CUANDO
LLEGUEN LOS BÁRBAROS
Juan
Manuel de Prada
3 - Octubre - 2016
(Tomado de Religión en Libertad)

Mientras en el pudridero europeo nos
allanamos servilmente ante las consignas del mundialismo, en algunos
países del este empiezan a florecer signos de reacción; signos
seguramente insuficientes, fallidos, truncos, a veces incluso con
sus ribetes de demagogia, pero en cualquier caso signos
esperanzadores.
Algún día, cuando se
estudie la agonía del pudridero europeo, se empleará como ejemplo
didáctico el estado de demogresca perpetua en el que nos hemos
instalado los españoles, azuzados por politiquillos que, si se
hubiesen disputado la maternidad del niño en el juicio de Salomón,
habrían dejado que lo partiesen en dos con la espada, antes que
renunciar a poseerlo. El marasmo que nos postra empieza a parecerse
trágicamente al ambiente de hastío y resignación que Kavafis
retrataba en su celebérrimo poema:
–¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los senadores?
–Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.
Aunque, para ser del todo exactos, en el pudridero europeo, mientras
retozamos como cochinos en el lodazal de la demogresca y esperamos
la llegada de los bárbaros, algunas leyes sí hacemos: leyes para
destripar fetos, leyes para casorios estériles, leyes para hormonar
niños desde la escuela, etcétera. Leyes, en fin, que el mundialismo
impone a los pueblos sojuzgados, para convertirlos en una papilla
desvinculada, incapacitada para el esfuerzo colectivo y esclava de
los caprichos de su bragueta. Leyes para pueblos genuflexos a los
que el mundialismo ha asignado un papel indecoroso (a España, el
papel de vomitorio turístico y asilo geriátrico); leyes para pueblos
cipayos que acabarán inclinando la testuz sin defenderse, para que
los bárbaros los puedan degollar más fácilmente, como hace el manso
Asterión de Borges, ante la espada de Teseo. Porque la muerte, para
quienes se han dejado arrastrar por todas las degradaciones, puede
ser, en efecto, la única forma posible de liberación.
Pero acaso no todo esté perdido. Mientras en el pudridero europeo se
considera que “el acceso a las películas porno” es un “gran logro de
la Europa unida” (según proclamase el presidente del Partido Popular
Europeo), en Rusia se bloquea el acceso por interné a la
pornografía, para evitar que los niños sean pervertidos por
abyecciones innombrables, o convertidos en presa fácil de sórdidos
depredadores. Mientras en el pudridero europeo se destinan fondos
públicos para destripar fetos, en Polonia se admite a trámite una
iniciativa popular que propone prohibir el aborto, a la vez que se
rechaza una propuesta del colectivo feminista que solicita
“liberalizarlo”. Mientras en el pudridero europeo se alimentan las
guerras que luego provocan avalanchas humanas contra las que se
establecen “cuotas” buenistas de reparto, en Hungría se planta cara
a esta política migratoria suicida, en un esfuerzo por recuperar la
independencia nacional. Mientras en el pudridero europeo nos
allanamos servilmente ante las consignas del mundialismo, en algunos
países del este empiezan a florecer signos de reacción; signos
seguramente insuficientes, fallidos, truncos, a veces incluso con
sus ribetes de demagogia (pues no puede haber reacción verdadera
mientras no haya un repudio pleno de los sobornos del mundialismo),
pero en cualquier caso signos esperanzadores. Aún hay pueblos que se
resisten a engrosar esa papilla mansurrona y bardaje que quiere el
pudridero europeo.
Por negarnos a asumir el destino de corderos llevados al matadero
que nos asigna el mundialismo y aplaudir los signos de reacción que
nos llegan de Oriente hay muchos hijos del pudridero europeo que nos
señalan y crucifican. Pero los herederos de Casandra ya sabemos que
nuestro destino es el descrédito, la calumnia y la soledad, mientras
llegan los bárbaros.
Publicado en ABC (26 de septiembre de 2016).
|