REFLEXIONES  

 

 

REFLEXIÓN - 1

SEGUIMIENTO

Casi la totalidad de los que estamos en esta Eucaristía  hemos nacido en países de tradición cristiana, en familias cristianas que nos bautizaron, nos enseñaron lo más esencial de nuestra fe y una serie de costumbres, tradiciones y comportamientos religiosos.

Y, tal vez, para muchos, lo que más importaba era el cumplir una serie de leyes y normas y tener una conducta moral ante algunos aspectos de la vida.

Y en esto hacíamos consistir nuestra fe cristiana: en cumplir cosas.

El Evangelio de hoy nos dice que, antes de cumplir cosas, ser cristiano es decidirse por una persona: Jesucristo, Jesús, el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios; y, una vez que me he decido por Él, le sigo, vivo según su palabra, su Evangelio y cumplo todo lo que él quiere que cumpla.

Los discípulos de Emaús se habían acercado a Jesús, le habían escuchado y le habían seguido; habían puesto en él su esperanza: "Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel"... El escuchar y seguir a Jesús no quita dudas y momentos oscuros.

Jesús resucitado no está lejos y desentendido; camina a nuestro lado en tantas y tantas personas con las que me encuentro en el camino de la vida, sobre todo en los que sufren y en los pobres ("porque tuve hambre..., porque estaba enfermo y en la cárcel...), en tantas personas que pasan por el mundo haciendo el bien. A veces nos pasa como a los de Emaús: que no le reconocemos.

Por eso debemos estar muy atentos a la Palabra de Dios. Él nos habla en la Escritura, sobre todo en el Nuevo Testamento, pero también nos habla en el camino de la vida por las personas, los acontecimientos y los signos de los tiempos.

Y un momento privilegiado para encontrarnos con el Señor resucitado es la comunidad reunida para la Eucaristía. Los discípulos de Emaús reconocieron a Jesús en la "fracción del pan", nombre que se daba en os primeros tiempos a la Eucaristía.

Celebrar la Eucaristía sintiéndonos hermanos, reunidos en el nombre de Cristo, garantiza su presencia en medio de nosotros ("Donde dos o más...").

 

 

 

REFLEXIÓN - 2

CAMINA A NUESTRO LADO

Quizá alguna vez lo hemos pensado: "Si JC nos ha salvado, si Dios nos acompaña, si su Providencia vela por nosotros, debería notarse más... Podría hacer Dios que se notara más que somos sus hijos y que nos ama..." Y este mismo tiempo de Pascua que celebramos quizá invita especialmente a pensar esas cosas. Porque proclamamos y oímos y celebramos precisamente que Jc está aquí y ha vencido el mal y la muerte, y entonces uno piensa que ya sería hora de que Dios hiciera que eso se cumpliese en este mundo, en la vida de cada uno y en la de todos. Que se cumpliese esa gran esperanza que JC ha abierto.

Y por el contrario, resulta que nuestra vida sigue dura como siempre, y el mundo sigue mal como siempre, y el dolor y la injusticia siguen como siempre. Y eso nos lleva entonces a pensar lo que decíamos antes.

Pero entonces, cuando nos ocurre esto, cuando pensamos esto, nos conviene muy especialmente escuchar el evangelio de hoy y darnos cuenta de cuál es, realmente, el anuncio de Pascua.

Y el anuncio de Pascua es éste. Que acompañando nuestra vida, quizás desencantada como la de los discípulos de Emaús, se ha juntado con nosotros uno que quizá nos cuesta reconocer pero que es el mismo Jesús. Y Jesús va a nuestro lado para que nos demos cuenta de que el camino del Mesías, y el camino de todo el que quiere seguirle, nos es un camino que nos ahorre la dureza de la vida, sino que es un camino que se mete dentro, y lucha por amor hasta la muerte.

Y no hay otro camino, y sólo así el Mesías entra en su gloria, y sólo así el seguidor del Mesías obtiene esa misma gloria. Y ese será pues el anuncio de la Pascua: que Jesús nos acompaña para mostrarnos que su camino es un camino de vida.

J. LLIGADAS

(mercabá)

 

 

REFLEXIÓN - 3

SENTADO A LA MESA CON ELLOS...

¡Qué imagen más bella la de los dos discípulos de Emaús, que caminan desesperanzados, con Jesús que se une a su camino! El Maestro les vuelve a abrir los ojos y a caldear su corazón. Las palabras con que acaba la primera lectura podrían ser también hoy para nosotros una plegaria: "Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia". Recuperada la luz, caminar tiene sentido. La mesa eucarística nos convierte en invitados del Señor de la Gloria.

-"Mientras vais de camino... preocupados" Los dos discípulos sabían muy bien que las mujeres habían ido al sepulcro, lo habían encontrado vacío y una aparición de ángeles les había asegurado que él estaba vivo. Sin embargo, no les bastaba. ¿Debían ser los apóstoles los testigos? Lo querían ver a él. Sea como sea, en la historia de la fe de las personas y de los grupos nada ahorra seguir el camino de la fe desde el principio. El chocar con las dudas. El no explicarse tantas cosas. La prueba de la cruz para un Mesías es muy fuerte. Y lo es también para los seguidores. Nosotros mismos, que somos cristianos, a pesar de haber celebrado la Pascua, seguimos el camino de la vida discutiendo, preocupados, sin entender. El dolor y el fracaso, no se entienden. Las crisis de la Iglesia no se entienden. ¿Dónde está la salvación, dónde la resurrección?

-"¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?" Jesús se convierte en maestro interior. Esta especie de escuela peripatética, el entrar en el corazón, el abrir los ojos, por el sendero de la vida, ya tiene el sabor de Pentecostés. La fe es obra del Espíritu en nosotros. Es gracia. Tenían todos los datos en la mano, eran discípulos, lo habían conocido, conocían las Escrituras... y ataban cabos. ¿Una adivinanza? ¿Un rompecabezas para el que falta intuición? La palabra de Dios, que siempre meditamos en la Eucaristía, es su revelación. La plegaria humilde nos da la clave. Palabra de Dios, plegaria, acercamiento a los maestros de la Iglesia, son necesarios para clarificar el misterio de la vida, para no confundirnos, para no caminar preocupados. La fuerza de Cristo y de su resurrección la tengo que sentir en el corazón. Las mujeres... algunos de los nuestros... han dicho. No es suficiente mientras no le veamos a él. Esta experiencia personal hace estallar la luz de la resurrección

-"Sentado a la mesa con ellos... se les abrieron los ojos" Se trata -¡evidentemente!- de una narración litúrgica. Todo esto Lucas lo escribía después de ir a Misa. Es una de las catequesis más deliciosas dentro de los escritos del N.T. En el pan de la Eucaristía encontramos al Señor. Sentados a la mesa se reúne la familia de los creyentes y allí -en los hermanos- encontramos al Señor. No hay Pascua, no hay domingo, no hay comunidad, no hay manera de entender las cosas y de caminar con gozo sin la Eucaristía. Ahora muchos se dan cuenta de esto y en muchos lugares se vuelve a insistir en la importancia de la Misa dominical. Sólo aquellos que "han comido y bebido" con el Señor, aparecen como testigos definitivos de Jesús resucitado.

En esta Eucaristía nuestra, celebrando aún la gran fiesta de la Pascua, también debemos poder decir que los ojos se nos abren, que nuestros corazones arden y que lo reconocemos cuando parte el pan.

JOAN MARTI
Obispo de Urgell

(mercabá)