REFLEXIONES  

 

 

REFLEXIÓN - 1

"CRECIENDO COMO FAMILIA"

Una niña de corta edad, paquete que estorba a la nueva vida que quieren emprender unos padres separados; paquete que va pasando de mano en mano: ahora te toca a ti, ahora me toca a mí, ahora para los abuelos...

Mujeres y hombres maltratados por sus cónyuges física y psicológicamente; amores que se han convertido en odio, en celos, en persecución y , en demasiados casos, en muerte.

Políticos que quieren desacreditar, y aun anular, el valor de la familia y su responsabilidad en la educación de los hijos a todos los niveles, para poder manipularlos desde la escuela y desde las leyes.

Familias obsesionadas por el tener, por el consumir, que abandonan a los hijos a su suerte porque "están trabajando para que no les falte de nada".

Algunos se llenan la boca diciendo que la familia tradicional está llamada a desaparecer, que hay que dar paso a nuevas formas de uniones familiares más acordes con los tiempos y la libertad. Pero la realidad es que los nuevos experimentos no han propiciado que las familias ganen en calidad.

La familia, para que pueda cumplir su cometido de ayudar a sus miembros a crecer en todos los aspectos, necesita de una estabilidad que sólo puede mantenerse desde el respeto, el diálogo y el sufrimiento compartido.

La familia va más allá de una relación contractual; la familia es tarea y esfuerzo, pero para asumirlos hay que creer en ella.

La familia es encuentro de personas con lazos profundos y todos, padre, madre e hijos, son personas creadas a imagen y semejanza de Dios y como tales han de ser tratadas.

En la familia cada uno tiene su puesto y debe ejercerlo para el bien, el crecimiento y el servicio a los demás.

Todos, padre, madre e hijos deben preocuparse de que la unión familiar sea fuerte; para ello es necesario que esté fundamentada en el amor, el respeto y el diálogo; todos deben asumir que en la familia hay derechos y obligaciones.

Y la familia cristiana no debe olvidar que es Iglesia doméstica y por lo tanto comunión de personas que van creciendo en la vivencia de su fe.

El estilo de vida que pide San Pablo a la comunidad de Colosas, vivido en la familia, la reforzará. ¿Cómo no va a ser fuerte y firme una familia revestida de misericordia, bondad, humildad, dulzura y comprensión?, ¿cómo no va a durar una familia en la que sus miembros se quieren y se perdonan?

No perdamos la riqueza de la Palabra de Dios de hoy quedándonos únicamente en una frase ("Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos"), fruto de una época y una cultura, y superada por las otras dos: "Maridos, amad a vuestras mujeres", "Padres no exasperéis a vuestros hijos".

Aunque algunos quieran hacernos ver lo contrario, la familia formada por el padre, la madre y los hijos, no está en vías de desaparición, aunque sí algunas formas de vivirla.

También os cristianos estamos llamados a renovar la familia para que cada día se parezca más al plan de Dios sobre ella.

 

REFLEXIÓN - 2

" NACER Y VIVIR EN UNA FAMILIA "

El mundo de hoy pone interrogantes a la familia como institución. Cada vez son mayores las tensiones en la convivencia entre los esposos, entre los padres y los hijos. En la mente de todos están la serie de problemas sobre la estabilidad del matrimonio, la rebelión de los hijos, la distribución de funciones dentro del quehacer común de una familia...

Pues bien: hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, que es por una parte el recuerdo festivo, en el ambiente de la Navidad, de la Familia de Nazaret, y por otra, un compromiso cristiano cara a nuestras propias familias.

Aunque no sabemos mucho de la familia de Jesús, una cosa es segura: él quiso nacer y vivir en una familia, quiso experimentar la vida de una familia, y por añadidura, pobre, de trabajadores.

Una familia que tuvo la amarga experiencia de la emigración y las zozobras de la persecución.

Una familia que tenía momentos extraordinarios como la presentación en el Templo, y luego meses y años de vida sencilla, monótona, de trabajo escondido en Nazaret. La fiesta de hoy es una invitación a que valoremos y orientemos la vida de nuestra familia a la luz de la de Nazaret. Ben-Sira, en la primera lectura, nos trazaba un pequeño tratado del comportamiento de los hijos para con sus padres.

Ciertamente el marco social ha cambiado mucho desde entonces. Pero la actitud que él señala sigue siendo actual: atender a los padres, también cuando se vuelven viejos y empiezan a chochear.

