13/08/2006
19.20.34
Entrevista
del Papa Benedicto XVI a la Bayerischer Rundfunk (ARD), ZDF, Deutsche
Welle; Radio Vaticano.
Pregunta:
Santo Padre, en septiembre usted visitará Alemania o, con más
precisión, naturalmente Baviera. “El Papa tiene nostalgia de su
patria”, así han dicho sus colaboradores en el curso de la preparación
de este viaje. ¿Qué temas desearía tocar en particular durante la
visita, y el concepto de “patria” forma parte de los valores que
desea proponer en particular?
Benedicto XVI: Ciertamente. El motivo de la
visita es precisamente que quería volver a ver los lugares, las
personas con las que he crecido, que me han marcado y han formado parte
de mi vida. Personas a las que quería agradecer. Y naturalmente también
expresar un mensaje que vaya mas allá de mi tierra, como es coherente
con mi ministerio. Simplemente he dejado que las conmemoraciones litúrgicas
me indicaran los temas. El asunto fundamental es que debemos redescubrir
a Dios, no a un Dios cualquiera, sino al Dios con el rostro humano,
porque cuando vemos a Jesucristo vemos a Dios. Y partiendo de esto
debemos encontrar los caminos para encontrarnos en la familia, entre las
generaciones y también entre las culturas y los pueblos, entre los
caminos de la reconciliación y la convivencia pacifica en este mundo, y
los caminos que conducen hacia el futuro. Y estos caminos hacia el
futuro no los encontraremos si no recibimos la luz desde lo alto. Por
tanto, no he decidido temas muy específicos, pero, por así decirlo, es
la liturgia la que me guía a expresar el mensaje fundamental de la fe,
que naturalmente se inserta en la actualidad de hoy, en la que sobre
todo queremos buscar la colaboración de los pueblos y los caminos
posibles hacia la reconciliación y la paz.
Pregunta: Como Papa, usted es
responsable de la Iglesia en el mundo entero. Pero naturalmente su
visita hace que la atención se dirija a la situación de los católicos
en Alemania. Ahora todos los observadores concuerdan que la atmósfera
es buena, también gracias a su elección. Pero naturalmente los
antiguos problemas permanecen. Sólo por poner algunos ejemplos: cada
vez menos practicantes, cada vez menos bautizados, sobre todo cada vez
menos influencia en la vida social. ¿Cómo ve la actual situación de
la Iglesia católica en Alemania?
Benedicto XVI: Ante todo diría que
Alemania forma parte de Occidente, si bien con sus características
particulares, y en el mundo occidental hoy vivimos una ola de un nuevo
iluminismo drástico o laicidad, o como se le quiera llamar. Creer se ha
vuelto más difícil, porque el mundo en el que nos encontramos está
hecho completamente por nosotros mismos y en el que, por decirlo así,
Dios ya no aparece directamente. Ya no se bebe directamente de la
fuente, sino del recipiente que se nos presenta ya lleno, etc. Los
hombres se han construido el propio mundo, y encontrar a Él en este
mundo se ha convertido en algo muy difícil. Esto no es específico de
Alemania, si no que es algo que se constata en todo el mundo, de manera
particular en el occidental. Por otra parte, Occidente viene hoy tocado
fuertemente por otras culturas, en las que el elemento religioso de
origen es muy poderoso, y quedan horrorizadas por la frialdad que
encuentran en Occidente en lo que respecta a Dios. Y esta presencia de
lo sagrado en otras culturas, aunque si velada de muchas maneras, toca
nuevamente al mundo occidental, nos toca a nosotros, que nos encontramos
en el “cruce” de tantas culturas. Y también de lo más profundo del
hombre en Occidente, y en Alemania, surge la pregunta de algo “más
grande”. Vemos que en la juventud aparece la búsqueda de ese “más”;
vemos cómo en cierto modo el fenómeno religión -como se dice- vuelve,
también si se trata de un movimiento de búsqueda a menudo
indeterminado. Pero con todo esto la Iglesia está de nuevo presente, la
fe se ofrece como respuesta. Pienso que justamente esta visita, como ya
la de Colonia, será una oportunidad para que se vea que creer es algo
bello, que el gozo de una gran comunidad universal posee una fuerza que
arrastra, que tras ella hay algo de importante y que por lo tanto junto
a los nuevos movimientos de búsqueda, existen también nuevas
desembocaduras de la fe que nos llevan los unos hacia los otros y que
son positivas también para la sociedad en su conjunto.
Pregunta: Santo Padre, hace exactamente
un año usted estaba en Colonia con los jóvenes, y creo que en esa
oportunidad haya experimentado que la juventud está extraordinariamente
lista a acoger, y que usted haya sido muy bien acogido. En este próximo
viaje ¿lleva quizá un mensaje especial para los jóvenes?
