Monseñor Renzo Fratini,
      nuevo nuncio apostólico en España

La Santa Sede ha hecho público este mediodía el nombramiento de Mons. Renzo Fratini como nuncio apostólico en España y en el Prinicipado de Andorra. Benedicto XVI sustituye así a Mons. Monteiro de Castro, nombrado secretario de la Congregación de Obispos por el hasta ahora nuncio en Nigeria, Mons. Renzo Fratini.
Nacido el 25 de abril de 1944 en Urbisaglia –en la diócesis italiana de Macerata-, Mons. Renzo Fratini fue ordenado sacerdote el 6 de septiembre de 1969. Es doctor en Derecho Canónico e ingresó en el servicio diplomático de la Santa Sede el 8 de julio de 1974. Sucesivamente trabajó en las representaciones pontificias en Japón, Nigeria, Etiopía, Grecia, Ecuador, Jerusalén y Palestina, así como Francia.
Juan Pablo II le nombró arzobispo titular de Botriana y nuncio apostólico en Pakistán el 7 de agosto de 1993. Su consagración episcopal tuvo lugar el 2 de octubre del mismo año. Monseñor Fratini ha sido nuncio apostólico en Indonesia desde agosto de 1998 y en Timor Oriental desde junio de 2003. En enero de 2004 fue nombrado nuncio apostólico en Nigeria.

Mons. Fratini sustituye en la nunciatura en España a Mons. Monteiro de Castro quien llegó a España en marzo del año 2000 y se despedirá el próximo 30 de agosto, en una eucaristía solemne de despedida en la basílica pontificia de San Miguel. Mons. Monteiro de Castro fue nombrado recientemente por Benedicto XVI como secretario de la Congregación vaticana para los Obispos.

http://www.agenciasic.es/2009/08/20/mons-renzo-fratini-nuevo-nuncio-apostolico-en-espana/

Claves en el relevo en la nunciatura en España

Editorial Ecclesia  martes, 08 de septiembre de 2009

Quizás la noticia eclesial en España más destacada del pasado mes de agosto ha sido el nombramiento del nuevo nuncio apostólico en nuestro país. Como anunciamos antes de las vacaciones, el arzobispo y diplomático italiano, monseñor Renzo Fratini, se ha convertido en el 102 embajador de la Santa Sede ante España, en el inmediato sucesor, tras más de nueve años y medio, del portugués Manuel Monteiro, destinado a un relevante cargo en la Curia Romana.

Ante este relevo, la primera consideración a efectuar es la de subrayar la normalidad, adultez y celeridad con la que se ha producido todo el proceso. Ello es ya, en sí mismo, un primer signo positivo, tanto de la alta valoración que ha merecido la gestión de monseñor Monteiro, como del «status» actual institucional de las relaciones Iglesia- España, como de la cualificación y profesionalidad del nuevo nuncio, monseñor Fratini. Todo ello además avalado por la veterana y fecunda historia en las relaciones diplomáticas entre España y la Iglesia católica, que, con más de cinco siglos de trayectoria, fueron las pioneras en la historia de las relaciones diplomáticas de la Santa Sede. En segundo lugar,  no ha pasado desapercibido el curtido y experimentado perfil de monseñor Fratini como diplomático y eclesiástico experimentado en misiones difíciles y complicadas, tal y como demuestran sus muchos años de servicio por distintos países de Asia y de Africa.

Desde estas premisas, es previsible que el nuevo nuncio mantenga una franca y leal relación institucional con el Reino y el Gobierno de España desde la prudencia, la moderación, el diálogo, la firmeza y la claridad en los temas de carácter doctrinal y de defensa de los derechos fundamentales y de los criterios de la Santa Sede, rasgos que caracterizaron también el buen servicio de su antecesor, monseñor Monteiro. Estas claves han de ser especialmente precisas a la hora de afrontar desde la Iglesia asuntos espinosos como la anunciada nueva ley del aborto o las pretensiones y andanadas laicistas del Gobierno como la próxima Ley Orgánica de Libertad Religiosa.

Y todo esto desde las propias competencias del nuncio y desde la comunión y la coordinación: en conexión la Santa Sede y con los obispos diocesanos y  la CEE y en el servicio, promoción y defensa de los derechos de la Iglesia y de la verdad.  Además,  para las relaciones bilaterales, monseñor Fratini no va a partir de cero: hay ya un marco, «una hoja de ruta», como son los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979. Con rango de ley orgánica, estos Acuerdos fueron aprobados por el mismo parlamento que aprobó la Constitución de 1978, en cuya letra y espíritu se insertan plena y adecuadamente, y que permiten a ambas instituciones una relación en libertad y en colaboración

 

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