Qué fácil es honrarles cuando son ellos los que nos ayudan a nosotros. Y qué difícil cuando ya no se valen por sí mismos.

El motivo que da Ben Sira para urgir este amor a los padres no es sólo humano. Se remonta a Dios y a su mandamiento: honrar padre y madre: "el que honra a su padre, cuando rece será escuchado, el que honra a su madre, el Señor le escucha..." Habrá cambiado el sistema educativo. La familia no será tan autoritaria. La independencia de los hijos se valora mucho más.

Pero el mandamiento de Dios continúa, y debe tener aplicación en cualquier circunstancia: honra a tu padre y a tu madre...

Pablo nos ha descrito en su carta otro cuadro, el de la comunidad y la familia cristiana. Las claves que él nos da también siguen válidas: "revestíos de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, saber comprenderos mutuamente, perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro: y por encima de todo esté el amor".

Es esta actitud la que nos suele faltar: la acogida mutua a pesar de la diferencia de edad y de carácter. Las relaciones interpersonales siempre han sido y serán difíciles. Aunque la fiesta de hoy no nos da soluciones técnicas para la vida familiar o social, sí nos ofrece claves profundas, humanas y cristianas a la vez, de la convivencia: el amor, la comprensión, la acogida mutua. Pablo enumera detalles sencillos pero básicos: "maridos, amad a vuestras esposas y no seáis ásperos con ellas; padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos".

Pero hay una clave todavía superior, según él: porque todo esto no lo busca una familia cristiana sólo por motivos humanos, sino "en el Señor": o sea, desde la fe cristiana. Porque Dios nos ha perdonado es por lo que nosotros perdonamos a los demás. Porque Cristo Jesús ha aparecido en medio de nosotros, es por lo que nos sentimos agradecidos y unidos los unos con los otros. La familia cristiana, además de las motivaciones que tienen las demás para una convivencia constructiva, tiene otras: quiere ser en su vida diaria el signo del amor de Dios; quiere realizar a escala de "iglesia doméstica" el ideal de amor cristiano que Cristo nos ha enseñado.

Un último aspecto. La familia de Nazaret aparece como una familia que acude al Templo a orar, a presentar su hijo al Señor (ciclo B). Modelo de toda familia cristiana, que es invitada a rezar unida.

A celebrar, también como familia, la Eucaristía semanal. Por eso hemos escuchado cómo Pablo invitaba a la oración en común: "celebrad la acción de gracias, que la Palabra de Cristo habite entre vosotros, y todo lo que hagáis hacedlo en nombre de Jesús". ¿No es ahí, en la oración familiar, en la Eucaristía celebrada en común, donde mejor pueden las familias alimentar su fe, su unión, su compromiso diario de amor?

J. ALDAZABAL (+)

(Mercabá)

 

REFLEXIÓN - 3

MÁS ALLÁ DE "MI FAMILIA"

La Sagrada Familia.

En este tiempo de Navidad estamos celebrando la encarnación de la Palabra de Dios, el nacimiento del Hijo de Dios y su presencia entre nosotros. Una presencia, no en abstracto, sino concreta, porque Jesús vino al mundo en el seno de una familia, como todos, en un pesebre, una noche de invierno posiblemente. Este aspecto familiar y social de la encarnación es lo que queremos subrayar en nuestra celebración de hoy.

Celebramos su vida en familia, su asentamiento entre nosotros, en Nazaret durante muchos años. En Jesús, el hijo de Dios que se hace hijo de María y pasa como hijo de José, podemos llamar a Dios Padre.

De modo que de la vida de Jesús en familia nos proyectamos hacia una nueva familia, la de todos los hijos de Dios. Eso significa que Dios es nuestro padre, que nos ama y que ama el mundo que nosotros amamos, también ese pequeño y hermoso mundo de la familia consanguínea.

La familia cristiana.

Celebrar la Sagrada Familia no es sancionar un determinado modelo de familia. No es ése el sentido de la fiesta. Al contrario, las lecturas, tanto la de Pablo, como el evangelio, apuntan más allá de la familia humana, la que une con vínculos de carne y sangre, hacia otra familia, la que une a todos en un mismo Espíritu, que es el Espíritu de Dios, que hace que todos podamos ser y llamarnos hijos de Dios. Con todo, la familia consanguínea encuentra también en la Palabra de Dios luz para edificarse sólidamente sobre el amor. En este sentido Pablo traza los grandes rasgos del amor familiar, a partir de los cuales es posible aceptar los inevitables condicionamientos del tiempo y de la cultura. Bien entendido que por encima de todo, lo importante y definitivo es el amor, ceñidor de la unidad consumada. La familia consanguínea, por otra parte, es la escuela de humanización y la base sólida para la edificación de la familia humana, de una humanidad solidaria y unida.