Benedicto XVI: Quisiera decir antes que
nada: que estoy muy contento de que haya jóvenes que quieran estar
juntos, que quieran estar juntos en la fe, y que quieran hacer el bien.
La disponibilidad al bien es muy fuerte en la juventud, basta pensar en
las diversas formas de voluntariado. El compromiso para ofrecer en
primera persona una contribución propia ante las necesidades de este
mundo es una gran cosa. Un primer impulso puede ser por lo tanto alentar
a esto: ¡id adelante! ¡Buscad las ocasiones para hacer el bien! ¡El
mundo necesita de esta voluntad, necesita de este compromiso! Y luego
quizás una palabra sería: ¡el valor de decisiones definitivas! En la
juventud hay mucha generosidad, pero ante el riesgo de comprometerse por
toda la vida, ya sea en el matrimonio o en el sacerdocio, se experimenta
miedo. El mundo está en movimiento de manera dramática: ahora puedo
disponer continuamente de mi vida entera con todos sus imprevisibles
eventos futuros: con una decisión definitiva ¿no ato mi libertad y no
me privo de la libertad de movimiento? Despertar el valor de osar
decisiones definitivas, que en realidad son las únicas que hacen
posible el crecimiento, el camino hacia adelante y el alcanzar cualquier
cosa importante en la vida, las únicas que no destruyen la libertad, si
no que le ofrecen la justa dirección en el espacio. Arriesgar esto,
este salto -por así decir- en el definitivo, y con eso acoger
plenamente la vida, esto es algo que con dicha quisiera poder comunicar.
Pregunta: Santo Padre, una pregunta
sobre la política exterior. La esperanza de la paz en Oriente Medio en
las pasadas semanas se ha nuevamente debilitado. ¿Qué posibilidades ve
usted para la Santa Sede en relación a la actual situación? ¿Qué
influencia puede ejercer ésta en el desarrollarse de la situación en
Oriente Medio?
Benedicto XVI: Naturalmente no tenemos
ninguna posibilidad política, y no queremos ningún poder político.
Pero queremos hacer un llamamiento a los cristianos y a todos aquellos
que se sienten de alguna manera interpelados por la palabra de la Santa
Sede, para que sean movilizadas todas las fuerzas que reconocen que la
guerra es la peor solución para todos. No aporta nada bueno para nadie,
ni siquiera para los supuestos “vencedores”. En Europa lo sabemos
muy bien, como consecuencia de las dos Guerras Mundiales. La paz es lo
que todos necesitan. Existe una fuerte comunidad cristiana en el Líbano,
hay cristianos también entre los árabes, hay cristianos en Israel, y
los cristianos de todo el mundo se empeñan por estos países tan
queridos a todos nosotros. Existen fuerzas morales listas a hacer
comprender que la única solución es que debemos vivir juntos. Estas
son las fuerzas que nosotros queremos movilizar: los políticos deben
encontrar los caminos para que esto pueda acontecer lo más pronto
posible y sobre todo de forma duradera.
Pregunta: Como Obispo de Roma usted es
sucesor de san Pedro. ¿Cómo puede mostrarse en los tiempos actuales el
ministerio de Pedro? ¿Cómo ve usted la relación de tensión y
equilibrio entre el primado del Papa por una parte y la colegialidad de
los obispos por otra?
Benedicto XVI: Una relación de tensión y
equilibrio existe naturalmente, y nosotros decimos que así debe ser.
Multiplicidad y unidad deben siempre encontrar nuevamente su relación
recíproca, y esta relación debe incluirse de una manera siempre nueva
en las cambiantes situaciones del mundo. Hoy en día existe una nueva
polifonía de las culturas, en la cual Europa ya no es más la única
que determina, sino que las comunidades cristianas de los diversos
continentes están adquiriendo su propio peso, su propio color. Debemos
aprender siempre de esta fusión de los diversos componentes. Por esto
hemos desarrollado diversos instrumentos; las llamadas “visitas ad
limina” de los obispos, que han existido siempre, son en la actualidad
mucho más aprovechadas para hablar con todas las instancias de la Santa
Sede y también conmigo. Yo hablo personalmente con cada obispo. Ya he
hablado con casi todos los obispos de África y con muchos de los de
Asia. Ahora vendrán los de Europa central, Alemania, Suiza, y en estos
encuentros, en los que precisamente el centro y las afueras se
encuentran juntos en un intercambio franco, yo pienso que crezca la
correcta relación recíproca en esta tensión equilibrada. Además
tenemos otros instrumentos, como el Sínodo, o el Consistorio, que
mantendré regularmente y que querría desarrollar. En ellos, aún no
teniendo un orden del día importantísimo, se discutirán juntos los
problemas actuales, intentando encontrar soluciones. Por un lado sabemos
que el Papa no es un monarca absoluto, pero tiene que –por decirlo de
alguna forma- personificar la totalidad que se une en escucha de Cristo.
