En el encuentro de esta tarde con los representantes de la sociedad
británica, en Westminster Hall, Benedicto XVI ha destacado el importante papel del Parlamento de esta nación, en la Commonwealth y en el mundo de habla inglesa en general, según ha difundido Radio Vaticano.
Subrayando que la tradición jurídica –“common law”- sirve de base a los sistemas legales de muchos lugares del mundo, el Papa ha destacado que la visión particular de los respectivos derechos y deberes del Estado y de las personas, así como de la separación de poderes, siguen inspirando a muchos en todo el mundo.
Evocando entre las grandes figuras a Santo Tomás Moro, «admirado por creyentes y no creyentes por la integridad con la que fue fiel a su conciencia, pues eligió servir primero a Dios», Benedicto XVI se ha referido a la perenne cuestión de la relación entre lo que se debe al César y lo que se debe a Dios.
Reiterando la importancia de alcanzar un genuino equilibrio entre las legítimas reivindicaciones del gobierno y los derechos de quienes están sujetos a él, el Santo Padre ha afirmado que, en este proceso, Gran Bretaña se ha configurado como una democracia pluralista que valora enormemente la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por el papel de la ley, con un profundo sentido de los derechos y deberes individuales, y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
«Si bien con otro lenguaje la Doctrina Social de la Iglesia tiene mucho en común con dicha perspectiva, en su preocupación primordial por la protección de la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y en su énfasis en los deberes de la autoridad civil para la promoción del bien común», ha afirmado Benedicto XVI, para luego añadir que ante los complejos problemas sociales y éticos del mundo de hoy, evidenciados por la reciente crisis financiera global, la falta de una base ética sólida en la actividad económica «ha contribuido a agravar las dificultades que ahora están padeciendo millones de personas en todo el mundo».
Tras hacer hincapié en que “toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral” (Caritas in veritate, 37), Benedicto XVI ha reiterado que igualmente en el campo político, la dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ningún gobierno puede permitirse ignorar. La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación, ha recordado el Papa, añadiendo luego una vez más que «la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional».
«Desde este punto de vista, no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia. Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen -paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación- que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia. Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública. Quisiera invitar a todos ustedes, por tanto, en sus respectivos campos de influencia, a buscar medios de promoción y fomento del diálogo entre fe y razón en todos los ámbitos de la vida nacional.
Refiriéndose a las numerosas iniciativas comunes en diversos ámbitos en los que el gobierno británico trabaja con la Santa Sede, el Santo Padre ha afirmado que «en el ámbito de la paz, ha habido conversaciones para la elaboración de un tratado internacional sobre el comercio de armas». Así como «respecto a los derechos humanos, la Santa Sede y el Reino Unido se han congratulado por la difusión de la democracia, especialmente en los últimos sesenta y cinco años; en el campo del desarrollo, se ha colaborado en la reducción de la deuda, en el comercio justo y en la ayuda al desarrollo, especialmente a través del International Finance Facility, del International Immunization Bond, y del Advanced Market Commitment. Igualmente, la Santa Sede tiene interés en colaborar con el Reino Unido en la búsqueda de nuevas vías de promoción de la responsabilidad medioambiental, en beneficio de todos».
Manifestando luego su satisfacción por el importante y activo compromiso de las autoridades británicas en favor de los pobres del mundo, Benedicto XVI ha señalado que se requieren «nuevas ideas en ámbito mundial que mejoren las condiciones de vida en muchas áreas importantes, tales como la producción de alimentos, el agua potable, la creación de empleo, la educación, el apoyo a las familias, sobre todo emigrantes, y la atención sanitaria básica. Donde hay vidas humanas de por medio, el tiempo es siempre limitado: el mundo ha sido también testigo de los ingentes recursos que los gobiernos pueden emplear en el rescate de instituciones financieras consideradas “demasiado grandes para que fracasen”. Desde luego, el desarrollo humano integral de los pueblos del mundo no es menos importante. He aquí una empresa digna de la atención mundial, que es en verdad “demasiado grande para que fracase”».
Al terminar su denso discurso sobre la visión general de la cooperación reciente entre el Reino Unido y la Santa Sede que muestra cuánto progreso se ha realizado en los años transcurridos desde el establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales, promoviendo en todo el mundo los muchos valores fundamentales que compartimos, Benedicto XVI ha subrayado nuevamente que para que dicha cooperación sea posible, las entidades religiosas -incluidas las instituciones vinculadas a la Iglesia católica- necesitan tener libertad de actuación conforme a sus propios principios y convicciones específicas basadas en la fe y el magisterio oficial de la Iglesia. Así se garantizarán derechos fundamentales como la libertad religiosa, la libertad de conciencia y la libertad de asociación.
Antes de impartir su bendición y renovando su profunda gratitud, Benedicto XVI ha añadido textualmente: «Los ángeles que nos contemplan desde el espléndido cielo de este antiguo salón nos recuerdan la larga tradición en la que la democracia parlamentaria británica se ha desarrollado. Nos recuerdan que Dios vela constantemente para guiarnos y protegernos; y, a su vez, nos invitan a reconocer la contribución vital que la religión ha brindado y puede seguir brindando a la vida de la nación».
http://www.agenciasic.es/2010/09/17/benedicto-xvi-denuncia-la-falta-de-una-base-etica-solida-en-la-actividad-economica-como-origen-de-la-crisis/