REFLEXIONES  

 

 

REFLEXIÓN - 1

CRISIS

Querido Tomás, apodado el gemelo, el mellizo. ¿Por qué huiste de la Comunidad de los Doce que el Señor Jesús formó? ¿Te pareció que no ibas a ninguna parte con el grupo de pobres que el Señor congregó? Impulsivo Tomás. Te creías fuerte y decidido, con impulsos de mártir: "¡Vamos allá y muramos con Él!" habías dicho cuando lo de Lázaro, ¿recuerdas?

Te comías el mundo, joven intrépido, y ahora tienes aire cansino, ojos enrojecidos, espíritu derrotado por una muerte y un fracaso con los que nadie queremos contar. (...). ¡Mi querido hermano, te llames como te llames! Te fuiste de la Iglesia porque su crisis te aplastó. Tuviste una juventud intrépida y ardorosa. Quisiste hacer un mundo según Dios... y todo se acabó. La modernidad, el secularismo, la desmitologización, la "muerte de Dios".

¿Para qué seguir en el Seminario? ¿Para qué grupos apostólicos? ¿Qué sentido tiene ser apóstol?

Viste a Jesús muerto y derrotado por la eficacia, la técnica, la psicología, la política. Abandonaste el Seminario, el grupo, la parroquia, la Iglesia. (...).

Pues te digo una cosa: "!HEMOS VISTO AL SEÑOR!" Era necesario que sobre la debilidad humana, apareciera resucitado el poder de Jesús. Tomás apodado el mellizo. Cuánto gemelo de Tomás entre los hombres de nuestra generación. ¿Por qué resignarse a perderlos definitivamente para el Anuncio? Ni siquiera es prudente esperar hoy en el Cenáculo a que regresen contando tristezas. Tal vez sea la primera urgencia de quienes reencontraron al Dios de los padres presente en Jesús resucitado, salir al encuentro de los hermanos que se fueron el día de la dispersión. ¿Cómo olvidar que fueron llamados por Jesús para ser testigos de la Resurrección? En la Historia de la Salvación que Dios gusta hacer con los hombres, ellos son tal vez los más indicados para, ya que han hecho tan larga y cruda experiencia de muerte, poder proclamar con humildad y alegría: "¡Señor mío y Dios mío!".

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI

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REFLEXIÓN - 2

"EXHALÓ EL ALIENTO SOBRE ELLOS"

He aquí nuestra primera estampa pascual. Graba bien la imagen de Jesús exhalando su aliento sobre los discípulos. Era como una nueva creación, como una nueva resurrección. Los discípulos estaban muertos: por el miedo, por la tristeza, por la duda. Jesús estaba rebosando Espíritu, lleno de vida y de poder, transmitiendo alegría y paz. Habían arrebatado a los discípulos la ilusión y el sentido, habían matado su esperanza. Pero Jesús era la vida resucitada.

A pesar de las puertas cerradas, entró Jesús donde estaban los discípulos. La casa se llenó del perfume de la Pascua. Y al ver Jesús a sus discípulos tan muertos, a sus discípulos a quienes tanto quería, en un nuevo gesto creador, «exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo». Recibid la fuerza y la alegría del Espíritu, recibid la vida nueva del Espíritu. ¡Vivid! Vivid de mi misma vida, de mi energía liberadora. Y desde entonces los discípulos resucitaron. El gesto y las palabras de Jesús fueron eficaces, como en un sacramento. Aquella tarde, Pascua fue Pentecostés. Los discípulos se llenaron del Espíritu de Jesús y se sentían identificados con Jesús. No tardarían en abrir todas las puertas y empezar a dar testimonio de aquella experiencia de fuego.

No dejes de exhalar tu aliento sobre nosotros, Jesús resucitado, porque también nuestro espíritu se acobarda y se entristece. Sopla tu aliento sobre nosotros, para que se disipen nuestras dudas y temores. Alienta tu Espíritu sobre nosotros, para que nos contagiemos de tu vida resucitada y vivamos ya de ti.