Pero la conciencia de la necesidad de una instancia unificadora, que
garantice también la independencia de las fuerzas políticas y que los
“cristianismos” no se identifiquen demasiado con la nacionalidad,
esta conciencia precisamente, que necesita de una tal instancia amplia y
superior, que cree unidad en la integración dinámica del todo, y por
otro lado que acoja y promueva la multiplicidad, esta conciencia es muy
fuerte. Por eso creo que se trata una adhesión íntima al ministerio
petrino que se expresa en la voluntad de desarrollarlo ulteriormente, de
forma que responda tanto a la voluntad del Señor, como a las
necesidades de los tiempos.
Pregunta: Alemania como tierra de
Reforma está marcada naturalmente y de forma particular por las
relaciones entre las distintas confesiones. Las relaciones ecuménicas
son una realidad sensible, que encuentra siempre nuevas dificultades. ¿Qué
posibilidad ve de mejorar la relación con la Iglesia evangélica, o qué
dificultad ve en este camino?.
Benedicto XVI: Quizá sea importante decir,
antes que nada, que la Iglesia evangélica presenta una notable
variedad. En Alemania tenemos, si no me equivoco, tres comunidades
principales: Luteranos; Reformistas; y la Unión Prusiana. Además hoy
se forman numerosas Iglesias libres (Freikirchen) y, en el interior de
las Iglesias clásicas, movimientos, como la “Iglesia confesante”
entre otras. Por lo tanto, se trata también de un conjunto con muchas
voces, con las cuales tenemos que entrar en diálogo en la búsqueda de
unidad con respecto a la multiplicidad de voces, y con las que quiero
colaborar. Creo que lo primero que hay que hacer es que en esta
sociedad, todos juntos nos preocupemos por hacer que sena claras, de
encontrar y de traducir en hechos, las grandes directrices éticas, para
garantizar de este modo la consistencia ética de la sociedad, sin la
cual ésta no puede llevar a cabo las finalidades de la política, que
son la justicia para todos, una buena convivencia y la paz. En este
sentido creo que ya se ha conseguido mucho, que nosotros nos encontramos
realmente unidos bajo un pilar cristiano común, frente a los grandes
desafíos morales. Naturalmente, después hay que testimoniar a Dios en
el mundo, que tiene dificultades a la hora de encontrarle, como ya hemos
dicho, y de hacer visible a Dios en el rostro humano de Jesucristo, y de
ofrecer a los hombres el acceso a esas fuentes, sin las cuales la moral
se aridece y pierde sus referencias, y también donar la felicidad,
porque no estamos solos en este mundo. Sólo de este modo nace la
felicidad ante la grandeza del hombre, que no es un producto mal
conseguido de la evolución, sino imagen de Dios. Nos tenemos que mover
en estos dos sentidos –por decirlo de algún modo- el de las grandes
referencias éticas, y el que muestra –a partir del interior y orientándose
hacía el- la presencia de Dios, de un Dios concreto. Si lo hacemos, y
sobre todo, si en todos nuestros agrupamientos singulares buscamos no
vivir la fe de forma industrial, sino a partir de raíces más
profundas, entonces quizá no lleguemos tan rápido a las
manifestaciones externas de unidad, sino que maduraremos hacia una
unidad interior, que si Dios quiere un día llegará también a
exteriorizarse.
Pregunta:
Tema: la familia. Hace un mes usted estuvo en Valencia para celebrar
el Encuentro Mundial de las Familias. Quien ha escuchado con atención
–como hemos intentado hacerlo desde Radio Vaticana- se ha dado cuenta
de que usted no ha pronunciado la palabra “matrimonio homosexual”,
no ha hablado de aborto, ni de contraconcepción. Atentos observadores
se han dicho: ¡Interesante!, evidentemente su intención es anunciar la
fe y no dar la vuelta al mundo como “apóstol de la moral”. ¿Nos
puede hacer un comentario al respecto?.
