La crueldad e injusticia del hambre – Benedicto XVI en la FAOlunes, 16 de noviembre de 2009
Discurso en
español del Papa Benedicto XVI en su visita a la sede de
Señoras y Señores:
1.
He acogido con mucho gusto la invitación del Señor Jacques Diouf, Director
General de
Como ya hicieron mis
venerados Predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, deseo renovar mi estima por
la labor de
2.
La comunidad internacional esta afrontando en estos años una grave crisis
económico-financiera. Las estadísticas muestran un incremento dramático del
número de personas que sufren el hambre y a esto contribuye el aumento de
los precios de los productos alimentarios, la disminución de las
posibilidades económicas de las poblaciones más pobres, y el acceso
restringido al mercado y a los alimentos. Y todo esto, mientras se confirma
que la tierra puede nutrir suficientemente a todos sus habitantes. En
efecto, si bien en algunas regiones se mantienen bajos niveles de producción
agrícola a causa también de cambios climáticos, dicha producción es
globalmente suficiente para satisfacer tanto la demanda actual, como la que
se puede prever en el futuro. Estos datos indican que no hay una relación de
causa-efecto entre el incremento de la población y el hambre, lo cual se
confirma por la deplorable destrucción de excedentes alimentarios en función
del lucro económico. En
3.
En cierto sentido, la convocatoria de esta Cumbre es ya un testimonio de la
debilidad de los actuales mecanismos de la seguridad alimentaria y la
necesidad de una revisión de los mismos. De hecho, aunque los Países más
pobres se han integrado en la economía mundial de manera más amplia que en
el pasado, la tendencia de los mercados internacionales los hace en gran
medida vulnerables y los obliga a tener que recurrir a las ayudas de las
Instituciones intergobernativas, que sin duda prestan una ayuda preciosa e
indispensable. Sin embargo, el concepto de cooperación debe ser coherente
con el principio de subsidiaridad, se han de implicar "a las comunidades
locales en las opciones y decisiones referentes a la tierra de cultivo"
(ibíd.), porque el desarrollo humano integral requiere decisiones
responsables por parte de todos y pide una actitud solidaria que no
considere la ayuda o la emergencia en función de quien pone a disposición
los recursos o de grupos de élite que hay entre los beneficiarios. De cara a
Países que manifiestan la necesidad que tienen de aportaciones exteriores, 4. En la actual situación persiste todavía un nivel de desarrollo desigual entre y en las Naciones, que determina, en muchas áreas del planeta, condiciones de precariedad, acentuando la contraposición entre pobreza y riqueza. Esta desigualdad no sólo tiene que ver con los modelos de desarrollo, sino también, y sobre todo, con la forma que parece afianzarse de percibir un fenómeno como el de la inseguridad alimentaria. Existe el riesgo de que el hambre se considere como algo estructural, parte integrante de la realidad socio-política de los Países más débiles, objeto de un sentido de resignada amargura, si no de indiferencia. No es así, ni debe ser así. Para combatir y vencer el hambre es esencial empezar por redefinir los conceptos y los principios aplicados hasta hoy en las relaciones internacionales, así como responder a la pregunta: ¿qué puede orientar la atención y la consecuente conducta de los Estados respecto a las necesidades de los últimos? La respuesta no se encuentra en la línea de acción de la cooperación, sino en los principios que tienen que inspirarla: sólo en nombre de la común pertenencia a la familia humana universal se puede pedir a cada Pueblo, y por lo tanto a cada País, ser solidario, es decir, dispuesto a hacerse cargo de responsabilidades concretas ante las necesidades de los otros, para favorecer un verdadero compartir fundado en el amor.
5.
