LA
IGLESIA VIVE DE LA
EUCARISTÍA
CARTA ENCÍCLICA
ECCLESIA DE EUCHARISTIA
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA EUCARISTÍA
EN SU RELACIÓN CON LA IGLESIA
CAPÍTULO II
LA EUCARISTÍA EDIFICA LA
IGLESIA
22. La incorporación a Cristo, que tiene
lugar por el Bautismo, se renueva y se consolida continuamente
con la participación en el Sacrificio eucarístico, sobre todo
cuando ésta es plena mediante la comunión sacramental. Podemos
decir que no solamente cada uno de nosotros recibe a Cristo,
sino que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros.
Él estrecha su amistad con nosotros: « Vosotros sois mis amigos
» (Jn 15, 14). Más aún, nosotros vivimos gracias a Él: «
el que me coma vivirá por mí » (Jn 6, 57). En la comunión
eucarística se realiza de manera sublime que Cristo y el
discípulo « estén » el uno en el otro: « Permaneced en mí, como
yo en vosotros » (Jn 15, 4).
Al unirse a Cristo, en vez de encerrarse en
sí mismo, el Pueblo de la nueva Alianza se convierte en «
sacramento » para la humanidad,(39)signo
e instrumento de la salvación, en obra de Cristo, en luz del
mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5, 13-16), para la
redención de todos.(40)La
misión de la Iglesia continúa la de Cristo: « Como el Padre me
envió, también yo os envío » (Jn 20, 21). Por tanto, la
Iglesia recibe la fuerza espiritual necesaria para cumplir su
misión perpetuando en la Eucaristía el sacrificio de la Cruz y
comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. Así, la Eucaristía
es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda
la evangelización, puesto que su objetivo es la comunión de los
hombres con Cristo y, en Él, con el Padre y con el Espíritu
Santo.(41)