Benedicto XVI: Claro que sí. Sobre todo
tengo que decir que tuve solamente dos ocasiones de veinte minutos para
hablar. Teniendo tan poco tiempo no se puede abarcar todo. Sobre todo
tenemos que saber qué es lo que queremos decir, ¿no es así?. Y el
cristianismo, el catolicismo no es un cúmulo de prohibiciones, sino una
opción positiva. Y es muy importante que esto se vea nuevamente, ya que
hoy esta conciencia ha desaparecido casi completamente. Hemos oído
tanto hablar de lo que no está permitido que ahora hay que decir: Pero
nosotros tenemos una idea positiva que proponer; que el hombre y la
mujer están hechos el uno para el otro, que la escala –por decir de
algún modo-: sexualidad, éros, ágape, indica las dimensiones del amor
y sobre este camino crece desde siempre el matrimonio, como encuentro
entre un hombre y una mujer, culmen de la felicidad y de la bendición,
y después la familia, que garantiza la continuidad entre generaciones,
en la que las generaciones se reconcilian entre ellas y en la que también
las culturas se pueden encontrar. Por lo tanto, sobre todo es importante
poner de relieve lo que queremos. En segundo lugar, se puede ver después
también el porqué nosotros no queramos algo. Y yo creo que sea
necesario ver y reflexionar, ya que no se trata de una invención católica
el hecho de que un hombre y una mujer estén hechos el uno para el otro
para que la humanidad continúe a vivir: lo saben todas las culturas. En
relación al aborto, no pertenece al sexto, sino al quinto mandamiento:
“No matarás”. Y esto tenemos que presuponerlo como obvio y tenemos
que rebatir siempre que: la persona humana inicia en el seno materno y
permanece persona humana hasta su último respiro. El hombre tiene que
ser respetado siempre como hombre. Pero todo esto queda más claro, si
antes hemos explicado lo positivo.
Pregunta: Santo Padre, mi pregunta se
une en cierto modo a la del padre von Gemmingen. En todo el mundo los
creyentes esperan de la Iglesia católica respuestas a los problemas
globales más urgentes, como el SIDA y la superpoblación. ¿Por qué la
Iglesia católica insiste tanto sobre la moral en lugar de intentar
soluciones concretas para estos problemas cruciales de la humanidad, por
ejemplo en el continente africano?
Benedicto XVI: Ya, éste es el problema: ¿insistimos
realmente tanto sobre la moral?. Yo diría –cada vez estoy más
convencido tras mi diálogo con los obispos africanos- que la cuestión
fundamental, si queremos dar pasos adelante en este sentido, se llama
educación, formación. El progreso puede ser progreso real sólo si
sirve a la persona humana y si la propia persona humana crece, no crece
sólo su poder técnico, sino también su capacidad moral. Y creo que el
verdadero problema de nuestra situación histórica sea el desequilibrio
entre el crecimiento increíblemente rápido de nuestro poder técnico y
el de nuestra capacidad moral, que no crece de forma proporcional. Por
eso la formación de la persona humana es la verdadera receta, la llave
de todo diría, y ésta es también nuestra vida. Y esta formación
tiene –para resumir- dos dimensiones. Sobre todo naturalmente tenemos
que aprender, adquirir saber, capacidad, “know-how” como se suele
decir. En esta dirección Europa, y en los últimos decenios América,
han hecho mucho, y se trata de una cosa importante. Pero si sólo se
difunde el “know-how”, si sólo se enseña como se construyen y se
usan las máquinas, y como se emplean los métodos de contracepción,
entonces no hay que maravillarse de que al final nos encontremos con
guerras y con epidemias de SIDA. Porque nosotros necesitamos dos
dimensiones: es necesaria al mismo tiempo la formación del corazón
–si me puedo expresar de este modo- con el que la persona humana
adquiere referencias y aprende también de este modo a usar
correctamente su técnica. Y esto es lo que estamos intentando hacer. En
toda África, y también en muchos países de Asia, tenemos una gran red
de escuelas de todos los niveles, donde sobre todo se puede aprender,
adquirir verdadero conocimiento, capacidad profesional, y con ello
alcanzar autonomía y libertad. Pero en estas escuelas nosotros
intentamos precisamente comunicar no sólo el “know-how”, sino
formar a personas humanas que quieran reconciliarse, que sepan que
tenemos que construir y no destruir, y que tenemos las referencias
necesarias para saber convivir. En gran parte de África, las relaciones
entre musulmanes y cristianos son ejemplares. Los obispos han formado
comités comunes junto a los musulmanes para ver como crear paz en las
situaciones de conflicto. Y esta red de escuelas, de aprendizaje y
formación humana, que es muy importante, viene completada por una red
de hospitales y de centros de asistencia, que alcanzan de forma capilar
a las aldeas más remotas. Y en muchos lugares, a pesar de las
destrucciones de la guerra, la Iglesia es la única fuerza que ha
permanecido intacta. ¡Ésta es una realidad!”. Es donde se cura,
donde se cura también el SIDA, y por otro lado se ofrece educación,
que ayuda a establecer relaciones justas con los demás. Por eso creo
que se debería corregir la imagen según la cual sembramos entorno a
nosotros rígidos No. Justo en África se trabaja mucho, para que las
diferentes dimensiones de la formación se puedan integrar y así sea
posible la superación de la violencia y también de la epidemia, entre
las que están también la malaria y la tuberculosis.