No obstante, si bien la solidaridad animada por el amor excede la justicia,
porque amar es dar, ofrecer lo "mío" a otro, ésta no existe nunca sin la
justicia, que induce a dar al otro lo que es "suyo" y que le pertenece en
razón de su ser y de su hacer. De hecho no puedo "dar" a otro de lo "mío",
sin haberle dado antes lo que le pertenece por justicia (cf. ibíd., 6). Si
se busca la eliminación el hambre, la acción internacional esta llamada no
sólo a favorecer el crecimiento económico equilibrado y sostenible y la
estabilidad política, sino también a buscar nuevos parámetros
-necesariamente éticos y después jurídicos y económicos- que sean capaces de
inspirar la actividad de cooperación para construir una relación paritaria
entre Países que se encuentran en diferentes grados de desarrollo. Esto,
además de colmar el desequilibrio existente, podría favorecer la capacidad
de cada Pueblo de sentirse protagonista, confirmando así que la igualdad
fundamental de los diferentes Pueblos hunde sus raíces en el origen común de
la familia humana, fuente de los principios de la "ley natural" llamados a
inspirar las opciones y las directrices de orden político, jurídico y
económico en la vida internacional (cf. ibíd., 59). A este respecto, San
Pablo nos ilumina con sus palabras: "No se trata -escribe- de aliviar a
otros pasando vosotros estrecheces; se trata de nivelar. En el momento
actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la
abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá nivelación. Es lo que
dice 6. Señor Presidente, Señoras y Señores, para combatir el hambre promoviendo un desarrollo humano integral es también necesario entender las necesidades del mundo rural, así como impedir que la tendencia a disminuir las aportaciones de los donantes cree incertezas en la financiación de las actividades de cooperación: se ha de evitar el riesgo de que el mundo rural pueda ser considerado, de modo miope, como una realidad secundaria. Al mismo tiempo, se ha de favorecer el acceso al mercado internacional de los productos provenientes de las áreas más pobres, hoy en día relegados a menudo a estrechos márgenes. Para alcanzar estos objetivos es necesario rescatar las reglas del comercio internacional de la lógica del provecho como un fin en sí mismo, orientándolas en favor de la iniciativa económica de los Países más necesitados de desarrollo, que, disponiendo de mayores entradas, podrán caminar hacia la autosuficiencia, que es el preludio de la seguridad alimentaria.
7.
Tampoco se han de olvidar los derechos fundamentales de la persona entre los
que destaca el derecho a una alimentación suficiente, sana y nutritiva, y el
derecho al agua; éstos revisten un papel importante en la consecución de
otros derechos, empezando por el derecho primario a la vida. Es necesario,
por lo tanto, que madure "una conciencia solidaria que considere la
alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los
seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones" (Caritas in veritate,
27). Todo lo que 8. Los métodos de producción alimentaria imponen igualmente un análisis atento de la relación entre el desarrollo y la tutela ambiental. El deseo de poseer y de usar en manera excesiva y desordenada los recursos del planeta es la primera causa de toda degradación ambiental. El cuidado ambiental, en efecto, se presenta como un desafío actual de garantizar un desarrollo armónico, respetuoso con el plan de Dios el Creador y, por lo tanto, capaz de salvaguardar el planeta (cf. ibíd., 48-51). Si toda la humanidad está llamada a tomar conciencia de sus propias obligaciones respecto a las generaciones venideras, es también cierto que el deber de tutelar el medio ambiente como un bien colectivo corresponde a los Estados y a las Organizaciones Internacionales. Desde este punto de vista, se debe profundizar en las conexiones existentes entre la seguridad ambiental y el fenómeno preocupante de los cambios climáticos, teniendo como focus la centralidad de la persona humana y, en particular, a las poblaciones más vulnerables ante ambos fenómenos. No bastan, sin embargo, normativas, legislaciones, planes de desarrollo e inversiones, hace falta un cambio en los estilos de vida personales y comunitarios, en el consumo y en las necesidades concretas, pero sobre todo es necesario tener presente ese deber moral de distinguir en las acciones humanas el bien del mal para redescubrir así el vínculo de comunión que une la persona y lo creado.
9.
Es importante recordar -como he señalado en
10. El
hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible
continuar aceptando la opulencia y el derroche, cuando el drama del hambre
adquiere cada vez mayores dimensiones. Señor Presidente, Señoras y Señores,
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