MÁS
ALLÁ DE "MI FAMILIA"
La Sagrada Familia.
En este tiempo de
Navidad estamos celebrando la encarnación de la Palabra
de Dios, el nacimiento del Hijo de Dios y su presencia
entre nosotros. Una presencia, no en abstracto, sino
concreta, porque Jesús vino al mundo en el seno de una
familia, como todos, en un pesebre, una noche de
invierno posiblemente. Este aspecto familiar y social de
la encarnación es lo que queremos subrayar en nuestra
celebración de hoy.
Celebramos su vida en
familia, su asentamiento entre nosotros, en Nazaret
durante muchos años. En Jesús, el hijo de Dios que se
hace hijo de María y pasa como hijo de José, podemos
llamar a Dios Padre.
De modo que de la vida
de Jesús en familia nos proyectamos hacia una nueva
familia, la de todos los hijos de Dios. Eso significa
que Dios es nuestro padre, que nos ama y que ama el
mundo que nosotros amamos, también ese pequeño y hermoso
mundo de la familia consanguínea.
La familia cristiana.
Celebrar la Sagrada
Familia no es sancionar un determinado modelo de
familia. No es ése el sentido de la fiesta. Al
contrario, las lecturas, tanto la de Pablo, como el
evangelio, apuntan más allá de la familia humana, la que
une con vínculos de carne y sangre, hacia otra familia,
la que une a todos en un mismo Espíritu, que es el
Espíritu de Dios, que hace que todos podamos ser y
llamarnos hijos de Dios. Con todo, la familia
consanguínea encuentra también en la Palabra de Dios luz
para edificarse sólidamente sobre el amor. En este
sentido Pablo traza los grandes rasgos del amor
familiar, a partir de los cuales es posible aceptar los
inevitables condicionamientos del tiempo y de la
cultura. Bien entendido que por encima de todo, lo
importante y definitivo es el amor, ceñidor de la unidad
consumada. La familia consanguínea, por otra parte, es
la escuela de humanización y la base sólida para la
edificación de la familia humana, de una humanidad
solidaria y unida.
La Humanidad.
Todas las familias
tienden y apuntan hacia la gran y única familia, la de
todos los hijos de Dios, la Humanidad entera. Ese es,
por otra parte, el otro nombre del Reino de Dios que
está ya presente y activo como la semilla en tierra,
como la levadura en la masa. Hacia esa meta dirige Jesús
su mirada y trata de que miren José y María, cuando les
aclara que debe ocuparse en las cosas de su Padre. Y es
que por encima de la tarea familiar convencional, está
la ineludible tarea de vivir y desvivirse por la
salvación del mundo, por la fraternidad universal, por
el Reino de Dios inminente. Eso significa la
encarnación, el nacimiento dé Jesús, el hecho de hacerse
hombre, nacido de mujer, hermano de todos que en Jesús y
por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios. La Navidad
es siempre el alumbramiento de nueva vida. Y esa vida
nueva es la que, más allá de la carne y de la sangre,
nos une a todos indisoluble mente en Cristo y por Cristo
al Padre.
Por encima de todo, el
amor.
La pequeña familia, la
familia nuclear, la familia carnal, es la primera
escuela de aprendizaje en el amor. El hijo, nacido del
amor de los padres, aprende el amar sintiéndose amado y
sintiendo el amor hacia sus padres y hermanos. Pero el
amor que se vive y se aprende en la pequeña familia, no
puede ni debe encerrarse en la familia, sino que debe
trascenderla y proyectarse hacia la gran familia, es
decir, a todos, a la humanidad entera. El mandamiento
del amor, legado por Jesús, es un amor sin límites en el
tiempo o en el espacio, porque es amor a todos como a
uno mismo. En este sentido la primera experiencia
familiar ha de ir creciendo en los pequeños grupos de
los parientes, los amigos, los vecinos, los miembros de
la comunidad parroquial, los paisanos, la humanidad
entera. El amor es siempre más y cuanto más se practica,
menos se gasta, sino que crece más y puede abrazar a más
cada vez. En este sentido, la fraternidad universal no
es una utopía para consolarnos de nuestro egoísmo, sino
un horizonte para rebasar continuamente las fronteras de
la carne y de la sangre, las de la lengua y la raza, las
políticas y religiosas, hasta la gran fraternidad, la
familia de todos los hombres, la familia de Dios.
¿Cuál es el mensaje de
la fiesta en la Sagrada Familia? ¿Es un modelo para las
familias o una llamada a la responsabilidad de todos al
Reino de Dios?
¿Qué enseñanzas se
derivan para nuestra institución familiar de los
consejos del Eclesiastés y de la carta de Pablo? ¿Son
aplicables literalmente a nuestro modelo familiar de
hoy?
¿Hay en nuestras
familias comprensión, misericordia, humildad,
tolerancia? ¿Cuáles son las relaciones que prevalecen en
la familia de nuestros días?
¿Cuáles nuestras
relaciones entre esposos, entre padres e hijos, entre
hermanos...? ¿Seguimos pensando que la fraternidad es
sólo una utopía? ¿Qué podemos hacer para que empiece a
ser realidad? ¿Tiene algo que ver con nuestra oración,
sobre todo, con el «Padre nuestro»?
EUCARISTÍA
(mercaba)
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