pequeñas cosas a las que apegamos nuestro corazón: nuestros bienes, nuestra posición social, las comodidades, algunas personas..., son pequeñas luces de vela que iluminan un momento o una circunstancia, pero no son la Luz, con mayúscula, que ilumina el camino para siempre con luz de día.

Cuando Cristo es nuestra luz, la existencia se llena de sentido nuevo, todo se orienta desde él y hacia él y nuestra vida se hace testimonio y cercanía; se hace seguimiento y entrega de la vida por los demás, como él.

Que la fe que vamos a proclamar, como el ciego, "Creo, Señor" y la comunión que vamos a recibir, nos llene cada día más de la luz de Cristo, para que, llenos de su luz, caminemos sin tropiezos e iluminemos el camino de quienes van como ciegos por la vida.

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

TIENEN OJOS Y NO VEN

Hay dos maneras bien distintas de vivir la religión. La de la fe, como confianza plena en Alguien que ha entrado en nuestra vida. Y la de quienes, defensiva y recelosamente, prefieren hacer constataciones y análisis ante los «signos» de ese Alguien. Es decir, la fe como «riesgo» y respuesta personal a «un Dios que llama». Y la fe como «póliza de seguros» que se agarra a lo que siempre se practicó: el ritualismo, el legalismo y la casuística de las tradiciones. La postura, en resumen, del «ciego» del Evangelio de hoy y la de los que rodean al ciego.

Ved al ciego... Jesús, al pasar, hizo barro con su saliva, lo aplicó a los ojos del ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé. " El fue, se lavó, y volvió con vista». Así de sencillo. Se dejó iluminar y guiar. Luego, el pueblo y los fariseos trataron de embarullarle con cuestiones capciosas. Pero, cuando vuelva a encontrarse con Jesús y éste le aclare que «El es el Hijo del Hombre», aquel ciego se postró de rodillas y dijo: «Creo, Señor». Ahí lo tenéis, pues, con su doble visión recién estrenada: la de los ojos y la de la fe. Una fe de entrega plena, de abandono al «Otro».

Ved, por el contrario, al pueblo y a los fariseos. Todo se vuelve indagaciones, suspicacias, intentos de «buscar tres pies al gato»: «¿No es éste el que pedía limosna? ¡Se le parece mucho!» Y arremetían contra el ciego porque lo proclamaba «profeta»: «Empecatado naciste y ¿pretendes darnos lecciones?» Ya véis. Dos posturas bien distintas, síntesis de la variada gama de nuestras actitudes ante lo sobrenatural.

MILAGRO/REACCION: Suelen decir que «los milagros son motivos de credibilidad». Y, sin embargo, ya lo véis: de cuantos presenciaron, e incluso se beneficiaron de los «signos» de Jesús, unos, creyeron y se entregaron. Como este ciego de hoy: «Creo, Señor». Otros se maravillaron, sin más. Por ejemplo, Jairo y su familia, de los que nos dice el Evangelio que «quedaron atónitos». Algunos, aun llevándose en su propia carne el signo de Dios, se quedaron indiferentes. Así, nueve de los diez leprosos, de los que pareció quejarse el mismo Jesús: «¿No eran diez los curados?» Finalmente, algunos se enfriaron y endurecieron más. Recordad lo que contestó Abraham a Epulón: «Si no oyeron a Moisés y a los profetas, aunque resucite un muerto, tampoco creerán».

¿Por qué ocurre esto? ¿De qué depende este tan distinto resultado? De la disposición de nuestro corazón, amigos. Unos, como el ciego del Evangelio, «se abren» al riesgo y a la sorpresiva propuesta de «ponerse barro en los ojos y lavarse en la piscina de Siloé». Pero otros «cierran» las contraventanas de su alma a la llegada de la luz. «No hay peor sordo que el que no quiere oír», solemos decir. Y es verdad. Conozco yo a una viejecita, cordial, receptiva y buenísima, a la que llevo la comunión cada semana. Está sorda, muy sorda. Pero se siente tan feliz con la llegada del Señor a su casa, que se esfuerza al máximo para escuchar las pobres palabras con que yo trato de exhortarle para comulgar. Y, con su gran sordera, me entiende siempre. Es porque ella no es de aquéllos de quienes dice la Escritura: «Tienen oídos y no oyen; tienen ojos y no ven». Ella se esfuerza por «oír y ver».

ELVIRA-1

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REFLEXIÓN - 3

EL ITINERARIO DEL CREYENTE

1. El relato del ciego de nacimiento hace ver el itinerario ascendente del ciego (de la ceguera a la visión) en contraste con el de los fariseos (de la visión a la ceguera). Frente al reconocimiento ascendente que hace el ciego de la persona de Jesús («hombre de Dios», «profeta», «señor»), surgen diferentes dudas o rechazos presentados por los interlocutores, a saber, vecinos, familiares y fariseos. El ciego es figura del pueblo reducido a impotencia por la opresión de sus dirigentes; es un subhombre, un pobre marginado que puede liberarse y transformarse. La curación del ciego es como una nueva creación: barro o tierra, saliva o energía vital y lavatorio o integridad humana total, puesto que llega a ver y a conocer. El ciego se libera superando diferentes pruebas.

2. La primera reacción proviene de los «vecinos», los cuales --próximos al ciego mendicante y testigos inmediatos de lo que ocurre-- conocen desde fuera, están mal informados, tienen juicios poco sólidos y están llenos de miedo; no son libres. La segunda reacción proviene de los «padres» del ciego, los cuales creen, pero no se atreven a dar testimonio personal, por «miedo a los dirigentes judíos». La sangre y la raza atenazan con frecuencia. La tercera reacción es la de los «fariseos», guardianes de la ortodoxia y las tradiciones. Se interrogan, pero no creen. Parece que aceptan el hecho de la curación, incluso indagan, pero niegan su adhesión, no tienen interés por la verdad. La cuarta reacción es la del mismo «ciego», que da su plena adhesión a Jesús. Su respuesta a los fariseos es contundente: «Es un profeta». Ha calado en el significado de la palabra y del gesto de Jesús. Este testimonio, firme y personal, representa a los que se interrogan, creen y dan testimonio.

3. No hay conversión cristiana ni auténtica fe sin encuentro personal con el Hijo del hombre. Ser cristiano significa entrar en comunión con Dios a través de la persona de Cristo, luz del mundo. Exige testimoniar las obras del Enviado a partir de una experiencia personal cristiana entroncada con la vida misma. Supone pasar de las tinieblas a la luz, adquirir una nueva lucidez. Para llegar a conocer a Cristo con lucidez se impone un itinerario que entraña dificultades, a causa de diferentes confrontaciones.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Con qué actitud de este evangelio me identifico?

¿Soy capaz de dar testimonio de fe en circunstancias adversas?

CASIANO FLORISTAN
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