EVANGELIO
Juan
11, 1-45
Y
dentro del tema de la vida, la resurrección de Lázaro.
Cristo nos trae la Vida,
más allá de esta.
La muerte no tiene la
última palabra.
Y,
como hoy, como siempre, unos creen en él y otros
rechazan su mensaje de vida y siguen optando por la
muerte. |
PRESENTACIÓN
El
tema de la catequesis bautismal de este último domingo
de cuaresma es la Vida.
"Yo
soy la fuente de agua viva", samaritana, tercer
domingo de cuaresma; "Yo soy la luz del
mundo", curación del ciego de nacimiento, cuarto
domingo de cuaresma; "Yo soy la resurrección y la
vida", Lázaro vuelve a la vida, quinto domingo de
cuaresma.
Jesús
inicia su subida a Jerusalén, que es camino hacia su
propia muerte, como ya lo había anunciado a los
discípulos. "Vayamos también nosotros a morir con
él", dice Tomás.
Pero
la muerte de Jesús no va a quedar en el sepulcro. Él,
muriendo, va a dar la vida para que los muertos
resuciten. Él va a ser el vencedor de la muerte.
En
la resurrección de Lázaro San Juan prefigura el drama
pascual y trae imágenes que más tarde aparecerán en
la resurrección de Jesús: las lágrimas ante la tumba,
el sepulcro y la pesada piedra que lo cierra, las
vendas...
Su
amigo Lázaro, hermano de Marta y María, ha caído
enfermo y ha muerto. Su muerte servirá para gloria de
Dios y del Hijo, como la ceguera de la semana pasada.
Marta
cree que si hubiera estado Jesús su hermano no habría
muerto, pero no pasa de ahí; su fe en la resurrección
es la de la doctrina farisea. Pero también cree que
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que
venir al mundo. Por eso va a creer en las palabras de
Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida";
por eso, el que crea en él, aunque haya muerto,
vivirá.
Devolviendo
a Lázaro a la vida nos dice que él es el Señor de la
vida y de la muerte. Él es la auténtica resurrección.
Las
reacciones de la gente: unos creyeron, otros decidieron
hacerle morir.
JUAN 11,
1-45
Yo
soy la resurrección y la vida
En
aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de
Betania, la aldea de María y de Marta, su
hermana, había caído enfermo. María era
la que ungió al Señor con perfume y le
enjugó los pies con su cabellera; el
enfermo era su hermano Lázaro.]
Las
hermanas mandaron recado a Jesús,
diciendo: "Señor, tu amigo está
enfermo." Jesús, al oírlo, dijo:
"Esta enfermedad no acabará en la
muerte, sino que servirá para la gloria
de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella." Jesús amaba a
Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se
enteró de que estaba enfermo, se quedó
todavía dos días en donde estaba. Sólo
entonces dice a sus discípulos:
"Vamos otra vez a Judea."
[Los
discípulos le replican: "Maestro,
hace poco intentaban apedrearte los judíos,
¿y vas a volver allí?" Jesús
contestó: "¿No tiene el día doce
horas? Si uno camina de día, no tropieza,
porque ve la luz de este mundo; pero si
camina de noche, tropieza, porque le falta
la luz. Dicho esto, añadió: "Lázaro,
nuestro amigo, está dormido; voy a
despertarlo." Entonces le dijeron sus
discípulos: "Señor, si duerme, se
salvará." Jesús se refería a su
muerte; en cambio, ellos creyeron que
hablaba del sueño natural. Entonces Jesús
les replicó claramente: "Lázaro ha
muerto, y me alegro por vosotros de que no
hayamos estado allí, para que creáis. Y
ahora vamos a su casa." Entonces Tomás,
apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
"Vamos también nosotros y muramos
con él."]
Cuando
Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días
enterrado. [Betania distaba poco de
Jerusalén: unos tres kilómetros; y
muchos judíos habían ido a ver a Marta y
a María, para darles el pésame por su
hermano.] Cuando Marta se enteró de que
llegaba Jesús, salió a su encuentro,
mientras María se quedaba en casa. Y dijo
Marta a Jesús: "Señor, si hubieras
estado aquí no habría muerto mi hermano.
Pero aún ahora sé que todo lo que pidas
a Dios, Dios te lo concederá." Jesús
le dijo: "Tu hermano resucitará."
Marta respondió: "Sé que resucitará
en la resurrección del último día."
Jesús le dice: "Yo soy la resurrección
y la vida: el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y
cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees
esto?" Ella le contestó: "Sí,
Señor: yo creo que tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios, el que tenía que venir
al mundo."
[Y
dicho esto, fue a llamar a su hermana María,
diciéndole en voz baja: "El Maestro
está ahí y te llama." Apenas lo oyó,
se levantó y salió adonde estaba él;
porque Jesús no había entrado todavía
en la aldea, sino que estaba aún donde
Marta lo había encontrado. Los judíos
que estaban con ella en casa consolándola,
al ver que María se levantaba y salía
deprisa, la siguieron, pensando que iba al
sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María
adonde estaba Jesús, al verlo se echó a
sus pies diciéndole: "Señor, si
hubieras estado aquí no habría muerto mi
hermano."]