La Humanidad.

Todas las familias tienden y apuntan hacia la gran y única familia, la de todos los hijos de Dios, la Humanidad entera. Ese es, por otra parte, el otro nombre del Reino de Dios que está ya presente y activo como la semilla en tierra, como la levadura en la masa. Hacia esa meta dirige Jesús su mirada y trata de que miren José y María, cuando les aclara que debe ocuparse en las cosas de su Padre. Y es que por encima de la tarea familiar convencional, está la ineludible tarea de vivir y desvivirse por la salvación del mundo, por la fraternidad universal, por el Reino de Dios inminente. Eso significa la encarnación, el nacimiento dé Jesús, el hecho de hacerse hombre, nacido de mujer, hermano de todos que en Jesús y por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios. La Navidad es siempre el alumbramiento de nueva vida. Y esa vida nueva es la que, más allá de la carne y de la sangre, nos une a todos indisoluble mente en Cristo y por Cristo al Padre.

Por encima de todo, el amor.

La pequeña familia, la familia nuclear, la familia carnal, es la primera escuela de aprendizaje en el amor. El hijo, nacido del amor de los padres, aprende el amar sintiéndose amado y sintiendo el amor hacia sus padres y hermanos. Pero el amor que se vive y se aprende en la pequeña familia, no puede ni debe encerrarse en la familia, sino que debe trascenderla y proyectarse hacia la gran familia, es decir, a todos, a la humanidad entera. El mandamiento del amor, legado por Jesús, es un amor sin límites en el tiempo o en el espacio, porque es amor a todos como a uno mismo. En este sentido la primera experiencia familiar ha de ir creciendo en los pequeños grupos de los parientes, los amigos, los vecinos, los miembros de la comunidad parroquial, los paisanos, la humanidad entera. El amor es siempre más y cuanto más se practica, menos se gasta, sino que crece más y puede abrazar a más cada vez. En este sentido, la fraternidad universal no es una utopía para consolarnos de nuestro egoísmo, sino un horizonte para rebasar continuamente las fronteras de la carne y de la sangre, las de la lengua y la raza, las políticas y religiosas, hasta la gran fraternidad, la familia de todos los hombres, la familia de Dios.

¿Cuál es el mensaje de la fiesta en la Sagrada Familia? ¿Es un modelo para las familias o una llamada a la responsabilidad de todos al Reino de Dios?

¿Qué enseñanzas se derivan para nuestra institución familiar de los consejos del Eclesiastés y de la carta de Pablo? ¿Son aplicables literalmente a nuestro modelo familiar de hoy?

¿Hay en nuestras familias comprensión, misericordia, humildad, tolerancia? ¿Cuáles son las relaciones que prevalecen en la familia de nuestros días?

¿Cuáles nuestras relaciones entre esposos, entre padres e hijos, entre hermanos...? ¿Seguimos pensando que la fraternidad es sólo una utopía? ¿Qué podemos hacer para que empiece a ser realidad? ¿Tiene algo que ver con nuestra oración, sobre todo, con el «Padre nuestro»?

EUCARISTÍA

(mercaba)

 

REFLEXIÓN - 4

" LA FAMILIA CRISTIANA HOY "

Se ha dicho siempre y es verdad que la familia es la primera célula de la sociedad, aunque algunos estén empeñados que no sea así y la quieran relegar a un último puesto, tras el estado y la escuela.

Desde el punto de vista cristiano el Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica". La familia cristiana es una comunidad compuesta por los esposos que han recibido el sacramento del matrimonio y por los hijos que han recibido el bautismo a petición de sus padres.

Hoy, en muchos sectores de nuestra sociedad, la familia va perdiendo grandes valores tradicionales: estabilidad, unidad, convivencia, influencia... Hoy se dan más separaciones conyugales, más incomprensiones y enfrentamientos, a veces con violencia, entre los esposos y entre padres e hijos; el hogar es un lugar donde apenas se come y duerme... Si a esto añadimos, dentro de la cultura laicista en la que vivimos, que se quiere considerar como matrimonio cualquier tipo de unión, aun las homosexuales, la familia, tal como la entendemos desde la revelación, está seriamente dañada.

Sin embargo, hay muchos padres que están preocupados para que la familia sea lo que tiene que ser.