Pregunta: Santo Padre, el cristianismo
se ha difundido por todo el mundo partiendo de Europa. Ahora, muchos
piensan que el futuro de la Iglesia se encuentra en los otros
continentes. ¿Es verdad? O en otras palabras, ¿qué futuro tiene el
cristianismo en Europa, donde parece que se está reduciendo a asunto
privado de una minoría?
Benedicto XVI: Sobre todo yo querría
introducir algún matiz. En realidad, como sabemos, el cristianismo nació
en Oriente Próximo, y durante mucho tiempo su desarrollo principal se
quedó allí difundiéndose por Asia mucho más de lo que nosotros
pensamos tras los cambios traídos por el Islam. Por otro lado, justo
por este motivo su eje se trasladó sensiblemente hacia Occidente y
Europa, y Europa –estamos orgullosos y nos alegramos- ha desarrollado
ulteriormente el cristianismo en sus grandes dimensiones también
intelectual y cultural. Pero creo que es importante que recordemos a los
cristianos de Oriente, ya que es el periodo en el que ellos, que han
sido siempre una minoría importante, en relación fructuosa con el
contexto circunstante, ahora emigren. Existe el peligro de que justo
estos lugares que dieron origen al cristianismo se queden sin
cristianos. Pienso que debemos ayudar mucho para que se puedan quedar.
Pero ahora contesto a su pregunta. Europa se ha transformado sin lugar a
dudas en el centro del cristianismo y de su movimiento misionero. Hoy
los demás continentes, las otras culturas, entran con igual peso en el
concierto de la historia del mundo. De este modo crece el número de
voces de la Iglesia, y este es un bien. Es bueno que se puedan expresar
los diferentes caracteres, los dones propios de África, de Asia y de América,
en particular de América Latina. Naturalmente todos ellos tocados no sólo
por la palabra del cristianismo, sino también por el mensaje secular de
este mundo, que lleva también a los demás continentes la prueba
irrebatible que hemos vivido en nosotros mismos. Todos los obispos del
resto del mundo dicen: todavía necesitamos a Europa, aunque si Europa
es sólo una parte de un todo más grande. Todavía tenemos la
responsabilidad que nos da nuestra experiencia, de la ciencia teológica
que ha sido desarrollada aquí, de nuestra experiencia litúrgica, de
nuestras tradiciones, y también de las experiencias ecuménicas que
hemos acumulado: todo esto es muy importante también para los otros
continentes. Por eso es necesario que nosotros no nos rindamos,
compadeciéndonos y diciendo: “Ya está, somos sólo una minoría,
intentemos al menos conservar nuestro número reducido”; sino que
tenemos que conservar vivo el dinamismo, abrir relaciones de
intercambio, para que en consecuencia de ahí nos lleguen nuevas
fuerzas. Hoy hay sacerdotes indios y africanos en Europa, también en
Canadá, donde muchos sacerdotes africanos trabajan de modo muy intenso.
Es un dar y recibir recíprocos. Pero si nosotros en un futuro recibimos
más, tendremos que continuar a dar con un valor y un dinamismo
crecientes.
Pregunta: Se trata de un argumento que
ha sido ya tocado, Santo Padre. Las sociedades modernas en las
decisiones importantes sobre política y ciencia no se orientan en
valores cristianos y la Iglesia –lo sabemos por las encuestas- está
considerada la mayor parte de las veces sólo como una voz que amonesta
o que incluso frena. ¿La Iglesia no debería salir de esta posición
defensiva y asumir una actitud más positiva en lo relacionado al futuro
y a su construcción?.
Benedicto XVI: Diría que en cualquier caso
tenemos nuestro deber de poner de relieve lo que nosotros queremos de
positivo. Y esto sobre todo tenemos que hacerlo a través del diálogo
de culturas y de religiones, ya que, como ya he dicho, el continente
africano, el alma africana y también el alma asiática están
horrorizadas de la frialdad de nuestra racionalidad. Es importante que
vean que aquí no hay sólo esto. De forma recíproca es importante que
nuestro mundo laicista se de cuenta de que la fe cristiana no es un
impedimento, sino un puente para el diálogo con los otros mundos. No es
justo pensar que la cultura puramente racional, gracias a su tolerancia,
tenga un acercamiento más fácil a las otras religiones. Le falta en
gran parte “el órgano religioso” y con este el punto de enganche a
partir del cual y hacia el cual los otros quieren entrar en relación.
Por eso debemos y podemos mostrar que justo por la nueva
interculturalidad en la que vivimos la pura racionalidad desenganchada
de Dios no es suficiente, sino que es necesaria una racionalidad más
amplia, que ve a Dios en armonía con la razón, y es consciente de que
la fe cristiana que se ha desarrollado en Europa es también un medio
para hacer confluir juntas razón y cultura y para integrarlas también
con las acciones en una visión unitaria y comprensiva. En este sentido
creo que tenemos un gran deber, es decir, mostrar que esta Palabra, que
nosotros poseemos, no pertenece –por decirlo de algún modo- a los
trastos de la historia, sino que es necesaria precisamente hoy”.
