Dios sí existe y es la fuente de la felicidad- Editorial ECCLESIADesde el pasado lunes 12 de enero y durante dos semanas, dos autobuses municipales de Barcelona realizan su servicio público con sendos anuncios publicitarios a favor del ateísmo. Ya aludíamos a ello la pasada semana. El texto de anuncio dice así: «Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida». Los promotores de la campaña pretenden asimismo trasladar estos anuncios a otras ciudades de España, como ya ha acontecido en Estados Unidos de América y en Gran Bretaña. Aun cuando esta campaña lo que busca es precisamente publicidad –amén quizás de oscuros y espurios intereses económicos– y aun cuando el silencio podría ser una de las respuestas de los creyentes, creemos que la misma nos brinda una espléndida ocasión para hablar de Dios, para razonar y mostrar cómo Dios no solo no es una preocupación, un problema o un obstáculo, sino el que es el fundamento de la vida, del amor y de la paz y la fuente de la felicidad. Así lo avalan los grandes creyentes de la historia y del presente y la inmensa multitud de los creyentes anónimos. Ellos han sido y son las personas que más y mejor han trabajado y trabajan en pro de un mundo mejor, más justo y más humano. Los ejemplos se podrían multiplicar por cientos y algunos de ellos están en la mente y en el corazón de todos. ¿Qué habría sido de la humanidad sin sus aportaciones a la paz, al progreso de todos los pueblos, a la cultura, a la educación, a la erradicación de la pobreza, la esclavitud o de la segregación racial, a la defensa de la libertad y de los derechos humanos o a la atención amorosa hacia los pobres y parias de la tierra? ¿Sería hoy mejor nuestro mundo sin los misioneros, sin los voluntarios, sin los hospitales, colegios, centros de rehabilitación promovidos y mantenidos por los creyentes? Estas personas –y otos muchos cientos de miles más de creyentes– fueron y son capaces de esta ingente labor precisamente porque creen y aman a Dios y, en concreto, porque saben que el Dios de los cristianos es el Dios del amor al prójimo y del compromiso por un mundo mejor. Y además atienden y sirven igual a creyentes y a no creyentes. Por todo ello, esta iniciativa debe suscitar en la comunidad de creyentes, en primer lugar, un evidente rechazo y una adecuada protesta. Intelectualmente es zafia, burlona, trivial, banal, obsoleta y reaccionaria. Institucionalmente abusa del Estado de Derecho, bajo el que se ampara, porque descalifica a los creyentes. Nunca el ejercicio de un derecho –en este caso, el derecho a la libertad de expresión– puede ir en contra de los demás. Y abusa de las injustificables ansias recaudadoras de las empresas públicas, que admitiendo publicidad de estas características vulneran la neutralidad pública en materia religiosa. Y además la campaña es farisaica: ¿se atreverían sus promotores y consentidores a llevarla a cabo o siquiera a insinuarla en países regidos por los fundamentalismos pseudo religiosos o confesionalmente ateos? Pero además y sobre todo esta iniciativa ha de ser para los creyentes un estimulo, un acicate, una interpelación a vivir más y mejor la fe, a ser fidedignos y coherentes testigos de Dios, a seguir traduciendo en obras de caridad y de justicia los valores de la fe, a seguir sirviendo con amor al prójimo. Y es que precisamente en su rostro ajado por la ancianidad, mermado por la enfermedad, privado de derechos, herido por las guerras y las violencias, zaherido por la manipulación y la mentira..., precisamente en ese rostro mancillado de nuestra humanidad –que también viaja en autobús– está impreso el rostro de Dios. Del Dios que existe y que nos ama, del Dios que nos hizo a su imagen y semejanza, del Dios que nos visita y alienta en nuestras preocupaciones, del Dios que quiere que seamos felices aquí en la tierra, como prenda y anticipo de la felicidad plena y sin fin de la eternidad. Sí, Dios, existe y es amor. Tiene sentido la vida. Disfruta de ella en Cristo y con y para los hermanos. La vida es bella porque es imagen de Dios.
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