"CARNET
DE SOCIO"
Antes,
la cartera era para guardar el dinero, poco o mucho, más bien
poco. Ahora, la cartera es para guardar tarjetas y
carnets.
Tarjetas
de crédito, tarjetas de compras, tarjetas de clubes...
El
que tiene ciertas tarjetas o ciertos carnés, goza de ventajas
como descuentos, aplazamiento de pagos, créditos...
Para
entrar en algunos sitios hay que tener carné de socio...
Algunos
quisieran algo parecido para su fe, para la Iglesia.
Una
tarjeta donde se fueran marcando las misas, las oraciones, los
actos de piedad, los sacramentos... y, después, cuando
llegáramos a la Jerusalén del Cielo, de la que nos ha vuelto
a hablar el Apocalipsis, metiéramos la tarjeta y apareciera
en una pantalla, en la portería de San Pedro, todo lo que
hubiéramos acumulado en ella.
Otros
se creen que por el hecho de estar bautizados y, así,
pertenecer a la Iglesia, tienen un carné de preferencia para
el cielo; que, para ellos, va a haber rebajas, precios
especiales; que son de la casa.
Pues
nada de eso; ni tarjetas que marcan y acumulan nuestros
cumplimientos religiosos, ni carnés preferenciales.
Aquí
no vale más que una cosa: amar, cumplir la voluntad de
Jesús, vivir en el amor del Padre, del Hijo y del espíritu
Santo.
Ser
cristianos no se reduce a cumplir cosas; ser cristiano es
vivir. Vivir desde Dios, según su voluntad. Y esto lleva a
impregnar nuestros ambientes de la novedad de Cristo.
Y
esto nos lleva a construir un mundo nuevo, empezando por
nosotros y nuestro entorno más inmediato; un mundo que no se
mueva sólo por intereses económicos, por equilibrios de
poder, sino un mundo que tenga sus fundamentos en la igualdad,
el respeto, la preferencia por los débiles, un mundo en que
todos vayan creciendo como personas, creadas a imagen y
semejanza de Dios.
Jamás,
buscando los intereses personales, partidistas o de grupo, se
podrá construir este mundo.
Sólo
el amor, hecho entrega, renuncia y sacrificio, como el de
Cristo, lo podrá lograr; sólo así se podrá lograr la paz
que Cristo nos deja. De lo contrario, la paz se convierte en
una palabra bonita que llena la boca, pero que queda en
utopía irrealizable, cuado no es más que un equilibro de
fuerzas y amenazas que en cualquier momento se rompe en mil
pedazos.
La
eucaristía es presencia del Señor entre nosotros y alimento
que nos fortalece; en ella está nuestra fuerza para ir
construyendo en nosotros la persona nueva, según Dios, que
nos hace ser en nuestra sociedad portadores de su amor y de su
paz.