REFLEXIONES


XXXI Domingo

Tiempo Ordinario

(A)

"El primero entre vosotros
será vuestro servidor"

 

 

 

REFLEXIÓN - 1

EL PRIMERO ENTRE VOSOTROS SERÁ VUESTRO SERVIDOR

Se suele hablar de la "erótica del poder" .

Estar por encima, ser más que los demás. tener autoridad sobre los otros.

Qué arraigado está esto en el ser humano. Parece que no hemos superado aquel estado de vivir de los instintos: el instinto de conservación y el instinto que nos hace pensar que  que sólo los fuertes permanecen para perpetuar la especie.

Y es que hasta lo vemos en algunas familias. Entre los esposos de esas familias, siempre hay uno que quiere ser más que el otro, hasta imponerse con malos tratos. Y, entre los hermanos, los mayores quieren mandar y ser obedecidos por los pequeños.

El mundo de la política, con mucha frecuencia, se convierte en una lucha por el poder, en un "quítate tú que me pongo yo". Y la oposición se convierte en "acoso y derribo"; y el que está en el poder sólo busca cómo hacer para perpetuarse en él.

El mundo de los negocios. Ya dicen: Si no eres agresivo, si vas con actitudes morales, éticas, de comportamiento justo con todos, no harás fortuna.

Y en la Iglesia, también. También hay, como se dice hoy, "trepas", sobretodo entre la jerarquía, sacerdotes y obispos, aunque ya empieza entre los seglares.

También en la Iglesia, como en tiempo de Jesús entre los escribas y fariseos, hay quien busca primeros puestos, reverencias y ser llamados "padres" y "maestros"; también en la Iglesia hay "funcionarios del templo".

Sin embargo, qué claras son las palabras de Jesús en el Evangelio. La Iglesia, comunidad de los seguidores de Jesucristo, es una asamblea de hermanos, al servicio unos de otros y, todos, al servicio del Reino de Dios.

Una comunidad de hermanos en la que el Espíritu Santo reparte carismas y ministerios.

Y, así, el ministerio del Papa, los Obispos y los sacerdotes, son ministerios de servicio a la comunidad para que ésta crezca en la fidelidad al Señor. La autoridad, el magisterio, la teología...todo es para servir al Pueblo de Dios. Nadie puede pedir, en contrapartida, bienes materiales, primeros puestos, inclinaciones y genuflexiones.

Que el Pueblo de Dios valore este ministerio de servicio a su crecimiento y sea agradecido y lo exprese, es otro tema.

El gran regalo que no ha hecho el Señor a los obispos y presbíteros es el de ser servidores de la Eucaristía: hacer presente a Cristo en su Palabra y en el Pan y Vino, su Cuerpo y Sangre que se entrega por nuestra salvación.

Gratis lo hemos recibido, gratis debemos darlo.

 

 

REFLEXIÓN - 2

EMINENTÍSIMOS, EXCELENTÍSIMOS, REVERENDÍSIMOS...

Jesús dirige la palabra a los discípulos y al pueblo para denunciar la conducta de escribas y fariseos y prevenirlos de su mala influencia. San Mateo, inmediatamente después del presente relato, recoge la invectiva que pronuncia Jesús directamente contra los escribas y fariseos (vv. 13-36).

Los escribas y fariseos no se sentaron en la cátedra de Moisés por iniciativa propia y llevados de su ambición. Pues ellos eran aceptados por Israel como maestros legítimos de la Ley, encargados de estudiarla y explicarla al pueblo. Por eso Jesús reconoce su magisterio y ordena al pueblo que cumpla con lo que ellos dicen. Claro, no todo lo que ellos dicen, ya que muchas cosas las dicen por su cuenta y no tienen que ver nada con la letra y el espíritu de la Ley de Dios. En efecto, escribas y fariseos habían creado un fárrago legislativo en torno a la Ley para regularla hasta los más mínimos detalles. Esto constituía una carga insoportable que ni ellos mismos cumplían. Jesús denuncia la hipocresía de estos "maestros" que no ayudan en absoluto a llevar la carga que imponen a los demás indebidamente, y contrapone a esa carga innecesaria el "yugo suave y la carga ligera" del Evangelio (11. 30).

