REFLEXIONES

17 - Mayo

6º Domingo de
Pascua

" " "No os dejaré
desamparados "

 

REFLEXIÓN - 1

DAR RAZÓN DE NUESTRA FE

Hay alguna frase que se repite con cierta frecuencia en estos tiempos: "La Iglesia tiene que cambiar, si no, perderá clientela" o esa otra: "La Iglesia tiene que modernizarse, tiene que ir con los tiempos, si no, no se acercará a la juventud y se convertirá en un grupo residual de viejos".

Generalmente esto lo dicen los no creyentes y algunos que se dicen cristianos, pero que no ha profundizado mucho en lo que dicen y en lo que se refiere a su fe.

Ser cristiano es ser de Cristo; no es ser de derechas o de izquierdas, avanzados o retrógrados, conservadores o progresistas.

Jesucristo no cambia; Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Y la palabra de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es para ayer, para hoy y para siempre.

Los contenidos de la fe, plasmados en el Evangelio y, desde él, en la fe de la Iglesia, no cambian.

Podrán cambiar las formas de expresarlos, los signos a través de los cuales se viven; en una época se resaltarán unos, sin negar los otros. Y todo ello porque la Iglesia tiene que anunciar su mensaje a todos los hombres de todos los tiempos. No debe rebajar su mensaje en función de que a la sociedad, a las ideologías, o a otros intereses y modas les parezca mejor.

Jesucristo es el centro de la vida del cristiano, sin rebajarlo ni aguachinarlo, pues sabemos que, viviendo según él, seremos felices y auténticas personas, según Dios; pues, Jesucristo, es el modelo de persona perfecta.

Así, pues, la vida del cristiano debe anunciar a Jesucristo como único Salvador y el estilo de vida que deben llevar los que optan por él.

Así lo hacían los primeros cristianos. La primera lectura nos ha presentado a Felipe, que no era el apóstol, y predicaba a Jesucristo en la difícil región de Samaría.

Y San Pedro nos recuerda en la segunda lectura que, sobretodo en tiempos difíciles, debemos dar razón de nuestra fe; que el verdadero seguidor de Jesucristo no se avergüenza de serlo; que, si por nuestra fe, nos denigran, nos ridiculizan o nos persiguen, nos asemejaremos a Jesucristo que, siendo inocente, sufrió hasta la muerte por nuestros pecados.

Acercándose la fiesta de la Ascensión del Señor, el Evangelio nos recuerda que Jesús resucitado va al cielo y que la tarea de hacerlo conocer a los hombres está en nuestras manos, en las de los suyos, en las de los que le amamos. Para poder hacerlo, nos da su Espíritu, nos deja sus mandamientos, resumiéndolos en el amor, y nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía.

Ser cada día cristianos más auténticos. Hemos de conseguirlo con la ayuda del Señor.

 

REFLEXIÓN - 2

EL ARTE DE VIVIR

El Espíritu de la verdad.

Nunca los cristianos se han sentido huérfanos. El vacío dejado por la muerte de Jesús ha sido llenado por la presencia viva del Espíritu del resucitado. Este Espíritu del Señor llena la vida del creyente. El Espíritu de la verdad que vive con nosotros, está en nosotros y nos enseña el arte de vivir en la verdad. Lo que configura la vida de un verdadero creyente no es el ansia de placer ni la lucha por el éxito ni siquiera la obediencia estricta a una ley, sino la búsqueda gozosa de la verdad de Dios bajo el impulso del Espíritu.

El verdadero creyente no cae ni en el legalismo ni en la anarquía, sino que busca con el corazón limpio la verdad. Su vida no está programada por prohibiciones sino que viene animada e impulsada positivamente por el Espíritu.

Cuando vive esta experiencia del Espíritu, el creyente descubre que ser cristiano no es un peso que oprime y atormenta la conciencia, sino que es dejarse guiar por el amor creador del Espíritu que vive en nosotros y nos hace vivir con una espontaneidad que nace no de nuestro egoísmo sino del amor.

Una espontaneidad en la que uno renuncia a sus intereses egoístas y se confía al gozo del Espíritu. Una espontaneidad que exige regeneración, renacimiento y reorientación continua hacia la verdad de Dios.

Esta vida nueva en el Espíritu no significa únicamente vida interior de piedad y oración. Es la verdad de Dios que genera en nosotros un estilo de vida nuevo enfrentado al estilo de vida que surge de la mentira y el egoísmo.

Vivimos en una sociedad donde a la mentira se la llama diplomacia, a la explotación negocio, a la irresponsabilidad tolerancia, a la injusticia orden establecido, a la sensualidad amor, a la arbitrariedad libertad, a la falta de respeto sinceridad.

Esta sociedad difícilmente puede entender o aceptar una vida acuñada por el Espíritu. Pero es este Espíritu el que defiende al creyente y le hace caminar hacia la verdad, liberándose de la mentira social, la farsa de nuestra convivencia y la intolerancia de nuestros egoísmos diarios.

Se ha dicho que el cristiano es un soldado sometido a la ley cristiana. Es más exacto decir que el cristiano es un «artista». Un hombre que bajo el impulso creador y gozoso del Espíritu aprende el arte de vivir con Dios y para Dios.

JOSE ANTONIO PAGOLA

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REFLEXIÓN - 3

EL ESPÍRITU DEFENSOR

1. Según el evangelio de Juan, «Paráclito» significa defensor, protector o intercesor. En un contexto jurídico, significa abogado que defiende o ayuda a un acusado. El Espíritu es el abogado defensor de Jesús: da testimonio, reconoce su palabra y lo glorifica. También es el abogado de sus discípulos: les recuerda las palabras de Jesús, hace presente en ellos al Señor, les hace valientes en el mundo y los defiende en la persecución. Tiene, pues, una doble función de defensa: por Cristo ante el Padre y por Cristo ante los discípulos. Sin Defensor nos quedamos huérfanos o desamparados, a merced de los poderosos. Con la ayuda del Defensor se mantiene vivo el mensaje de Jesús y se edifica la comunidad en el mundo.

2. Jesús anuncia en la última cena la venida del Defensor. Cuando él haya partido, volverá en las apariciones pascuales (en las eucaristías) y en los últimos tiempos (en la Parusía). Estará presente en los discípulos, pero será opaco al sistema de «este mundo», incompatible con el Espíritu.

3. Las funciones del Defensor son varias: la primera es la de «enseñar» todo lo que ha dicho Jesús: es «Espíritu de la verdad». Por consiguiente, recordará la verdad. En segundo lugar, el Defensor será testigo de Jesús frente al mundo; este testimonio se manifestará en la predicación apostólica y en los signos cristianos. En tercer lugar, el Defensor será el «acusador del mundo» en materia de pecado, de justicia y de juicio. El mundo será convencido de pecado; se hará justicia a Cristo, y será condenado el Príncipe de este mundo.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Tenemos experiencia del Espíritu de Dios?

¿Cuándo nos dirigimos a Él?

CASIANO FLORISTAN

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