Pregunta: Santo Padre hablemos de sus
viajes. Usted está en el Vaticano, posiblemente le cueste estar un poco
lejos de la gente y separado del mundo, también aquí en el bellísimo
ambiente de Castelgandolfo. Pero usted dentro de poco tendrá 80 años.
¿Piensa, con la ayuda de Dios, poder realizar muchos viajes? ¿Tiene
idea de los que piensa realizar? ¿A Tierra Santa, Brasil? ¿Lo sabe?
Benedicto XVI: Verdaderamente no estoy tan
solo. Efectivamente existen – por decirlo de alguna manera – las
murallas que dificultan el acceso, pero hay una “familia
pontificia”, todos los días muchas visitas, en particular cuando
estoy en Roma. Llegan obispos, otras personas, hay visitas de Estado, de
personalidades que quieren hablar conmigo también personalmente y no
solamente de cuestiones políticas. En este sentido hay una
multiplicidad de encuentros que gracias a Dios se me dan continuamente.
Y es también importante que la sede del Sucesor de Pedro sea un lugar
de encuentro, ¿no es verdad? Desde el tiempo de Juan XXIII, después el
péndulo ha cambiado en otra dirección: son los papas los que han
comenzado a visitar. Debo decir que no me siento tan fuerte de apuntar
en la agenda muchos y grandes viajes, pero donde estos permiten dirigir
un mensaje, donde – digamos así – responden a un verdadero deseo,
los quisiera hacer, con la “dosis” que me es posible. Alguna cosa
está ya prevista: el próximo año en Brasil hay un encuentro del
CELAM, el consejo Episcopal Latino Americano, y pienso que estar allí
sea un paso importante en el contexto de las vicisitudes que América
del Sur está viviendo intensamente, y para reforzar la esperanza que
está viva en aquella región. Después quisiera ir a Tierra Santa, y
espero poder visitarla en tiempo de paz, y del resto veremos que me
reserva la Providencia.
Pregunta:
Permítame insistirle. Los austriacos hablan también alemán y Le
esperan en Mariazell.
Benedicto XVI: Si, ha sido concordado.
Yo lo he prometido sencillamente, de manera un poco imprudente. Es un
lugar que me ha gustado tanto que he dicho: Sí, volveré a la Magna
Mater Austriae. Naturalmente ésta se ha convertido inmediatamente en
una promesa, que mantendré, y la mantendré con gusto.
Pregunta: Insisto todavía. Yo Le admiro
cada miércoles, cuando celebra la audiencia general. Hay 50.000
personas. Debe ser cansino, muy cansino. ¿Usted consigue resistir?
Benedicto XVI: Sí, el Buen Dios me da la
fuerza necesaria. Y cuando se ve la acogida cordial, naturalmente se
queda uno animado.
Pregunta: Santo Padre, usted acaba de
decir que ha hecho una promesa un poco imprudente. Quiere decir que a
pesar de Su ministerio, con sus abundantes vínculos protocolarios, ¿No
se deja arrebatar su espontaneidad?
Benedicto XVI: De todas formas, yo lo
intento. Además, aunque las cosas puedan estar concretadas, yo quisiera
conservar y realizar también alguna cosa personal.
Pregunta: Santo Padre, las mujeres son
muy activas en las diversas funciones en la Iglesia católica. ¿Su
aportación no quedaría más visible, también, en lugares de mayor
responsabilidad en la Iglesia?
Benedicto XVI: Sobre este argumento
naturalmente se reflexiona mucho. Como usted sabe, nosotros pensamos que
nuestra fe, la constitución del Colegio de los Apóstoles, nos obliga y
no nos permite conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres. Pero
además no hay que pensar que en la Iglesia la única posibilidad de
tener un papel sea la de ser sacerdote. En la historia de la Iglesia hay
muchísimos deberes y funciones. Para comenzar las hermanas de los
Padres de la Iglesia, para llegar a la Edad Media, cuando grandes
mujeres han desarrollado un papel determinante, hasta la época moderna.
Pensemos en Ildegarda de Bingen, que con fuerza protestaba respecto a
los obispos y del Papa; a Catalina de Siena y a Brígida de Suecia.