La vanidad y el orgullo desmedido, el afán de aumentar su prestigio ante el pueblo, era el motivo de una serie de prácticas exteriores de estos escribas y fariseos. Acostumbraban a llevar sobre la frente y en el brazo izquierdo unos pergaminos enrollados y guardados en unas bolsas de cuero sujeto por medio de unas cintas y en los que estaban escritas palabras del Éxodo (13. 1-10/11-16) y del Deuteronomio (6. 4-9; 11. 13-12). Colgaban del borde de su manto unas orlas que debían recordarles todos los preceptos de la Ley (cf. Nm 13. 39). Se hacían llamar "rabí", es decir, "maestro mío"; un título que llegó a conferirse solemnemente. También se hacían llamar "padre" y "preceptores".

Jesús critica todo ese interés en encumbrarse sobre los demás, pues uno es nuestro Padre y, todos, nuestros hermanos. La crítica de Jesús a letrados y fariseos alcanza literalmente a todo clericalismo, también, de nuestros días, cuyo deseo de prestigio y poder presenta siempre los mismos síntomas. Eminentísimos, excelentísimos y reverendísimos padres y doctores... todos esos títulos y todas esas filacterias no parecen convenientes a la fraternidad cristiana.

EUCARISTÍA 

 

 

REFLEXIÓN - 3

AUTORIDAD - SERVICIO

Encontramos en el evangelio que la base de la acusación de JC a los que "hablan desde la cátedra de Moisés" es que pretenden cargar sobre los demás "fardos pesados e insoportables". Es el clásico sistema de convertir la autoridad -cualquier cargo- en un lugar de dominio: los súbditos se quedan abrumados con lo que se les impone y parece que quien ejerce la autoridad cumple imponiendo estas cargas. La tentación -diría que diabólica- consiste en revestir estas cargas con grandes palabras. La autoridad se convierte en tiranía y no en un servicio, impone pero no ayuda. Y esto puede suceder -sucede- tanto con quien tiene mucho poder como con quien tiene poco (las pequeñas autoridades pueden llegar a ser tan tiránicas como las grandes: aquel ministro de la comunión que increpa a la gente porque no colocan bien las manos, aquella catequista que se cree infalible en su concepción de la moral cristiana, aquel consejo parroquial que casi excomulga a los cristianos que no piensan como él...).

Evidentemente, en la organización actual de la Iglesia, los que pueden caer más fácilmente en esta tentación de la autoridad-imposición son los sacerdotes responsables de unas comunidades concretas. Porque muy fácilmente pueden imponer su manera de pensar -ni que sea por motivos aparentemente e incluso subjetivamente muy "cristianos"- sin que sus súbditos tengan frecuentemente otro camino que obedecer, callar o irse.

En cambio, san Pablo presenta una práctica totalmente diversa: NO IMPONE CARGAS SINO QUE ANUNCIA LA BUENA NUEVA -"no como palabra (imposición) de hombres, sino como palabra (anuncio) de Dios"-, y él mismo hace todo lo posible para "no serle gravoso a nadie". Este es el camino para que la autoridad -cualquier ministerio u organismo eclesial- sea de veras un servicio a Dios y al hombre. Un servicio de Iglesia no como una imposición sino como una ayuda.

Pero quizás EL GRAN CRITERIO para lograr este ejercicio evangélico de cualquier cargo en la Iglesia -y podríamos decir incluso que en cualquier sociedad humana- es el de saber y practicar que -como dice JC- "todos vosotros sois hermanos". No creo que en la homilía deba arremeterse más o menos violentamente contra quienes usan estos "títulos" de maestro, padre o jefe. No es cuestión de palabras ni parece que fuera ésta la intención de JC: lo que él pretende es que toda función se ejerza como un servicio, con toda humildad, sabiendo que es una ayuda, no un "creérselo".

Dicho con otras palabras: sólo podrá ser maestro quien se sienta discípulo del único Maestro, padre quien se sienta hijo del único Padre, jefe quien se sienta seguidor del único Señor. Y todo esto se hace verdad -verdad real, concreta y experimentable- no por las palabras usadas para designar los cargos, sino por la práctica de vivir como hermanos. La Eucaristía es una asamblea de hermanos, memorial del único Señor, acción de gracias al único Padre. La presidencia -y todo ministerio litúrgico- es un servicio de un hermano a los demás.

Precisamente porque es un servicio no se puede suprimir, pero hay que ejercerlo bien: no imposición sino ayuda.

J. GOMIS