HA
VENIDO PARA TODOS
¿Para
quién ha venido Cristo Jesús? Para todos los pueblos
de la tierra. Esta es la respuesta de las lecturas
que acabamos de escuchar. No sólo para Israel: también
para los paganos. No sólo para los cristianos:
también para los demás pueblos y religiones. Para los
hombres de toda raza y condición.
Lo
que hoy celebramos en la fiesta de la Epifanía, es la
MANIFESTACIÓN DE JESÚS a los pueblos de la
tierra, representados en los magos de Oriente.
Con
un lenguaje poético y entusiasta lo había anunciado ya
ISAIAS y lo hemos escuchado en la primera lectura:
"levántate, Jerusalén, que llega tu luz, y todos
los pueblos caminarán a tu luz: todos esos se han
reunido y vienen a ti".
Ahora
no es Jerusalén, la capital de Israel, la que atrae a
los paganos. Es Cristo Jesús, el Salvador, el que
se ha convertido en el centro de la humanidad.
Precisamente los que venían del Oriente en su
busca no han encontrado acogida en Jerusalén. Ha sido
cuando han visto al Niño en brazos de su Madre
cuando se ha alegrado su corazón y se han
postrado a adorarlo.
-TODOS
FORMAMOS EL MISMO CUERPO. Todo eso, como nos ha dicho
SAN PABLO, responde al plan de Dios: el
"misterio", como lo llama él, que estaba
escondido durante siglos y que ahora se ha
manifestado en Cristo Jesús: "que también los
paganos son miembros del mismo cuerpo: son
coherederos, copartícipes de la promesa en
Jesucristo." Es una de las ideas de las que
Pablo está más convencido. Todos formamos el mismo
cuerpo de Cristo. Todos somos coherederos con él de las
promesas de Dios. Todos somos hermanos en la única
familia de Dios, porque ha aparecido entre nosotros el
Hijo de Dios, hecho hermano nuestro.
Esto
es lo que hoy celebramos: que Cristo se ha manifestado
como salvador de todos. -NO SOMOS UNIVERSALES DE CORAZÓN.
Nos conviene esta fiesta de la Epifanía, porque
no nos resulta fácil ser universales en nuestra
conducta con los demás. No lo somos A NIVEL ECLESIAL.
Encerrados en nuestro grupo, apenas nos damos
cuenta de que Dios ha llamado a la fe de Cristo a
hombres de todos los colores, pertenecientes a
naciones que apenas conocemos, de culturas que nos
resultan misteriosas: países del este de Europa,
del África, del Asia, de América... La Iglesia de Dios
es universal. No es patrimonio de ninguna cultura. También
en el tercer Mundo está viva la comunidad
cristiana, y muchos de sus habitantes creen en el mismo
Jesús en quien creemos nosotros.
También
otros de nuestra parroquia que no pertenecen a nuestro
grupo tienen fe y siguen a Cristo Jesús. Nadie
tiene la exclusiva. Además, esta actitud de apertura
nos viene muy bien en NUESTRO PEQUEÑO MUNDO DE
CADA DÍA. Porque no somos pluralistas y abiertos. Nos
cerramos en nuestras ideas, en nuestros gustos, y
a los que no coinciden con nosotros los excluimos o los
ignoramos. No será tal vez por el color de la piel,
pero la discriminación la ejercemos muchas veces
por las opciones políticas, las ideologías religiosas,
la cultura, el grado de simpatía, la situación
económica... No somos universales en nuestro corazón.
Pues
bien: la fiesta de hoy es la fiesta de un Dios que se ha
mostrado radicalmente universal, enviando a su
Hijo también para "los otros", los que no
conocemos ni apreciamos nosotros en nuestra
estrechez de miras. Es una fiesta que nos alegra pero
que también nos educa y nos corrige. Hay un
proverbio chino que dice: "si quieres amar a otro,
has de comenzar por perdonarle que sea otro".
Y el que nos ha dado una lección soberana de esta
apertura "al otro" es Cristo Jesús, como
estamos celebrando en estas fiestas de la Navidad.
-LA
EUCARISTÍA. Cada vez que nos congregamos, como ahora,
para LA EUCARISTÍA, que es un momento
privilegiado de la vida cristiana, sí que se puede
decir que somos "oficialmente" abiertos
y universales: acuden a la celebración personas de
edades distintas, de cultura y situación social
muy diferentes, de opciones sociales también dispares.
Y sin embargo celebramos juntos la Eucaristía. Y
EL GESTO DE PAZ, antes de acudir a la comunión,
nos lo damos sin mirar mucho si el de al lado es
conocido o desconocido.
Queremos
expresar que es Cristo Jesús, con quien unos y otros
vamos a comulgar, el que nos une. Por eso hacemos
este pequeño gesto simbólico de que queremos acoger a
todos, como Dios nos ha acogido a nosotros.
Que
la manifestación de Jesús como Salvador haga de
nosotros personas abiertas, universales. Como lo
es Dios, Padre de todos; como lo es Cristo, que nos ha
salvado a todos y que se nos da indistintamente a
todos en su Eucaristía.
J.
ALDAZABAL (+)
(mercaba)