LA
ALEGRÍA DEL AMOR EN LA FAMILIA
(Exhortación Apostólica de Papa Francisco)
El
viernes pasado se presentó en el Vaticano la nueva Exhortación
Apostólica llamada “La alegría del amor”, referida a la situación de
las familias y la atención pastoral que debemos brindarle. Este
documento es fruto de un trabajo de reflexión comunitario. Tuvo dos
instancias sinodales: octubre de 2014, y en el mismo mes del 2015.
Francisco recogió los aportes de ambos momentos para escribir este
documento.
Se transitó un camino de discernimiento comunitario que no busca
cambiar la doctrina, sino acercarse a una realidad cambiante para
iluminarla y alentarla desde la Palabra de Dios. Es el deseo del
Papa, los obispos y toda la Iglesia, de buscar la salvación de
todos, ya que por todos murió y resucitó Jesús. Nadie queda afuera
del amor de Dios, y por lo tanto de la solicitud pastoral de la
Iglesia.
Acerca de discernir adecuadamente las diversas situaciones
familiares ya había enseñado Juan Pablo II: “Los pastores, por amor
a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En
efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado
por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo
injustamente, y los que por culpa grave han destruido un matrimonio
canónicamente válido. Finalmente están los que han contraído una
segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están
subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente
matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido.
”En unión con el Sínodo exhortó vivamente a los pastores y a toda la
comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados,
procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la
Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar
en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a
frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a
incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad
en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a
cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este
modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los
anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en
la fe y en la esperanza” en Familiaris Consortio 84. Y el Papa
Benedicto XVI había señalado en Sacramentum Caritatis 29: “Sin
embargo, los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación,
siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial
atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un
estilo de vida cristiano mediante la participación en la santa Misa,
aunque sin comulgar, la escucha de la Palabra de Dios, la Adoración
eucarística, la oración, la participación en la vida comunitaria, el
diálogo con un sacerdote de confianza o un director espiritual, la
entrega a obras de caridad, de penitencia, y la tarea de educar a
los hijos”.
Francisco ha fomentado el diálogo con el mundo y el interior de la
Iglesia. Lo opuesto es el monólogo en el cual uno solo es el que
habla, corriendo el riesgo de escucharse solo y quedarse solo. En
cambio, emprendió el camino del Sínodo escuchando todas las voces y
opiniones, incluso de algunos personajes que lo cuestionaron
públicamente y hasta con un modo poco frontal o viril.
El Papa utiliza un lenguaje accesible, buscando por todos los medios
que a cada uno quede claro que Dios le ama y la vida de cada persona
forma parte de un proyecto de Su Amor. En este contexto entendemos
mejor el Plan de Dios acerca del amor humano y la familia.
Te comparto unos párrafos de esta Exhortación Apostólica.
“La alegría del amor que se vive en las familias es también el
júbilo de la Iglesia.” (1)
El mismo Francisco nos comenta en la introducción qué temas aborda:
“En el desarrollo del texto, comenzaré con una apertura inspirada en
las Sagradas Escrituras, que otorgue un tono adecuado. A partir de
allí, consideraré la situación actual de las familias en orden a
mantener los pies en la tierra. Después recordaré algunas cuestiones
elementales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la
familia, para dar lugar así a los dos capítulos centrales, dedicados
al amor. A continuación destacaré algunos caminos pastorales que nos
orienten a construir hogares sólidos y fecundos según el plan de
Dios, y dedicaré un capítulo a la educación de los hijos. Luego me
detendré en una invitación a la misericordia y al discernimiento
pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo que el
Señor nos propone, y por último plantearé breves líneas de
espiritualidad familiar”. (6)
“En el horizonte del amor, central en la experiencia cristiana del
matrimonio y de la familia, se destaca también otra virtud, algo
ignorada en estos tiempos de relaciones frenéticas y superficiales:
la ternura.” (28)
“Ante cada familia se presenta el icono de la familia de Nazaret,
con su cotidianeidad hecha de cansancios y hasta de pesadillas, como
cuando tuvo que sufrir la incomprensible violencia de Herodes,
experiencia que se repite trágicamente todavía hoy en tantas
familias de prófugos desechados e inermes.” (30)
“El matrimonio es una vocación, en cuanto que es una respuesta al
llamado específico a vivir el amor conyugal como signo imperfecto
del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de
casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento
vocacional.” (72)
“Todo lo dicho no basta para manifestar el evangelio del matrimonio
y de la familia si no nos detenemos especialmente a hablar de amor.
Porque no podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega
recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la
profundización del amor conyugal y familiar.” (89)
“Cuando hemos sido ofendidos o desilusionados, el perdón es posible
y deseable, pero nadie dice que sea fácil.” (106)
“El Sínodo se ha referido a distintas situaciones de fragilidad o
imperfección. Al respecto, quiero recordar aquí algo que he querido
plantear con claridad a toda la Iglesia para que no equivoquemos el
camino: «Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia:
marginar y reintegrar [...] El camino de la Iglesia, desde el
concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el
de la misericordia y de la integración [...] El camino de la Iglesia
es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia
de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero [...]
Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y
gratuita» [326]. Entonces, «hay que evitar los juicios que no toman
en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que
estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de
su condición».” (296)
“Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones
concretas, como las que mencionamos antes, puede comprenderse que no
debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa
general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un
nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de
los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que «el
grado de responsabilidad no es igual en todos los casos» [335], las
consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser
siempre las mismas [336].” (300)
“Es una honda experiencia espiritual contemplar a cada ser querido
con los ojos de Dios y reconocer a Cristo en él. Esto reclama una
disponibilidad gratuita que permita valorar su dignidad. Se puede
estar plenamente presente ante el otro si uno se entrega «porque
sí», olvidando todo lo que hay alrededor.” (323).
(*) Monseñor Jorge Eduardo Lozano es obispo de Gualeguaychú
y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
Fuente: Diario El Argentino
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