SENTADO
A LA MESA CON ELLOS...
¡Qué
imagen más bella la de los dos discípulos de Emaús,
que caminan desesperanzados, con Jesús que se une a su
camino! El Maestro les vuelve a abrir los ojos y a
caldear su corazón. Las palabras con que acaba la
primera lectura podrían ser también hoy para nosotros
una plegaria: "Me has enseñado el sendero de la
vida, me saciarás de gozo en tu presencia".
Recuperada la luz, caminar tiene sentido. La mesa eucarística
nos convierte en invitados del Señor de la Gloria.
-"Mientras
vais de camino... preocupados" Los dos discípulos
sabían muy bien que las mujeres habían ido al
sepulcro, lo habían encontrado vacío y una aparición
de ángeles les había asegurado que él estaba vivo.
Sin embargo, no les bastaba. ¿Debían ser los apóstoles
los testigos? Lo querían ver a él. Sea como sea, en la
historia de la fe de las personas y de los grupos nada
ahorra seguir el camino de la fe desde el principio. El
chocar con las dudas. El no explicarse tantas cosas. La
prueba de la cruz para un Mesías es muy fuerte. Y lo es
también para los seguidores. Nosotros mismos, que somos
cristianos, a pesar de haber celebrado la Pascua,
seguimos el camino de la vida discutiendo, preocupados,
sin entender. El dolor y el fracaso, no se entienden.
Las crisis de la Iglesia no se entienden. ¿Dónde está
la salvación, dónde la resurrección?
-"¿No
ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino?" Jesús se convierte en maestro interior.
Esta especie de escuela peripatética, el entrar en el
corazón, el abrir los ojos, por el sendero de la vida,
ya tiene el sabor de Pentecostés. La fe es obra del Espíritu
en nosotros. Es gracia. Tenían todos los datos en la
mano, eran discípulos, lo habían conocido, conocían
las Escrituras... y ataban cabos. ¿Una adivinanza? ¿Un
rompecabezas para el que falta intuición? La palabra de
Dios, que siempre meditamos en la Eucaristía, es su
revelación. La plegaria humilde nos da la clave.
Palabra de Dios, plegaria, acercamiento a los maestros
de la Iglesia, son necesarios para clarificar el
misterio de la vida, para no confundirnos, para no
caminar preocupados. La fuerza de Cristo y de su
resurrección la tengo que sentir en el corazón. Las
mujeres... algunos de los nuestros... han dicho. No es
suficiente mientras no le veamos a él. Esta experiencia
personal hace estallar la luz de la resurrección
-"Sentado
a la mesa con ellos... se les abrieron los ojos" Se
trata -¡evidentemente!- de una narración litúrgica.
Todo esto Lucas lo escribía después de ir a Misa. Es
una de las catequesis más deliciosas dentro de los
escritos del N.T. En el pan de la Eucaristía
encontramos al Señor. Sentados a la mesa se reúne la
familia de los creyentes y allí -en los hermanos-
encontramos al Señor. No hay Pascua, no hay domingo, no
hay comunidad, no hay manera de entender las cosas y de
caminar con gozo sin la Eucaristía. Ahora muchos se dan
cuenta de esto y en muchos lugares se vuelve a insistir
en la importancia de la Misa dominical. Sólo aquellos
que "han comido y bebido" con el Señor,
aparecen como testigos definitivos de Jesús resucitado.
En
esta Eucaristía nuestra, celebrando aún la gran fiesta
de la Pascua, también debemos poder decir que los ojos
se nos abren, que nuestros corazones arden y que lo
reconocemos cuando parte el pan.
JOAN
MARTI
Obispo de Urgell
(mercabá)
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