HACIENDO
CAMINO
Qué
inseguros vamos cuando viajamos por lugares
desconocidos, carreteras que nunca hemos tomado. A
veces, por querer hacer el camino más corto y atajar,
nos complicamos y perdemos más tiempo, cuando no
tenemos que volver atrás.
También
es muy importante la señalización, que sepamos en cada
momento la población a la que nos acercamos, cuándo
tenemos que tomar el desvío, cuándo puedo ir a más
velocidad y cuándo debo frenar, cómo está el tiempo y
las carreteras: si va a llover, si hay nieve, si debo
utilizar cadenas...
Nuestra
vida es como un viaje cuya meta es el Señor, la casa
del Padre, la vida eterna.
Hoy
el mapa es complejo, pues se nos presentan muchas metas
apetecibles y los caminos para llegar a ellas.
¿Cuál
es el sentido de la vida? Según sea el sentido,
emprenderemos una meta u otra.
Si
la meta es ganar dinero, cuanto más mejor, porque, como
dicen algunos, el dinero no da la felicidad, pero ayuda
a conseguirla, viviremos esclavizados al trabajo,
jamás satisfechos, porque todo es poco; buscaremos
formas ilícitas de conseguirlo: delincuencia,
defraudar, paraísos fiscales...
Si
la meta es conseguir el poder, seremos aduladores,
"busca-votos", intentaremos por todos los
medios, aun con la mentira y la calumnia, derribar a
quien tiene más poder. Conseguir el poder y vivir para
el poder, no es lo mismo que servir a la colectividad
desde puestos de poder, que es lícito y necesario.
Si
la meta es el placer, el hedonismo, el goce fácil de
los sentidos, todos nuestros caminos vitales se
orientarán hacia allí.
Así,
pues, en todas las metas de la vida que nos proponemos,
hemos de buscar los caminos.
El
creyente puede proponerse en la vida muchas metas
dignas, buenas y positivas, pero sabe que todas ellas
son "metas volantes" y que todas las metas se
alcanzan desde el mismo camino: Cristo: "Yo soy el
Camino".
Él
lleva a la meta: "En la casa de mi Padre hay muchas
estancias..."
El
Evangelio, la guía de los pastores, las personas y sus
circunstancias, los signos de los tiempos, son la hoja
de ruta. Si la seguimos, está asegurado el viaje.
La
Eucaristía, el alimento para el camino.