Profesores de Religión: en la diana del acoso ALFA Y OMEGA
«Cada vez que yo iba a entrar en clase, la tutora, con el conocimiento de la Dirección, colocaba en el aula unos carteles que ponían: Escuela pública, escuela laica: Religión fuera. Los ponía delante de los alumnos de su tutoría, que se quedaban en el aula porque querían cursar la asignatura de Religión. Tuve que aguantar agresiones e insultos de una madre, que no había matriculado a su hijo en la asignatura, pero que me llamaba comecocos y sinvergüenza; mentía sobre mí ante el Consejo Escolar, llegó a acusarme de llevar a los niños a exposiciones ocultas y se oponía a que yo tuviese contacto con los alumnos que no elegían Religión, por si les lavaba el cerebro. Esta mujer y su marido se presentaron en el Museo del Prado, mientras yo estaba en una visita cultural con los alumnos, con camisetas que ponían Probablemente Dios no existe, y tuvimos que suspender la visita por el acoso al que me sometió, a lo largo de todo el museo y delante de los niños. A pesar de que, cuando empecé a dar clase en ese instituto, había un 63% de alumnos en Religión, y después de unos años llegué a tener al 87%, el grupo de padres que controlaba el APA utilizaba sus boletines para publicar artículos insultantes contra la clase de Religión y los alumnos que la recibían, en los que también decían que los profesores de esta materia éramos catequistas sin preparación, que no debíamos estar en el Consejo Escolar. La Dirección era muy beligerante, me negaba las actividades que yo pedía para mi asignatura y se ponían del lado de los padres que me acosaban. Si no hubiera clase de Religión, no pasarían estas cosas, me decían. Un día, la Jefa de estudios interrumpió una reunión que yo tenía con los padres de alumnos de Religión, y dijo que no estaba de acuerdo con que en la escuela pública se impartiese Religión, o Historia de las Religiones, y que podía desconvocar la reunión, si quería. Después de llevar estas situaciones a juicio, aprovecharon el verano para cambiar de centro al Director y a la Jefa de estudios, pero, al curso siguiente, otros profesores me insultaron durante el primer claustro por denunciar el acoso de la Dirección. Después, apareció un blog en Internet en el que alguien anónimo me injuria, e insulta a mi marido y a mi hijo. Ahora, llevo dos años de baja, por depresión». Agresiones multiplicadas Este extenso testimonio es sólo un breve resumen del calvario por el que está pasando doña Teresa Villodres, una profesora de Religión, en Madrid, víctima del acoso al que le han sometido otros compañeros de claustro y un grupo sectario de padres. ¿Su culpa? Querer hacer atractiva la asignatura de Religión católica, demandada por la mayoría de los padres de su centro. El caso de Teresa no es algo aislado: el sindicato APPRECE (Asociación Profesional de Profesores de Religión de Centros Estatales) ha constatado que, en los últimos años, el número de profesores de esta materia que viven situaciones similares se ha disparado. Y no me refiero al acoso que padecen muchos profesores y que los medios de comunicación denuncian con toda justicia. No: a diferencia de lo que les sucede a docentes de otras asignaturas, el bulling contra los maestros de Religión no viene de los alumnos, sino de otros profesores. Ideología en los claustros
Don Rafael Martínez, Presidente de APPRECE-Andalucía, explica que
«hay profesores y directores, de izquierda radical, que meten sus
sentimientos ideológicos en los centros. Y cuando la política entra
en un claustro, se hacen cosas terribles». Cosas como las que sufre
M., un profesor de Religión de Andalucía, cuya identidad -como es
comprensible- no podemos revela. «M. sufre menosprecios, miradas
despectivas, comentarios denigrantes..., y le están aislando
laboralmente, quitándole horas de trabajo para que cobre menos»,
explica don Rafael Martínez. También le han dicho «que no puede
hacer guardias (horas en que los profesores no imparten clase pero
están al servicio del centro, cuidando a los grupos cuyo profesor no
ha ido ese día, vigilando a los castigados, etc.), porque quieren
evitar que entre en contacto con los niños. Un profesor de
Matemáticas, o de Filosofía, puede hablar desde sus convicciones,
pero el de Religión es como un apestado, a quien se le prohíbe tener
contacto con los no matriculados en la asignatura, por si contagia
algo». Inspectores compinchados
Doña Emma González, Presidenta de APPRECE, explica que «hay muchas
formas de atacar a un profesor de Religión. La mayoría de las veces
es con insultos, blasfemias y menosprecios hacia su trabajo. Son
comentarios que es muy difícil denunciar, porque se hacen como si no
pasara nada. Hace unos días, nos contaba un profesor que cuando se
junta con sus compañeros en la cafetería, o en el departamento,
tienen la consigna de hablar de sexo y temas escabrosos, para
hacerle sentir incómodo y aislarle. Otras veces te llaman catequista
y te dicen que no tiene sentido tu asignatura. Es como atacar al
profesor de Educación Física porque no me gusta el deporte y porque,
quien quiera jugar al fútbol, puede hacerlo fuera del horario
escolar». Mentir a los padres, uno por uno
A
veces, la presión es tanta que son los cónyuges de los docentes
quienes se dirigen al sindicato APPRECE para pedir ayuda, porque los
maestros están sobrepasados. «No siempre te recortan las tareas para
excluirte -explica González-. Algunos directores usan al de Religión
de chico para todo, como le está ocurriendo a una profesora que vino
a pedirnos ayuda: la tienen de un lado a otro haciendo recados, hace
más guardias, más recreos y va de apoyo en más excursiones que el
resto de profesores. Le han llegado a organizar el horario para ir a
una excursión, y en el último momento, antes de salir, le han dicho:
Tú te quedas, que a otro profesor le apetece ir. Es una forma de
hacerle sentirse en inferioridad frente a sus compañeros». Alumnos: los héroes malditos
Además, Martínez denuncia que muchos centros no ofertan la
alternativa prevista para Religión católica, que es Historia de las
Religiones, sino la llamada Atención educativa, un tiempo en el que
los niños no hacen nada: «Han convertido en héroes malditos a los
que eligen Religión, porque tienen que estudiar y son evaluados y
calificados. Y a los que no la eligen, los han convertido en listos
que no tienen que estudiar y no les pasa nada académicamente. El
centro ya no es un lugar en el que se aprenden saberes (también
religiosos), ni es un medio para formarse, sino que se convierte en
un lugar donde mejor lo pasas cuanto menos trabajas», dice Martínez. Dar la cara ante los sectarios
También los formularios dan lugar a error: «Sólo puedes marcar si
quieres Religión, no si quieres no recibirla. Así que, si no marcas
nada (por error, o porque en determinados estratos sociales los
padres no siempre se aclaran con los papeles), no se les matricula
por defecto, y si los padres protestan, les dicen que están los
grupos cerrados». Algo que sí es cierto: «En la mayoría de los
institutos, los horarios del resto de asignaturas se ponen primero,
y cuando está todo cerrado, se mete la clase de Religión, lo que
obliga a hacer cambios y convierte al profesor (y a su asignatura)
en alguien molesto», explica Martínez. José Antonio Méndez
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