"
DIOS CONCEDE SU FAVOR"
Seis
meses antes de la Natividad de Jesús celebramos el Nacimiento de
Juan. La Iglesia antigua colocó la celebración del nacimiento de
Jesús en el solsticio de invierno y la del nacimiento de Juan en el
solsticio de verano. Y como entonces ya habían fiestas populares
-con un contenido de fiesta humana y también religiosa natural,
vinculadas a los ritmos de la naturaleza- estas fiestas populares
fueron asumidas y de algún modo incorporadas a la fiesta cristiana.
Por
eso, para nosotros, cristianos de este final del siglo XX, todo ello
va unido: el recuerdo y la celebración de san Juan Bautista, la
fiesta popular del inicio del verano, las verbenas y las hogueras,
la felicitación para todos aquellos que celebran su santo... Como
decían nuestros antepasados: "Todo es bueno para el que está
en gracia de Dios". Que es como decir: todo es bueno para quien
lo vive como don del Dios que creó el mundo y su belleza y
esplendor, del Dios que se nos reveló personalmente en su Hijo Jesús
de quien fue anuncio y preparación aquel judío a quien sus padres
quisieron llamar Juan.
-Nacimiento
de Juan
Pero
fijemos nuestra atención en este hombre, en Juan, en este santo que
jugó un papel tan importante en la vida de Jesús y que ha sido tan
popular entre el pueblo cristiano a través de estos veinte siglos y
de un modo especial en nuestro país. Durante el tiempo de Adviento,
antes de la Navidad de Jesús, nos fijamos especialmente en san Juan
como precursor de Jesús, como preparador de su camino. Durante el
Adviento vemos como Juan, desde la exigencia de su vida personal y
de su predicación al pueblo, es el signo y la voz que clama para
que Aquel que está por llegar, Aquel que es mayor que él, sea
acogido con un corazón abierto, con el deseo de cambiar de vida,
con la exigencia de conversión personal y de todo el pueblo.
Con
todo, antes de hablarnos de su vida y de su predicación, el
evangelista Lucas nos habla de su nacimiento, que es lo que hoy
celebramos. (La Iglesia sólo celebra tres nacimientos: el de Jesús,
el de María y el de Juan). Podríamos decir que Lucas es el
evangelista especialista en nacimientos: es el que más nos habla
del nacimiento de Jesús y el único que nos habla del nacimiento de
Juan. Y, en uno y otro caso, su propósito no es tanto hacernos una
crónica de lo que sucedió como expresar quiénes eran Jesús y
Juan, qué misión quería Dios para ellos.
Por
ejemplo, en el caso de Juan, vemos como el evangelio de san Lucas
insiste repetidamente en su nombre: Juan. En la Biblia, con
frecuencia, el nombre de una persona adquiere especial valor porque
expresa su vocación, su misión. Juan significa -en hebreo-
"Dios concede su favor"; es decir, Dios muestra y comunica
su amor. Su favor, su amor, para con aquellos padres -Isabel y Zacarías-
que querían tener un hijo y no venía (entonces los hijos se tenían
muy jóvenes y al llegar a una edad adulta parecía que ya no se podía
tenerlos). Su favor, su amor para con su pueblo, ya que aquel niño
será el anunciador, el preparador de la gran revelación del amor
de Dios que se realizará en Jesús, en el Hijo de Dios hecho
hombre.
Por
eso, en las lecturas y en las oraciones de la misa de hoy,
repetidamente se nos habla de "alegría". Si siempre el
nacimiento de un niño es causa de alegría, lo es especialmente en
este niño porque con él se prepara y de algún modo se inicia la
gran revelación y comunicación del amor de Dios que será
Jesucristo.
De
ahí que, como decíamos, hoy sea también para nosotros una fiesta
de alegría: el recuerdo y la celebración del nacimiento de Juan es
para nosotros ocasión de recordar y celebrar que "Dios concede
su favor", que Dios muestra y comunica su amor hacia nosotros.
El Dios creador, el Dios salvador, es siempre el Dios que comunica
amor.
La
tradición cristiana ha añadido al nombre de Juan el calificativo
"Bautista", quizá para distinguirlo del otro Juan, el apóstol
de Jesús (y, según la tradición, también su evangelista). Y es
que el bautismo que confería Juan resume y simboliza su predicación
de la necesidad de conversión para prepararse a la venida del Señor.
Una necesidad de conversión que sigue siendo vigente para nosotros:
siempre tenemos necesidad de convertirnos, de abrirnos más de
verdad a la venida a nosotros de Jesucristo.
Es
lo que podríamos pedir hoy, en este día de fiesta: que siempre
queramos abrir más nuestro corazón -toda nuestra vida- al favor de
Dios, al amor de Dios, que se manifiesta en tantas cosas -por
ejemplo, en la belleza del mundo que El creó-, pero sobre todo se
manifestó en Jesús. En Jesús, el Señor resucitado, que está y
estará presente, actuante, vivo, en esta Eucaristía para que
nosotros hagamos un paso más en nuestro vivir en comunión con El.
JOAQUÍN
GOMIS
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