Las clarisas de Lerma
Autor: José M. Vidal | Fuente: Arvo.net
Las Clarisas de Lerma
En Lerma se vive un milagro.

Los vecinos de Lerma sólo ven a las clarisas de
La Ascensión cuando salen a votar. Se levantan a las seis y media de la
mañana y dedican seis horas al día a la oración.
Llegan de toda España, con sus títulos bajo el
brazo: farmacéuticas, físicas, actrices, publicistas, abogadas,
estudiantes, empresarias o empleadas. De todas las clases sociales. De
Neguri, pero también de Leganés. Algunas, amigas del presidente de
Endesa o del director general de la Policía, Juan Cotino. Otras, de
barrios humildes de Madrid, Sevilla, Badajoz o Bilbao. Chicas como
Alejandra, brillante ejecutiva de Arthur Andersen. «Estás loca, allí no
pegas», coreaban sus compañeros cuando les dijo que se metía a monja de
clausura. «Comprendí que luchar por el dinero y por el prestigio social
no era suficiente para dar sentido a una vida», dice ella.
Al cardenal Rouco Varela se le llena la boca
cuando hablan de las monjas: «¿Pueden imaginarse que haya un monasterio
de clarisas de 123 religiosas cuya edad media no supera los 30 años?
Todas ellas proceden de las profesiones más exitosas en las que se mueve
la mujer en España. No caben, están durmiendo en literas, ocho están en
espera de poder entrar en el monasterio. No les digo qué monasterio para
que no las perturben en su paz». El nombre que el cardenal no da, el
lugar donde se obrado el milagro de la fecundidad vocacional, no es otro
que el de La Ascensión de las clarisas de Lerma (Burgos).
La apuesta de Rouco
Mientras casi todos los conventos y monasterios
(incluidos los otros dos de Lerma) languidecen o se rejuvenecen con
novias de Dios importadas de África o la India, las clarisas de Lerma no
dan abasto y tienen que apretujarse para acoger a todas las muchachas
que llaman a sus puertas en la flor de la vida. Un 10% de las novicias
de toda España se concentran allí.
El cardenal Rouco está entusiasmado con ellas.
Las visita a menudo y sigue de cerca su evolución a través de su obispo
auxiliar, Eugenio Romero Poso. Se rumorea que ya no caben y que están
pensando en trasladarse a Madrid. Dicen que el arquitecto Santiago
Calatrava va a construirles gratis un convento en Colmenar Viejo para
que prendan el fuego de Cristo a este Madrid descreído. Lerma, cortesana
y conventual, las echará de menos. La clave que avanza el cardenal Rouco
para explicar este fenómeno vocacional es teológica: «Apostar por ir a
lo esencial de le experiencia cristiana da resultado».Un religioso que
conoce bien a las clarisas afina más: «El milagro de Lerma es y fue
posible por una monja, una mujer con un don especial, con un carisma
extraordinario para conectar con la juventud actual, y tocada por el
dedo de Dios».
A sor Verónica, algunos la llaman «la nueva
Clara», en referencia a la fundadora de la congregación, Clara de Asís,
enamorada de Dios y de san Francisco, que creó la orden guiada por un
lema: «Mi Dios y mi todo». Verónica Berzosa nació el 27 de agosto de
1965 en Aranda de Duero (Burgos). Su padre era comerciante y profesor de
música. El día de su nacimiento tiró cohetes porque por fin llegaba una
niña después de cuatro varones. Un bebé precioso, de ojos verdes, que
creció feliz en una familia unida como una piña. Una niña que desde
pequeña recibe indicaciones de Dios.
La primera, según cuenta ella misma en el libro
Clara ayer y hoy (editorial BAC), se la da un confesor el día de su
primera comunión: «Si quieres ser feliz un día, estrena un par de
zapatos; una semana, mata un cerdo; toda la vida, monja de
clausura».Verónica crece, se convierte en un chica guapa que se lleva a
los chicos de calle, estudia, forma parte de una pandilla que va a
discotecas y fuma porros y se echa un novio que estaba tan enamorado de
ella que hasta le compró un caballo. Pero todo eso no la llenaba. «Algo
en mi interior me urgía a buscar sin descanso.Viendo cómo la gente
destruía su vida, yo deseaba buscar algo que no se acabara, que fuera
eterno». Y lo encontró en un convento de clarisas moribundo. Cuando ella
llegó, hacía 23 años que en el monasterio de Lerma no ingresaba una
novicia. Algunos apostaron que no duraría nada.
