Aborto y católicos con
responsabilidades políticas
Con
el ir y venir de noticias corremos el riesgo de naufragar en la confusión.
Sobre la relación entre el aborto y la responsabilidad política de los
católicos me gustaría recordar tres documentos esenciales – sólo tres,
aunque hay más - , dirigidos a
la Iglesia universal; por consiguiente, por encima de las
tormentas políticas patrias.
El primer documento es
de 1983, fecha en la que se promulga el Código de Derecho Canónico. Pues
bien, en el canon 1398 se establece que “quien procura el aborto, si éste se
produce, incurre en excomunión ‘latae sententiae’ ”. Se trata de una sanción
penal a un pecado que, en la legislación de
la Iglesia universal, es también considerado un delito
(canónico); en concreto, un delito contra la vida y la libertad del hombre.
El segundo
documento es 1992. Se trata del “Catecismo de
la Iglesia Católica”. En el número 2272 leemos: “La cooperación
formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este
delito contra la vida humana. ‘Quien procura el aborto, si éste se produce,
incurre en excomunión latae sententiae’ ( CIC can. 1398), es decir, ‘de modo
que incurre ipso facto en ella quien comete el delito’ ( CIC can. 1314), en
las condiciones previstas por el Derecho (cf CIC can. 1323-1324). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la
misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el
daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a
toda la sociedad”.
Y por último, un
número, el 83, de la exhortación apostólica “Sacramentum caritatis” de
Benedicto XVI, de 2007. Habla el Papa de la “coherencia eucarística”. No se
puede celebrar la Eucaristía sin tomar
conciencia de las consecuencias sociales y públicas que tiene nuestra
participación en el Sacramento: “Obviamente, esto vale para todos los
bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la
posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores
fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su
concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre
hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del
bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues,
los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave
responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su
conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en
los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación
objetiva con
la Eucaristía (cf.
1 Co 11,27-29). Los Obispos han de llamar constantemente la atención
sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey
que se les ha confiado”.
Convendría que,
al tratar estos temas, no se olvidasen estas tres referencias fundamentales.
Para no confundir.
Guillermo Juan
Morado.
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