LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
CAPÍTULO I
MISTERIO DE LA FE
15. La representación sacramental en la
Santa Misa del sacrificio de Cristo, coronado por su
resurrección, implica una presencia muy especial que –citando
las palabras de Pablo VI– « se llama “real”, no por
exclusión, como si las otras no fueran “reales”, sino por
antonomasia, porque es sustancial, ya que por ella ciertamente
se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro ».(22)
Se recuerda así la doctrina siempre válida del Concilio de
Trento: « Por la consagración del pan y del vino se realiza la
conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del
cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del vino
en la sustancia de su sangre. Esta conversión, propia y
convenientemente, fue llamada transustanciación por la santa
Iglesia Católica ».(23)
Verdaderamente la Eucaristía es « mysterium fidei »,
misterio que supera nuestro pensamiento y puede ser acogido sólo
en la fe, como a menudo recuerdan las catequesis patrísticas
sobre este divino Sacramento. « No veas –exhorta san Cirilo de
Jerusalén– en el pan y en el vino meros y naturales elementos,
porque el Señor ha dicho expresamente que son su cuerpo y su
sangre: la fe te lo asegura, aunque los sentidos te sugieran
otra cosa ».(24)
« Adoro te devote, latens Deitas »,
seguiremos cantando con el Doctor Angélico. Ante este misterio
de amor, la razón humana experimenta toda su limitación. Se
comprende cómo, a lo largo de los siglos, esta verdad haya
obligado a la teología a hacer arduos esfuerzos para entenderla.
Son esfuerzos loables, tanto más útiles y
penetrantes cuanto mejor consiguen conjugar el ejercicio crítico
del pensamiento con la « fe vivida » de la Iglesia, percibida
especialmente en el « carisma de la verdad » del Magisterio y en
la « comprensión interna de los misterios », a la que llegan
sobre todo los santos.(25)
La línea fronteriza es la señalada por Pablo VI: « Toda
explicación teológica que intente buscar alguna inteligencia de
este misterio, debe mantener, para estar de acuerdo con la fe
católica, que en la realidad misma, independiente de nuestro
espíritu, el pan y el vino han dejado de existir después de la
consagración, de suerte que el Cuerpo y la Sangre adorables de
Cristo Jesús son los que están realmente delante de nosotros ».(26)