No sólo duró sino que hizo revivir al convento.
A sus 24 años, optó por Dios, «porque no merece la pena gastar las
fuerzas en lo que tiene fin». Las vocaciones comenzaron a fluir atraídas
por el imán de sor Verónica, la monja de ojos verdes y pecas convertida
en maestra de novicias. Las futuras monjas de clausura se enteran de la
existencia de este convento por el boca a boca, a través de sus amigas o
en las pascuas juveniles. Se organizan en Semana Santa y durante ellas
las chicas, procedentes de monasterios, parroquias y congregaciones de
toda España, tienen la posibilidad de conocer a las clarisas de Lerma.
Así llegaron sor María Olatz, una bilbaína que lo tenía todo y todo lo
dejó: «Cristo me robó el corazón. Él lo llena todo. Siento que vale la
pena dárselo todo y que todo es poco». Y sor Isabel, sor Patricia, sor
Ana Belén... hasta la última postulanta, que entró el pasado sábado.
El monasterio de Lerma, como el resto de los
conventos de la Orden, no puede tener rentas fijas. Tiene que vivir de
la Providencia (son muchos los novios que antes de casarse llevan a las
clarisas 13 huevos para que haga buen tiempo el día de su boda) y de su
trabajo en la huerta o como reposteras: pastelitos, trufas y tartas,
mostachones, pastas de té o bocaditos de cielo [se pueden encargar en el
947 17 01 22].
En el convento manda Dios y, después, sor
Blanca, la madre abadesa, elegida cada cuatro años por las monjas
profesas. La campana es, para ellas, la voz de Dios. Y se levantan de un
brinco cuando suena a las dos y media de la madrugada para rezar
maitines.Vuelven a la cama y se levantan de nuevo a las seis y media.El
día está repleto de oración (seis horas), trabajo (cinco horas), estudio
y algo de recreo. Una vida al ritmo de las horas del salterio y muy
austera: sandalias y hábito negro con cíngulo blanco. Pequeñas celdas
con cama, armario y un banquito. Las postulantes, por ser tantas,
duermen en literas. Comen y trabajan en silencio, con la mente siempre
puesta en su amado: «Todo por Cristo y para Cristo».
Salida para votar
No salen del convento para nada. Los recados se
los hace Zoilo García, el «demandadero» y sólo abandonan la casa en caso
de enfermedad o para ir a votar. Es el momento en que la gente del
pueblo las examina de arriba abajo. «Sólo las vemos cuando vienen a
votar y son realmente muy guapas. Es una pena», dice el alcalde, Dan
Ortiz. El edil socialista se queja de que la Junta les conceda
subvenciones sin parar («la última de 150.000 euros») a las monjas y no
al pueblo.
Algunos en Lerma dicen que «son ricas», que
vienen a verlas muchos Mercedes y BMW. Pero también Fiestas y Twingos.
Pocos pueblos pueden presumir de tener tantos «pararrayos de Dios», como
llaman los curas a las monjas de clausura. Tres conventos: las
carmelitas de la madre Maravillas (de estricta observancia, 15 monjas
muy mayores y ninguna novicia); las dominicas, (13 monjas y dos
novicias) y las clarisas. «Aquí las queremos a todas, independientemente
de su número. ¿El secreto de las clarisas? Si lo supiera... Lo que sí sé
es que Dios está de por medio», asegura el párroco de Lerma, Jesús
Castilla.
http://es.catholic.net/religiosas/421/740/articulo.php?id=8087
Jóvenes, guapas, felices y
monjas de clausura
http://www.agenciasic.es/2009/10/02/jovenes-guapas-felices-y-monjas-de-clausura/
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