COMIDA,
PALABRA Y PERDÓN
La
reunión no podía estar más animada. Los de Emaús
cuentan y no acaban. El Caminante, después de una
autorizada catequesis sobre el Mesías, con las
Escrituras al fondo, se les ha manifestado de un modo
familiar: "en el partir el pan". Y, a pesar de
sus palabras y de su talante optimista y alegre,
entusiasta quizás, los demás discípulos siguen
tristes, cariacontecidos, desanimados.
La
aparición de Jesús ni les da seguridad, ni les quita
las dudas. Creen ver un fantasma. No se fían ni de
ellos mismos.
Frente
a esa actitud, por lo demás lógica, el Señor les va a
ofrecer dos signos permanentes de su presencia y lo que
con ella quiere en sus Apóstoles y en todos nosotros.
-Primer
signo: una comida faternal
Es
curioso lo que supone en la vida de Jesús la comida
como signo de fraternidad, expresión de amistad y ocasión
para comunicarnos su mensaje.
Comiendo
con publicanos y pecadores nos revela para quién ha
venido; en una comida de cierto rango social acoge a la
pecadora y la defiende, mientras que al anfitrión le
pide cuentas por no haber cumplido unas normas
elementales de cortesía que para él, en ocasión
distinta, son totalmente secundarias; en otra comida, a
la que él se invita, nos revela que con él ha entrado
también la salvación a aquella casa; en una comida
singular -la cena última con los suyos- Jesús nos
adelantará su entrega, la perpetuará en un sacramento,
tendrá para con los suyos las más hondas expansiones y
nos dejará aspectos fundamentales de su mensaje. Y será
precisamente en varias comidas en las que Jesús se
aparecerá a los suyos y los hará partícipes de su
Resurrección, de manera que el propio Pedro lo recordará,
años más tarde, en uno de sus sermones:
"Nosotros, que comimos y bebimos con él después
que resucitó de entre los muertos" (Hechos 10,
41).
Jesús
en esta ocasión pide de comer para así fortalecer su
fe, quitar sus miedos y traspasarles su paz. La
sencillez, la cercanía, el diálogo, la fraternidad,
son en Jesús -y deberían ser en nosotros- signos de
una vida nueva.
-Segundo
signo: apertura a la palabra de Dios
Es
otra de las constantes de Jesús Resucitado con sus Apóstoles:
abrirles el entendimiento para que comprendieran las
Escrituras.
Le
preocupa al Señor el que los Apóstoles encuentren
sentido al pasado inmediato que tanto les afecta. Por
eso tanto a los de Emaús en el camino, como a todos
juntos en esta ocasión, "comenzando por Moisés y
siguiendo por los Profetas, les explicó lo que se refería
a El en toda la Escritura" (Lc. 24,27).
La
obsesión de Jesús es que los discípulos comprendan el
significado de la Cruz, de su Pasión y de su Muerte.
Que comprendan que la historia de Israel, que es
historia de salvación, pasa por la muerte del Hijo de
Dios. Que comprendan que el "fracaso" del
Viernes Santo no es fracaso para la muerte, sino condición
de Vida, "paso" necesario de este mundo al
Padre para él y para todos nosotros.
Todo
lo ocurrido no sólo estaba previsto, sino que estaba
anunciado.
La
gran lección que les da Jesús -que nos da- es que él
se nos presenta como el centro de toda la Escritura.
Hasta El toda ella fue preparación para su venida. Tras
El, todo será consecuencia de su Muerte y de su
Resurrección, de su Vida y de su Mensaje.
-La
resurrección, la Pascua de Jesús, signo y fuente de
perdón universal.
Es
el mensaje común a las tres lecturas del presente
domingo y en las tres aparece la relación Resurrección-perdón.
"Dios
cumplió lo que había dicho por los profetas, que su
Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y
convertíos" (Hechos).
"Si
alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a
Jesucristo" (1. Juan, 2, 1). "Así estaba
escrito: el Mesías padecerá, resucitará... y en su
nombre se predicará la conversión y el perdón a todos
los pueblos" (Lc. 24, 26).
La
Resurrección de Jesucristo universaliza el perdón y
abre la perspectiva estrecha y localista de los Apóstoles.
La
Eucaristía (significada por la comida), la Palabra y el
Perdón ya no van a ser patrimonio de unos pocos, signos
de distinción de un pueblo determinado. Jesucristo
quiere que se prediquen a todos los pueblos y ésta será,
desde ahora, la tarea de los Apóstoles. Y este triple
motivo será el que semanalmente nos reúna a los
cristianos, en el Día del Señor, en la Pascua semanal,
cuando todos juntos celebremos el Perdón, nos abramos a
la Palabra y ofrezcamos al Padre el Sacrificio Eucarístico
de Jesucristo Resucitado.
DANIEL
ORTEGA GAZO
(mercabá)
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