
“JESUCRISTO PADECIÓ BAJO EL PODER DE
PONCIO PILATO,
FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO”
Párrafo 2
JESÚS MURIÓ CRUCIFICADO
III. Cristo se ofreció a su Padre por nuestros pecados
Toda la vida de
Cristo es oblación al Padre
606 El Hijo de Dios "bajado del
cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le
ha enviado" (Jn 6, 38), "al entrar en este mundo,
dice: [...] He aquí que vengo [...] para hacer, oh Dios,
tu voluntad [...] En virtud de esta voluntad somos
santificados, merced a la oblación de una vez para
siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 5-10).
Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo
acepta el designio divino de salvación en su misión
redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me
ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 34).
El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo
entero" (1 Jn 2, 2), es la expresión de su
comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque
doy mi vida" (Jn 10, 17). "El mundo ha de saber
que amo al Padre y que obro según el Padre me ha
ordenado" (Jn 14, 31).
607 Este deseo de aceptar el
designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida
de Jesús (cf. Lc 12,50; 22, 15; Mt 16,
21-23) porque su Pasión redentora es la razón de ser de
su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si
he llegado a esta hora para esto!" (Jn 12, 27).
"El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?" (Jn
18, 11). Y todavía en la cruz antes de que "todo esté
cumplido" (Jn 19, 30), dice: "Tengo sed" (Jn
19, 28).
"El cordero que
quita el pecado del mundo"
608 Juan Bautista, después de
haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores (cf.
Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a
Jesús como el "Cordero de Dios que quita los pecados del
mundo" (Jn 1, 29; cf. Jn 1, 36). Manifestó
así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja
llevar en silencio al matadero (Is 53, 7; cf.
Jr 11, 19) y carga con el pecado de las multitudes (cf.
Is 53, 12) y el cordero pascual símbolo de la
redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex
12, 3-14; cf. Jn 19, 36; 1 Co 5, 7). Toda
la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su
vida en rescate por muchos" (Mc 10, 45).
Jesús acepta
libremente el amor redentor del Padre
609 Jesús, al aceptar en su
corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los
amó hasta el extremo" (Jn 13, 1) porque "nadie
tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn
15, 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su
humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su
amor divino que quiere la salvación de los hombres (cf.
Hb 2, 10. 17-18; 4, 15; 5, 7-9). En efecto,
aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su
Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar: "Nadie
me quita [la vida]; yo la doy voluntariamente" (Jn
10, 18). De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios
cuando Él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn
18, 4-6; Mt 26, 53).
Jesús anticipó
en la cena la ofrenda libre de su vida
610 Jesús expresó de forma
suprema la ofrenda libre de sí mismo en la cena tomada
con los doce Apóstoles (cf Mt 26, 20), en "la
noche en que fue entregado" (1 Co 11, 23). En la
víspera de su Pasión, estando todavía libre, Jesús hizo
de esta última Cena con sus Apóstoles el memorial de su
ofrenda voluntaria al Padre (cf. 1 Co 5, 7), por
la salvación de los hombres: "Este es mi Cuerpo que va a
ser entregado por vosotros" (Lc 22, 19).
"Esta es mi sangre de la Alianza que va a ser
derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mt
26, 28).
611 La Eucaristía que instituyó
en este momento será el "memorial" (1 Co 11, 25)
de su sacrificio. Jesús incluye a los Apóstoles en su
propia ofrenda y les manda perpetuarla (cf. Lc
22, 19). Así Jesús instituye a sus apóstoles sacerdotes
de la Nueva Alianza: "Por ellos me consagro a mí mismo
para que ellos sean también consagrados en la verdad" (Jn
17, 19; cf. Concilio de Trento: DS, 1752; 1764). |