También en los tiempos modernos las mujeres deben – y nosotros con
ellas – buscar por decirlo de alguna manera su justo lugar. Hoy, están
bien presentes también en los Dicasterios de la Santa Sede. Pero existe
un problema jurídico: el de la jurisdicción, es decir el hecho que según
el Derecho Canónico el poder de tomar decisiones jurídicamente
vinculantes va unido al Orden sagrado. Desde este punto de vista hay límites,
pero creo que las mismas mujeres, con su empuje y su fuerza, con su
superioridad, con aquella que definiría su “potencia espiritual”,
sabrán hacerse espacio. Y nosotros deberemos intentar ponernos a la
escucha de Dios, para que no seamos nosotros a impedirlo, es más nos
alegramos de que el elemento femenino obtenga en la Iglesia el pleno
lugar de eficacia que le conviene, comenzando por la Madre de Dios y de
María Magdalena.
Pregunta: Santo Padre, en tiempos más
recientes se habla de una nueva fascinación del catolicismo. ¿De qué
y de dónde la vitalidad y la capacidad de futuro de esta institución
por otra parte antiquísima?
Benedicto XVI: Diría que ya todo el
pontificado de Juan Pablo II ha impactado a los hombres y les ha
reunido. Aquello que ha ocurrido en ocasión de su muerte permanece como
muy especial históricamente: como cientos de miles de personas se dirigían
disciplinadamente hacia la Plaza de San Pedro, permanecían de pie por
horas, y en lugar de desfallecer resistían movidas por una fuerza
interior. Y después, lo hemos revivido en ocasión de mi pontificado y
después en Colonia. Es muy hermoso que la experiencia de la comunidad
se convierta al mismo tiempo en una experiencia de fe, que se haga
experiencia de la comunidad no solamente en un lugar cualquiera, sino
que esta experiencia se convierta en más viva y de al catolicismo su
luminosidad intensa precisamente allí donde son los lugares de la fe.
Naturalmente esto debe durar también en la vida cotidiana. Las dos
cosas deben ir juntas. Por una parte los grandes momentos, en los que se
experimenta que es hermoso estar aquí, que el Señor está presente y
que nosotros formamos una gran comunidad reconciliada más allá de
todos los confines. Pero después desde aquí es menester también coger
el empuje, para resistir durante las fatigosas peregrinaciones
cotidianas, y vivir a partir de estos puntos luminosos y orientarse
hacia ellos, y saber invitar también a otros a formar parte de la
comunidad en camino. Pero quiero aprovechar esta ocasión para decir: yo
me siento enrojecer por todo aquello que se hace en preparación a mi
visita, por todo aquello que la gente está haciendo. Mi casa ha sido
pintada nuevamente, una escuela profesional ha rehecho el recinto. El
profesor de religión evangélico ha colaborado para mi recinto. Estos
son pequeños particulares, pero son la señal de lo muchísimo que se
hace. Todo esto lo encuentro extraordinario, y no me refiero a mi mismo,
lo considero signo de una voluntad de pertenecer a esta comunidad en la
fe y de servir todos a otro. Demostrar esta solidaridad y dejarse
inspirar en esto por el Señor: Es una cosa que me afecta y por ello
quiero también dar gracias de todo corazón.
Pregunta: Santo Padre, usted ha hablado
de la experiencia de la comunidad. Usted vendrá ahora a Alemania, ya
por segunda vez tras Su elección. En la Jornada Mundial de la Juventud,
y posiblemente también, por otra cuestión, por el campeonato mundial
de fútbol, la atmósfera en un cierto sentido ha cambiado. Se tiene la
impresión de que los alemanes se hayan convertido en más abiertos al
mundo, más tolerantes, más alegres. ¿Qué cosa desea Usted todavía
para nosotros los alemanes?
Benedicto XVI: Diría que naturalmente con
el final de la segunda Guerra Mundial comenzó una transformación
interior de la sociedad alemana, también la mentalidad alemana, que ha
sido reforzada además por la reunificación. Nosotros nos hemos
inserido mucho más profundamente en la sociedad mundial y naturalmente
hemos sido transformados por esta mentalidad. Y de esta forma salen a la
luz también aspectos del carácter alemán del que antes los demás
desconocían. Y posiblemente hemos sido caracterizados un poco como si
todos fuéramos siempre disciplinados y reservados, cosa que también
tiene su fundamento. Pero si ahora se ve mejor aquello que todos estamos
viendo, lo encuentro hermoso: los alemanes no solamente son reservados,
puntuales y disciplinados, también son espontáneos, alegres y
hospitalarios. Esto es muy bonito. Y esto deseo: que estas virtudes
crezcan todavía, y que reciban empuje y permanencia también en la fe
cristiana.
Pregunta: Santo Padre, su Predecesor ha
declarado beatos y santos a un grandísimo número de cristianos.
Algunos piensan, que demasiados. Aquí mi pregunta: las beatificaciones
y las canonizaciones aportan a la Iglesia algo de nuevo, sólo si las
personas pueden ser consideradas como verdaderos modelos. Alemania da
relativamente pocos santos y beatos respecto a otros países. ¿Se puede
hacer algo para que esta dimensión pastoral se desarrolle, y para que
la necesidad de beatificaciones y canonizaciones den un verdadero fruto
pastoral?