-Las llagas, puertas del Templo

Las llagas son como el velo del Templo rasgado después de la muerte de Jesús, la puerta de la divinidad de par en par abierta. Esas llagas son la apertura del Santuario. En adelante, el templo de Dios quedará enteramente abierto .

Abierto por parte de Dios. A través de esas benditas aberturas, Dios se nos comunica y nos hace llegar sus abundantes misericordias. Fuentes inagotables de gracia y bendición. Abierto para el hombre, que ya tiene el acceso fácil para encontrarse con el mismo Dios. «Yo soy la puerta», afirmaba Jesús, y ya vemos qué puerta más hermosa, más transparente y más abierta. Puedes entrar en el Santuario divino siempre que quieras, y aun poner allí la morada, diciendo aquello de «¡qué bien se está aquí!». Penetrando por las llagas de Cristo, puedes llegar a las mismas entrañas de Dios y acercarte a la intimidad de su misterio.

CARITAS

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REFLEXIÓN - 3

LA COMUNIDAD PASCUAL 

-La comunidad, fruto de la Pascua

La comunidad cristiana, tal como se manifiesta sobre todo en la asamblea dominical, se ve a sí misma como una comunidad pascual, nacida de la Pascua ("del costado abierto de Cristo muerto y resucitado"). Los documentos que leemos en este tiempo nos muestran cómo en torno a Cristo resucitado se empieza a congregar una comunidad: de su Persona se desprende una fuerza que reúne y aglutina a los discípulos, que el vendaval de la Pasión había dispersado. La 1a lect. es un canto (probablemente idealizado) a la comunión que el impacto de la Resurrección ha generado: "vida común", "vivían todos unidos y lo tenían todo en común", "lo repartían entre todos", "acudían todos unidos", "comían juntos".

-Una comunidad de fe pascual

Los seguidores del Resucitado forman una comunidad de "creyentes (1a lect.). La fe pascual (la fe en Cristo muerto y resucitado, núcleo del kerigma) está en el origen de esta comunidad: una fe que se alimenta de "escuchar la enseñanza de los apóstoles", porque son gente que "cree sin haber visto" por haberse fiado del testimonio de los apóstoles. La 2a lect. y el evangelio subrayan con fuerza la importancia y el valor de la fe para la "vida" y la "salvación" de los seguidores de Cristo.

-Una comunidad animada por el Espíritu

A la escena narrada en la primera parte de la perícopa evangélica se le ha sólido llamar el Pentecostés de Juan. El Espíritu aparece aquí como el don pascual del Resucitado a su Iglesia. Con su poder de anular la fuerza disgregadora del pecado, es el principio que da cohesión y unidad al cuerpo de la Iglesia. Sería acaso el momento de hablar también de la presencia y actividad del Espíritu a lo largo de toda la celebración eucarística. Aun antes de que llegue la última semana, el tiempo pascual tiene que aparecer como "el tiempo del Espíritu" a título especial.

-Una comunidad misionera

La relación Resurrección-misión está presente, de una manera explícita o implícita, en casi todas las narraciones de las apariciones del Resucitado: la experiencia pascual lleva al compromiso misionero (Pascua-Pentecostés). La misión de la Iglesia es la misión del Hijo por el Padre. "Las puertas cerradas" y "el miedo a los judíos" no encajan bien con este envío al mundo. La comunión fraterna tiene ya por sí sola una gran fuerza evangelizadora: "Eran bien vistos y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando".

-Una comunidad en tensión escatológica

La perspectiva de la Resurrección y la espera del Resucitado imprimen al tiempo pascual una fuerte tensión escatológica. "Buscad las cosas de arriba...". Esta dimensión está insistentemente sugerida en la 2a lect. "...para una esperanza viva, para una herencia que os está reservada en el cielo... para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final... la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación".

I. OÑATIBIA

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