LA
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
La
fiesta de la Ascensión del Señor, que hoy celebramos, cierra el
contacto personal de Cristo con sus discípulos. No podemos dudar de
que la presencia de Cristo en la Iglesia está asegurada hasta el
final de los tiempos.
En
esta fiesta contemplamos a Cristo, glorioso en el cielo, junto al
Padre. Él es el "Evangelio viviente del Padre"; en su
existencia terrena Él ha anunciado la Buena Noticia de salvación a
los hombres. Después de cumplir su misión en la tierra, anunciando
la misericordia del Padre, es constituido Señor de la historia
humana.
Con
la entrada de Cristo a la gloria del Padre, los Apóstoles deben
comenzar a proclamar la Buena Noticia de este acontecimiento en toda
la tierra. Podemos decir que se inicia un tiempo de misión y
anuncio para la Iglesia, en el cual nosotros nos insertamos con
nuestra acción apostólica. Este tiempo será sellado
definitivamente con la llegada del Espíritu Santo.
La
Iglesia, como depositaria de esta Palabra de verdad que es Cristo,
lleva el Evangelio, anuncio de salvación, a todos los hombres,
hasta los confines mismos de la tierra, sin hacer ninguna
distinción acerca de la raza o de la lengua.
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