Jesús,
[viéndola llorar a ella y viendo llorar a
los judíos que la acompañaban,] sollozó
y, muy conmovido, preguntó: "¿Donde
lo habéis enterrado?" Le
contestaron: "Señor, ven a
verlo." Jesús se echó a llorar. Los
judíos comentaban: "¡Cómo lo quería!"
Pero algunos dijeron: "Y uno que le
ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía
haber impedido que muriera éste?"
Jesús, sollozando de nuevo, llega al
sepulcro. Era una cavidad cubierta con una
losa. Dice Jesús: "Quitad la
losa." Marta, la hermana del muerto,
le dice: "Señor, ya huele mal,
porque lleva cuatro días." Jesús le
dice: "¿No te he dicho que si crees
verás la gloria de Dios?" Entonces
quitaron la losa. Jesús, levantando los
ojos a lo alto, dijo: "Padre, te doy
gracias porque me has escuchado; yo sé
que tú me escuchas siempre; pero lo digo
por la gente que me rodea, para que crean
que tú me has enviado." Y dicho
esto, gritó con voz potente: "Lázaro,
ven afuera." El muerto salió, los
pies y las manos atados con vendas, y la
cara envuelta en un sudario. Jesús les
dijo: "Desatadlo y dejadlo
andar."
Y
muchos judíos que habían venido a casa
de María, al ver lo que había hecho Jesús,
creyeron en él.
Palabra
de Dios
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SÍ
A CRISTO, SÍ A LA VIDA
Si
Jesucristo es la resurrección y la vida;
si ha entregado su vida por nosotros en la
cruz para que tengamos vida abundante y en
plenitud; si la vida eterna es nuestro
destino, ¿cómo los seguidores de Jesús
vamos a estar de acuerdo y apoyar la
cultura de la muerte?
Frente
a los que provocan la muerte como un daño
colateral a sus proyectos, a sus
ambiciones, a sus pasiones, los cristianos
tenemos que gritar un sí a la vida, que
también es un sí a Jesucristo.
Por
decir sí a Jesucristo, muchos de nuestros
hermanos, a lo largo de la historia, han
aceptado la muerte física, muchas veces
con persecuciones y violencias, porque
creían aquellas palabras del Señor:
pueden matar el cuerpo, pero no pueden
quitar la vida.
La
incorporación a Jesucristo por el
bautismo, nos ha unido a Él, Camino,
Verdad y Vida; ha hecho brotar en nosotros
un manantial de agua viva; ha encendido
una luz, que deja en la oscuridad a las
pequeñas luces de este mundo; nos ha
llenado de una vida nueva que nos hace
hijos de Dios y herederos de su Reino.
Cuando
decimos sí a la vida, recordamos que la
vida humana es sagrada desde el momento de
su concepción hasta la muerte.
El
sí a la vida significa defenderla y
apoyarla desde el primer momento de la
concepción; que no se puede eliminarla
mediante el aborto; que no se pueden
manipular embriones humanos para
experimentos científicos. Los seres
humanos más débiles deberían ser los
más protegidos.
El
sí a la vida significa estar cercanos,
ayudar, a los que sufren, sea por la causa
que sea: la enfermedad, el paro, la
soledad, el destierro, la lejanía de los
suyos...
El
sí a la vida es un sí a la paz, al
diálogo, la comprensión, el respeto,
como forma de dirimir los conflictos en la
familia, la sociedad y entre las naciones.
El
sí a la vida lleva a respetar la
naturaleza, casa común que el Padre nos
ha dado para que la desarrollemos en favor
de la fraternidad; para que,
respetándola, todos la compartamos
y podamos vivir en ella dignamente.
El
sí a la vida significa sí a la persona,
sí al otro, aunque sea diferente en su
cultura, en su raza, en su lengua, en su
credo religioso, en sus ideas. Siempre
respeto a la persona, aunque tengamos que
decir no a sus planteamientos y
comportamientos.
El
sí a la vida es reverencia a los mayores,
a los que ayer hicieron posible el hoy; a
los que son el eslabón entre los que nos
precedieron y nosotros. Hay que
respetarlos, valorarlos, aprender de su
experiencia. Qué pena que para algunos
sean estorbos a los que hay que ayudar a
pasar a mejor vida.
"Yo
soy la resurrección y la vida", ha
dicho Jesús a Marta; Lázaro, enterrado
hacía cuatro días y oliendo mal, obedece
a la voz de Jesús:"¡Lázaro, sal
fuera!".
De
quienes oyeron y vieron a Jesús, algunos
le siguieron, creyeron en él; otros
fueron a contárselo a las autoridades,
que decidieron matarlo.
También
hoy habrá quien diga sí a Jesús, sí a
la vida, y otros, también autoridades,
buscarán desacreditar, quitar del medio,
a quienes denuncien la cultura de la
muerte gritando: "Sí a la
vida".
En
la Eucaristía Jesús se nos da como el
verdadero Pan de Vida.
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