Benedicto XVI: Al inicio yo también era de
la idea de que la gran cantidad de beatificaciones casi nos aplastase y
que a lo mejor era necesario elegir más figuras que entrasen más
claramente en nuestra conciencia. Entre tanto he descentralizado las
beatificaciones, para que se hagan más visibles estas figuras en los
lugares específicos a los que estas pertenecen. Quizá un santo de
Guatemala no interesa en Alemania y viceversa, uno de Altötting quizá
no interesa en Los Ángeles, ¿no es así?. Además creo que esta
descentralización sea afín a la colegialidad del episcopado, con su
estructura colegial, y que sea una cosa oportuna justamente para poner
de relieve que los diferentes países tienen sus propias figuras y que
estas son eficaces en particular en sus propios países. También he
observado, que estas beatificaciones en diferentes lugares, tocan a
innumerables personas y que la gente dice: “¡Finalmente es uno de
nosotros!” y va a él y vuelve inspirada. El beato pertenece a ellos,
y nosotros estamos contentos de que haya muchos. Y si gradualmente también
nosotros, con el desarrollo de la sociedad mundial, les conocemos mejor,
es hermoso. Pero sobre todo es importante que también en este campo
exista la multiplicidad y por eso es importantísimo que también
nosotros en Alemania aprendamos a conocer a nuestras propias figuras y a
alegrarnos de ellas. Cerca de estas están las canonizaciones de las
figuras más grandes, que son de relieve para toda la Iglesia. Yo diría
que cada Conferencia episcopal debería elegir, debería ver que es apto
para nosotros, que nos transmite realmente algo y deberían volverse
visibles estas figuras –no demasiado numerosas- que dejan una profunda
impresión. Pueden hacerlo a través de la catequesis, la predicación,
quizá se podrían presentar también a través de una película. Puedo
imaginarme películas muy hermosas. Yo naturalmente sólo conozco muy
bien a los Padres de la Iglesia: una película sobre Agustín, también
una sobre Gregorio Nacianceno y su particular figura, su escapar
continuo de las responsabilidades cada vez mayores que le venían
asignadas etc.… Hay que estudiar: no existen sólo situaciones
desagradables entorno a las cuales hablan tantas películas nuestras,
sino que hay figuras maravillosas de la historia, que no son para nada
aburridas, y que son de gran actualidad. Por último, hay que intentar
no cargar demasiado a la gente, y hacer visible para muchos las figuras
que son actuales y que nos inspiran.
Pregunta: ¿Historias en las que haya
también humor? En 1989 en Munich se le hizo entrega de la condecoración
del Kart Valentin Orden. ¿Qué papel juega en la vida de un Papa el
humor y la ligereza del ser?.
Benedicto XVI: (ríe) Yo no soy un hombre
al que le vengan en mente continuamente chistes. Pero saber ver también
el aspecto divertido de la vida y la dimensión feliz y no tomarse todo
de forma trágica, esto lo considero muy importante, y diría que es
también necesario para mi ministerio. Un escritor dijo que los ángeles
pueden volar porque no se toman demasiado en serio. Y nosotros quizá
podríamos volar un poco más, sino nos diéramos tanta importancia.
Pregunta: Cuando se tiene un deber tan
importante como el suyo, Santo Padre, se viene de forma natural
observado. Los demás hablan de usted. Y leyendo, me sorprendió lo que
dicen muchos observadores, que el Papa Benedicto es una personalidad
diferente del cardenal Ratzinger. ¿Cómo se ve a si mismo?, si me puedo
permitir hacerle esta pregunta.
Benedicto XVI: He sido ya seccionado en
diferentes ocasiones: como profesor durante un primer periodo y el
periodo intermedio, como cardenal primero y en el periodo sucesivo.
Ahora llega una nueva división. Naturalmente las circunstancias y las
situaciones y también los hombres influyen, ya que se asumen
responsabilidades diferentes. Pero –digamos así- mi personalidad
fundamental y mi visión fundamental han crecido, pero en todo aquello
que es esencial se han quedado idénticas, y yo me alegro de que ahora
se pongan de relieve aspectos, que antes nadie notaba.
Pregunta: ¿Se podría decir qué su
deber le gusta, qué no es un peso para usted?
Benedicto XVI: Esto sería decir demasiado,
porque en realidad es cansado, pero de todas formas intento encontrar la
felicidad también en esto.
Conclusión: También en nombre de mis
compañeros le agradezco muy sinceramente esta entrevista, en esta
primicia mundial. Estamos orgullosos de su próxima visita a Alemania,
en Baviera. ¡Hasta pronto!.
Castelgandolfo 5.8.2006
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