Al
amado pueblo de Australia,
y a los jóvenes peregrinos que participan en la Jornada Mundial de la
Juventud 2008
"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo,
que vendrá sobre vosotros,
y seréis mis testigos" (Hechos 1, 8)
¡La gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo esté
con todos vosotros! En unos días comenzaré mi visita apostólica a
vuestro país para celebrar la 23a Jornada Mundial de la Juventud en
Sydney. Aguardo con emoción los días que pasare con vosotros,
especialmente las ocasiones para rezar y reflexionar con los jóvenes de
todas las partes del mundo.
Ante todo deseo expresar mi aprecio a todos los que han ofrecido su
tiempo, sus recursos y sus oraciones para hacer posible esta celebración.
Gobierno australiano y gobierno provincial de Nueva Gales del Sur,
organizadores de todos los acontecimientos, miembros de la comunidad de
agentes económicos que os habéis ofrecido como patrocinadores: todos
vosotros habéis apoyado con generosidad este acontecimiento, y en nombre
de todos los jóvenes que participarán en la Jornada Mundial de la
Juventud os doy las gracias sinceramente.
Muchos jóvenes han hecho grandes sacrificios para poder emprender el
viaje a Australia y rezo para que sean ampliamente recompensados. Las
parroquias, las escuelas y las familias han sido muy generosas para acoger
a estos jóvenes visitantes. También ellas merecen nuestra gratitud y
nuestro aprecio.
"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre
vosotros, y seréis mis testigos" (Hechos 1, 8). Este es el tema de
la 23a Jornada Mundial de la Juventud. ¡Cuánta necesidad tiene nuestro
mundo de una nueva efusión del Espíritu Santo! Muchos no han escuchado
todavía la Buena Noticia de Jesucristo; otros muchos, por diferentes
motivos, no han reconocido en esta Buena Nueva la única verdad salvadora
que puede satisfacer las expectativas más profundas de sus corazones. El
salmista reza: "Envía tu Espíritu creador y renovarás la faz de la
tierra" (Salmo 104, 30). Estoy convencido de que los jóvenes están
llamados a ser instrumentos de esta renovación, comunicando a sus coetáneos
la alegría que han experimentado al reconocer y seguir a Cristo,
compartiendo con los demás el amor que el Espíritu infunde en sus
corazones para que también ellos queden llenos de esperanza y gratitud
por todo el bien que han recibido de Dios, nuestro Padre celestial.
A muchos jóvenes hoy les falta la esperanza. Se quedan perplejos ante las
preguntas que se les presentan de manera cada vez más apremiante en un
mundo que les confunde, y con frecuencia no saben bien hacia dónde tienen
que dirigirse para encontrar respuestas. Ven la pobreza y la injusticia y
desean encontrar soluciones. Sienten el desafío de los argumentos de
quienes niegan la existencia de Dios y se preguntan cómo responder. Ven
los grandes daños perpetrados contra el ambiente natural por la avidez
humana y luchan por encontrar estilos de vida en mayor armonía con la
naturaleza y con los demás.
¿Dónde podemos buscar respuestas? El espíritu nos orienta hacia el
camino que conduce a la vida, al amor y a la verdad. El Espíritu nos
orienta hacia Jesucristo. Hay un dicho atribuido a san Agustín: "Si
quieres permanecer joven, busca a Cristo". En él encontramos las
respuestas que buscamos, encontramos las metas por las cuales vale
verdaderamente la pena vivir, encontramos la fuerza para seguir el camino
con el que hacer nacer un mundo mejor. Nuestros corazones no encuentran
descanso hasta que no descansen en el Señor, como dice san Agustín al
inicio de las "Confesiones", la famosa narración de su
juventud. Rezo para que los jóvenes que se reúnan en Sydney con motivo
de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud encuentren
verdaderamente descanso en el Señor y puedan quedar llenos de alegría y
de fervor para difundir la Buena Noticia entre sus amigos y sus familias,
y entre todos los que encuentran.
Queridos amigos australianos: aunque podré pasar pocos días en vuestro
país y no podré viajar fuera de Sydney, mi corazón os alcanza a todos,
incluidos los que están enfermos o atraviesan cualquier tipo de
dificultad. En nombre de todos los jóvenes, os doy las gracias nuevamente
por vuestro apoyo en mi misión y os pido que sigáis rezando sobre todo
por ellos. Concluyo renovando mi invitación a los jóvenes de todo el
mundo para que vengan conmigo a Australia, la "gran tierra del sur
del Espíritu Santo". Mi deseo es encontrarme allí con vosotros. Que
Dios os bendiga a todos.